El cónclave de Davos ha escenificado las amenazas de EEUU. Pero los grandes desafíos de la UE son previos a Trump
NotMid 25/01/2025
EDITORIAL
El Foro de Davos que esta semana ha reunido a los grandes dirigentes políticos y económicos internacionales ha escenificado las enormes transformaciones geopolíticas a las que se asoma el mundo con el segundo mandato de Donald Trump. La dureza con la que el presidente de EEUU ha amenazado a la Unión Europea genera un lógico temor en los Estados miembros, pero la respuesta no puede ser ni la falta de autocrítica ni la inacción. La crisis de la UE precede a Trump, y su regreso a la Casa Blanca ofrece a Europa una oportunidad: las alarmas que han sonado en Davos deben servir para que dé un impulso definitivo a una mayor cohesión y autonomía estratégica. Sólo desde una posición de fortaleza la UE podrá defender las libertades y valores sobre los que se fundó y que hoy se ven en riesgo.
Como estaba previsto, Trump fue quien, el jueves, acaparó toda la atención en Suiza. En el gran cónclave anual, símbolo del multilateralismo en un mundo globalizado e interdependiente, el presidente escenificó su giro hacia un tipo de alianzas transaccionales y determinadas por la ley del más fuerte. Trump amenazó con aranceles a los países europeos que no quieran fabricar en EEUU y reclamó a Bruselas una menor carga fiscal y regulatoria para los productos estadounidenses. Dibujó, en definitiva, una política exterior guiada por el nacionalismo feroz y basada en el chantaje: ofrecer primero un supuesto incentivo a través de «impuestos bajos» e, inmediatamente después, amenazar con un castigo a quienes no se plieguen a la coacción.
Pero, más allá del tono empleado por Trump, ajeno a las mínimas normas del respeto institucional, Davos ha constatado una realidad: la UE atraviesa una enorme crisis económica y de liderazgo. Una «crisis existencial», en palabras de la presidenta del Banco Central Europeo, ante la que urge una reacción que no caiga en el derrotismo pero se instale en el realismo.
El diagnóstico es compartido. Muchas de las recetas que la propia Christine Lagarde expuso ayer -unión bancaria, regreso del talento, retención del ahorro europeo, refuerzo del mercado único…- figuran en los informes con los que Mario Draghi y Enrico Letta plantean contrarrestar el declive europeo frente a la pujanza de EEUU y China. En la misma línea, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, advirtió que el dinero «se está yendo a EEUU» por su alta productividad y energía barata. Los Veintisiete, subrayó, están obligados a aligerar el «daño autoinfligido» de la burocracia.
En un momento de profundos cambios geopolíticos, Europa necesita cobrar conciencia de la necesidad de reformar un proyecto que ha alumbrado décadas de estabilidad y riqueza. Y para ello, el primer objetivo es afrontar unas carencias que tienen su piedra de toque en la dependencia exterior en materias estratégicas y la baja competitividad frente a Pekín y China.
El desafío es inmenso, también para España, y no se resolverá con apelaciones huecas a los «tecnomultimillonarios» ni con la estrategia de polarización ideológica en la que está instalado el Gobierno. Estados Unidos es un aliado imprescindible y la economía española se juega mucho.