Tokio, Seúl o Taiwan aspiran a sostener alianzas con Washington; China es la amenaza
NotMid 20/01/2025
ASIA
Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca hay mucha expectación por ver cómo se mueve el mapa geopolítico en la región más dinámica del mundo. Hablamos de Asia-Pacífico, hogar del 60% de la población mundial y que representa casi la mitad del comercio global. Para la política exterior de la anterior Administración Biden, el patio asiático era prioritario como estrategia para contener el avance de China. Con Trump, todo es una incógnita.
En Taiwan están inquietos por si el nuevo presidente de Estados Unidos, el principal valedor internacional y proveedor de armas de esta isla amenazada por el ejército chino, les corta el suministro de defensa, o les hace pagar mucho más por su protección. En Japón y Corea del Sur, de cara a disuadir a la siempre ruidosa Corea del Norte, confían en que no decaiga la sólida alianza con Washington, que fue una de las grandes apuestas del Gobierno de Biden.
En Seúl, donde están entretenidos con su propio thriller político, les preocupa que las profundas divisiones internas y la falta actual de liderazgo les deje en una debilidad para negociar con Trump el dinero que el republicano les reclama por las tropas estadounidenses estacionadas en el país asiático.
Con este paraguas de seguridad de EEUU espera también seguir contando Filipinas. Luego, está el resto de la Asean, el grupo de naciones del sudeste asiático, quienes no guardan muy buen recuerdo de la anterior etapa de Trump, que estuvo llena de desplantes diplomáticos. No hay que olvidarse de un actor ascendente, India, la gran malabarista de la región, que aspira a conservar las estrechas relaciones con Washington mientras continúa haciendo negocios con Rusia.
Tampoco hay que perder de vista las importantes alianzas estratégicas agrupadas bajo acrónimos que estuvieron muchas veces en primera línea mediática durante el mandato de Biden: el Aukus, que EEUU forma junto a Reino Unido y Australia, y el Quad, con India, Australia y Japón. Dos agrupaciones que en Pekín han definido como los intentos de la potencia hegemónica para crear una especie de OTAN asiática como contrapeso del creciente poderío militar de China.
Las relaciones más importantes del planeta son las que mantienen las dos actuales superpotencias, que pelean en su particular partida geopolítica (una nueva Guerra Fría, lo han llamado una y otra vez muchos analistas internacionales). El viernes, Trump sorprendió al descolgar el teléfono y llamar a su homólogo chino Xi Jinping. Una llamada muy importante porque, además de abordar la actualidad global y los frentes abiertos entre ambos países como la prohibición de TikTok o la crisis de fentanilo, ambos se comprometieron a “establecer canales estratégicos de comunicación y mantener contactos regulares”.
Con Biden, el tira y afloja ha sido continuo. Como lo fue con Trump durante su primer mandato. La principal diferencia se concentra en los mayores esfuerzos que ha hecho en los últimos años la Administración estadounidense saliente para rodear a China con una red de alianzas reforzadas por todo tipo de acuerdos en torno a la seguridad: nuevas bases militares en Filipinas y 500 millones de dólares en ayuda para la modernización del ejército de Manila; generosos paquetes de armas a Taiwan; récord de maniobras militares conjuntas, tanto por aire como por mar, con japoneses y surcoreanos; más entrenamientos conjuntos entre tropas estadounidenses y australianas. Trump, en las pocas referencias que hizo en campaña sobre estas alianzas asiáticas, aseguró que iba a obligar a sus socios a pagar más dinero por el escudo estadounidense.
En el gigante asiático, si hay algo que llevan haciendo estos últimos meses es preparándose para una guerra comercial 2.0, una nueva fase mucho más dura de la batalla arancelaria que el propio Trump desató en su primer mandato imponiendo aranceles sobre productos chinos por valor de unos 550.000 millones de dólares. Trump amenaza ahora a la segunda economía mundial con imponer a sus productos unos aranceles del 60%.
Lo cierto es que la China de hoy, en el tablero internacional, es más fuerte y asertiva que la que dejó Trump cuando perdió las elecciones de 2020. Pero el nuevo presidente también se encontrará a un régimen debilitado económicamente de puertas hacia dentro, por lo que una guerra arancelaria puede hacer mucho daño a Pekín.
Aunque Trump lanzó un guiño reciente a su rival al invitar por sorpresa al presidente chino Xi Jinping a su investidura -quien rechazó la invitación y será el vicepresidente, Han Zhen, el que asistirá-, parece que Washington va a continuar con su línea hacia Pekín teniendo en cuenta las recientes palabras que ha dicho Marco Rubio, elegido por Donald Trump como jefe de la diplomacia de su futuro gabinete: “China es la mayor amenaza para EEUU”
Agencias