Pekín quiere aprovechar los huecos que el viraje diplomático de Estados Unidos está dejando para aumentar su influencia como potente inversor y socio estable en Latinoamérica, África, Asia e incluso la Unión Europea
NotMid 06/03/2025
ASIA
Hasta 38 mensajes en su cuenta de X publicó Zhu Jingyang, embajador de China en Colombia, mientras el líder colombiano Gustavo Petro y Donald Trump se enzarzaban en la primera crisis diplomática que tuvo el nuevo Gobierno estadounidense. “Estamos viviendo el mejor momento de las relaciones diplomáticas entre China y Colombia”, escribía Zhu después de que Petro se negara a permitir la entrada de aviones militares estadounidenses que llevaban a bordo a inmigrantes colombianos deportados.
Zhu, que fue cónsul en Barcelona, forma parte de una cantera de funcionarios chinos, bautizados por la alta diplomacia internacional como los wolf warriors (lobos guerreros), que usan las redes sociales occidentales, las mismas que están censuradas por Pekín, para dar rienda suelta a un tipo de diplomacia que responde en varios idiomas con dureza y sarcasmo a noticias y comentarios que van contra los intereses de China.
“El dragón demoniaco de leyendas occidentales ya no encaja con China. Tenemos el carácter de Po de la saga de Kung Fu Panda: firme, perseverante, resiliente y propenso a la adaptación, nada prepotente o agresivo, pero que ante ataques brutales e injustos sabe cómo defenderse. China ya no es el país pobre que era hace más de 40 años, sino la segunda economía del mundo. Entonces, es natural que asuma mayor responsabilidad y haga mayores contribuciones a la paz mundial y al orden internacional”, señala Zhu durante una conversación con este periódico.
Después del encontronazo entre Washington y Bogotá, el Gobierno de Petro anunció que abriría una nueva ruta marítima comercial que unirá el puerto de Buenaventura con Shanghai. Los barcos mercantes que salgan del atracadero colombiano harán parada en el puerto peruano de Chancay, a 70 kilómetros de Perú, financiado por China e inaugurado personalmente a finales del año pasado por el presidente chino Xi Jinping, quien definió el proyecto como un nuevo corredor marítimo entre China y América Latina. “Este corredor traerá prosperidad a Perú y a toda la región”, soltó Xi.
China ya ha superado a EEUU como principal socio comercial de al menos seis países de la región (Panamá, Perú, Chile, Uruguay, Brasil y Bolivia) y más de una veintena de naciones de América Latina y el Caribe forman parte de la nueva Ruta de la Seda, el ambicioso programa de infraestructuras de Pekín, al que pronto se podría sumar la Colombia de Petro. “Poco a poco, China ha ido ocupando el vacío de poder dejado por EEUU”, afirmaba un editorial del diario argentino Clarín.
Un grupo de periodistas latinoamericanos han sido invitados esta semana por el Gobierno chino para asistir a la cita anual del Parlamento del gigante asiático, la Asamblea Popular Nacional (APN), en la que los líderes chinos intentarán sacar provecho del caos global provocado por Trump. Los canales de propaganda del gobernante Partido Comunista llevan días tratando de vender al mundo los atractivos del modelo político de un régimen autoritario que está viendo una gran oportunidad para ocupar los espacios dejados por Washington, que acaba de volver a sacudir los mercados reactivando los aranceles contra vecinos como Canadá y México, y también contra Pekín.

“Estamos preparados para liderar los cambios en un nuevo orden multipolar”, señalan funcionarios del Ministerio de Exteriores chinos. La segunda potencia mundial se predispone a dar un paso al frente en la lucha contra el cambio climático y en la carrera tecnológica por la inteligencia artificial. Su poder blando continúa avanzando en América Latina y en África, mientras que en Oriente Próximo está cada vez más cerca de las naciones árabes que rechazan el plan de Trump en Gaza. Incluso está comenzando a reconducir las dañadas relaciones con la Unión Europea.
En la pasada Conferencia de Seguridad de Múnich, mientras que el vicepresidente de EEUU, JD Vance, lanzaba una brutal diatriba ideológica contra los líderes europeos, el jefe de la diplomacia china, Wang Yi, se dedicó a vender a su país como un socio estable para Europa. “China será la principal beneficiaria de la política exterior de Donald Trump, incluida su decisión de alinearse con Rusia”, dijo el martes en una entrevista con el diario South China Morning Post el ex ministro de Asuntos Exteriores de Kiev, Dmitro Kuleba, días después de la discusión frente a las cámaras entre Trump y el presidente ucraniano Volodímir Zelenski.
El lunes, Washington anunció que suspendía toda la ayuda militar a Ucrania. “Hay muy buenas razones para creer que China, al demostrar paciencia y disposición para abrazar a otros países, incluida Ucrania, se beneficiará enormemente de lo que está sucediendo”, continuaba Kuleba.
Algo más cerca de Pekín, en las islas del Pacífico y en el sudeste asiático, donde la anterior Administración Biden prometió mayor financiación para contrarrestar la creciente influencia china, ahora se espera que el Gobierno de Xi se abra paso ante la suspensión de la agencia de ayuda exterior estadounidense (USAID). En esa región está Taiwan, socio de seguridad clave de EEUU, donde los dirigentes de la isla autogobernada andan preocupados por un posible desplome del apoyo en defensa de Washington mientras continúa una fuerte presión militar por parte del ejército chino.
En África, donde los trabajadores humanitarios han advertido sobre el devastador impacto que puede tener en muchos países el frenazo a las ayudas de USAID, el músculo diplomático chino lleva años cortejando a los países en desarrollo con grandes proyectos de infraestructuras. Hace unos días, las autoridades chinas anunciaron un paquete de ayuda tecnológica a varios países africanos que incluyen satélites, telescopios de vigilancia espacial y estaciones terrestres. Lo que Pekín no ha explicado al anunciar estas donaciones es que las autoridades chinas van a tener acceso a los datos e imágenes recopilados con esta tecnología espacial.
Agencias