Es imprescindible que las ayudas lleguen rápidamente a los afectados y que no se conviertan en un tormento burocrático
NotMid 06/11/2024
EDITORIAL
La ingente tarea de reconstrucción que queda por delante en las áreas devastadas por la DANA pondrá a prueba la eficacia de un Estado enfrentado a un reto titánico, que requerirá la máxima colaboración entre las administraciones y los sectores involucrados. La recuperación, que se solapa con la obligada atención a las víctimas, arroja cifras que dan cuenta de la magnitud del desafío: el primer paquete de ayudas que anunció ayer el Gobierno supera los 10.000 millones de euros, y la Generalitat Valenciana estima el coste total en más de 31.000 millones, una cifra que supera el presupuesto anual de la región y que refleja la destrucción económica causada por la gota fría, más allá del colosal drama humano.
El complejísimo trabajo pendiente solo logrará los objetivos deseados desde la eficacia y la coordinación leal entre instituciones, por lo que cabe exigir a todas ellas que no utilicen de forma partidista la tragedia. Los discursos demonizadores del empresario, como los que ha enarbolado estos días Yolanda Díaz, están lejos de contribuir a levantar un mercado laboral arrasado. Junto a ello, el modo en que Pedro Sánchez vinculó ayer las necesarias ayudas económicas a los Presupuestos Generales del Estado, vitales para su supervivencia en el Gobierno, resulta escasamente edificante. Es desolador comprobar que ni siquiera una tragedia como la que aún discurre en Valencia abre un paréntesis en el probado oportunismo con que se conduce el presidente.
Estamos ante la mayor labor de reconstrucción que se haya emprendido en España tras una catástrofe, con la incertidumbre añadida de que muchos afectados siguen buscando a sus seres queridos, han perdido su hogar y sus medios de vida y ni siquiera saben si será posible reflotar su negocio algún día. Como contamos en nuestro Primer plano, las localidades damnificadas dependen del trabajo de pequeños comerciantes y trabajadores autónomos, que se encuentran de la noche a la mañana en un entorno destruido.
Al contrario de lo que sucedió en la pandemia, no hay un horizonte claro de vuelta a la normalidad: el temporal ha causado daños en 98.000 vehículos, 70.000 hectáreas de regadío, 90 colegios, 4.500 locales comerciales y 1.800 tiendas minoristas. El Banco de España cifra en 150.000 los titulares de hipotecas afectados. Aunque ayudas como los ERTE son imprescindibles, miles de profesionales se han quedado sin nada y no ven sentido a reabrir sus negocios en barrios y municipios arrasados. Tras la ineficiente gestión de los primeros días de la crisis, es imperativo que las ayudas lleguen con rapidez a los afectados y no se conviertan en un tormento burocrático, como ha ocurrido en anteriores catástrofes, desde el terremoto de Lorca hasta el volcán de La Palma. Las familias y empresas necesitan poder confiar en que las instituciones volcarán todos sus esfuerzos en ayudarlas.