Hace ocho años, Trump era una caja de sorpresas. Hoy por hoy, nos ha dado todas las sorpresas posibles
NotMid 06/11/2024
OPINIÓN
GINA MONTANER
Ann Selzer, la veterana encuestadora de Iowa, fue, quizá, la que detonó un giro inesperado, y por lo que se ve, errado, en las previsiones de las elecciones presidenciales. En el fin de semana sacó un sondeo en el tradicional estado republicano que le daba a Kamala Harris tres puntos de ventaja sobre Donald Trump (47- 44). Selzer señaló que las mujeres estarían marcando esa diferencia debido a la movilización a favor del derecho al aborto desde que la Corte Suprema tumbó Roe contra Wade en 2022.
De pronto, otros sondeos se ajustaron hasta darle una muy ligera ventaja a la vicepresidenta demócrata. Hasta ese momento, Harris parecía ir a la zaga. Luego se produjo el espejismo. La propia campaña de Trump dijo en un primer momento que Selzer desvariaba. Es una de las pocas verdades que ha salido de ese frente. Entretanto, todo el mundo pendiente de la aguja de The New York Times, como quien espera las campanadas en Nochevieja, pero sin saber a ciencia cierta qué demonios se está celebrando.
Digamos que Trump obtiene los codiciados 270 votos electorales y se lleva por delante el muro azul de Pensilvania, Wisconsin y Michigan. Digamos que, al final, salieron a votar por él muchísimos hombres latinos y negros que se unieron a los hombres blancos que lo respaldan. Durante semanas se habló de la brecha por género, porque todo indicaba que un número considerable de mujeres se estaba movilizando en defensa de los derechos reproductivos. Posiblemente esa llamada no ha sido suficiente frente a quienes han antepuesto la economía y la inmigración como los principales motivos para votar nuevamente por Trump. De hecho, el republicano dijo recientemente que su mensaje (lleno de falsedades que demonizan a los inmigrantes) anti inmigración tendría el mismo efecto que en 2016: granjearle la victoria. Tanto, que hasta una parte del voto latino se ha dejado seducir.
Pero vayamos a la cuestión más llamativa: en 2016 el fenómeno Trump era nuevo. Nos adentrábamos en terreno desconocido y en ese momento muchos votantes concluyeron que la “peor” candidata posible era Hillary Clinton, una mujer que venía a romper un “techo de cristal”. De ella dijo Trump que era “repugnante”. El republicano ganó, sus cuatro años en la Casa Blanca fueron convulsos, halló en Vladimir Putin a un alma gemela, cuando llegó la pandemia recomendó tomar lejía y al perder la reelección instigó una intentona golpista. Luego se le acumularon los procesos judiciales. Cuatro años después, se arrepiente de no haberse atrincherado en la Casa Blanca aquel 6 de enero de 2021.
Demos un salto en el tiempo: noviembre de 2024. Otra mujer, Kamala Harris, ha sido la adversaria de Trump. En tiempo récord, Harris armó la campaña y se organizó para dar la batalla. En el único debate contra Trump lo noqueó. La economía, bien gracias; el ingreso de inmigrantes por la frontera sur, en bajos notables; su discurso, conciliador y centrista; en política exterior, comprometida con los socios de la OTAN, la Unión Europea, la defensa de Ucrania y hasta exigirle a Israel que se reconozca un estado palestino. Lo opuesto al discurso de Trump: revanchista, aislacionista, falsario y lleno de insultos.
Hace ocho años, Trump era una caja de sorpresas. Hoy por hoy, nos ha dado todas las sorpresas posibles. ¿Será que no llega el día en que una mujer en Estados Unidos pueda ocupar la Casa Blanca y ser tan sobresaliente, regular o tan nefasta como los hombres que han ocupado esa residencia? Parece que no. Debe ser que el techo es de acero y no de cristal. Qué amargo déjà vu.