Los socios dejan solo a Sánchez en el compromiso con la UE y cualquier gobernante sensato convocaría elecciones
NotMid 14/03/2025
EDITORIAL
La naturaleza trascendental del compromiso que ha adquirido España con la UE de elevar su gasto en Defensa obliga a someterlo a la votación del Congreso y a sustanciarlo sobre un acuerdo de Estado con el partido que lidera la oposición. Incrementar la inversión militar para rearmar a Europa ante el abandono de EEUU y la amenaza expansionista de Rusia es una decisión que afecta de forma tan principal al corazón de nuestros valores que no la puede tomar una única persona ni una formación política con exclusión del resto, y exige una proyección de estabilidad que solo el respaldo del PP puede asegurar. Ese pacto es tan esencial como imposible si el presidente da la espalda a las reglas democráticas básicas, como son el respeto a la función constitucional de las Cortes y a la primera fuerza parlamentaria, para impedir que se la visualice como alternativa y negarle así el derecho a la alternancia. Desligar la supervivencia de Europa del respeto a la democracia en España es inviable: son dos caras de la misma moneda.
Pedro Sánchez ha demostrado ya de qué es capaz para superar enormes obstáculos y mantenerse en el poder. Pero esta vez el desafío que tiene por delante es de una dimensión desconocida, porque Europa le obliga a un movimiento que desnuda con toda claridad el carácter antiliberal, y por tanto antieuropeo, de la alianza sobre la que gobierna. Cuando la UE, y por tanto España, encara una amenaza cierta para su seguridad, los aliados del presidente, empezando por su socio en el Consejo de Ministros, lo abandonan y rechazan aumentar el gasto militar. Esa es la razón por la que Sánchez quiere eludir al Parlamento, aunque el volumen de la inversión lo haga imposible: su soledad en esta materia nuclear y el hecho elocuente de que solo el PP comparta este compromiso europeísta desmontan el marco fundacional y la viabilidad de la legislatura: obligarían a cualquier gobernante sensato a convocar elecciones si el concepto de responsabilidad política significase algo para él. La narrativa de deslegitimación democrática del centroderecha que practica Sánchez queda rota. Tendrá que saltar el muro.
El argumentario oficial apunta ahora al PP para que se retrate y el presidente lo despachó ayer con el mismo trato que a Bildu y a Podemos. Pero la responsabilidad fundamental en una democracia corresponde a quien gobierna y su deber es cumplir con las reglas de la democracia. Alberto Núñez Feijóo acertó, tras reunirse con Sánchez en La Moncloa, al plantear exigencias elementales: la oposición debe ser informada y las decisiones que hipotecan a la ciudadanía durante generaciones -también el eventual envío de tropas a Ucrania- no pueden adoptarse al margen del Congreso. El presidente compareció para balbucear vaguedades, dar largas al Parlamento y reafirmase en su vocación de imponer el Ejecutivo como un todopoder sin contrapesos.
Los socialdemócratas alemanes lo han demostrado: la condición mínima para un acuerdo de Estado entre los dos grandes partidos es el respeto mutuo como formaciones con derecho a la alternancia. Esa es la principal anomalía de nuestro país. La causa de Europa es la causa de la democracia, sí, pero empezando por la propia democracia en España.