En un empate perfecto entre Trump y Harris, se temen disputas legales por puñados de votos en Arizona, Pensilvania o Georgia. «Pase lo que pase, él se va a declarar ganador; es terrorífico», advierten los demócratas.
NotMid 02/11/2024
USA en español
A tres días de las elecciones, las encuestas muestran un empate perfecto entre Kamala Harris y Donald Trump. A nivel nacional, pero también en casi todos los estados bisagra, que son los que determinarán quién ocupa la Casa Blanca los próximos cuatro años. Con los números en la mano, es imposible hacer una predicción sólida. Nadie sabe lo que va a pasar en las urnas, pero, a diferencia de la gran mayoría de elecciones del último siglo, analistas políticos, expertos legales e incluso los propios partidos temen que no vaya a ser un proceso rápido y claro, y están preparados para un escenario principal que oscila entre lo polémico y lo distópico. Desde una batalla jurídica como la que marcó las elecciones del año 2000 a una repetición de lo que ocurrió en 2020, asalto al Capitolio incluido.
“Hay que estar alerta y movilizados, porque lo más probable es que el martes por la noche la noticia vaya a estar en Florida y no en Washington”, dicen con resignación en el Partido Demócrata sobre las sedes de los cuarteles generales en los que Trump y Harris seguirán el recuento. “Si gana Trump, porque estará allí. Si ganamos nosotros, porque Trump dirá que ha ganado él. El único escenario previsible es que pase lo que pase, Trump se va a declarar ganador. Y eso es terrorífico”, añaden.
El ex presidente Republicano lleva semanas abonando el terreno, hablando en sus mítines o escribiendo mensajes en sus redes sociales de supuestos “fraudes electorales masivos”, intimidación, trampas. El mensaje más claro lo dio, nada más salir de la cárcel, su amigo, aliado, consejero y ex miembro de la administración Steve Bannon, gurú de la ‘alt-right-, la ‘derecha alternativa’ mundial: “Si los resultados se parecen a los de 2020”, dijo a los periodistas a la puerta de la prisión en la que ha cumplido cuatro meses por desacato por no comparecer ante el Congreso en la comisión de investigación del asalto al Capitolio, Trump tendría que declararse ganador una vez más, pero esta vez sin recular. “Debería ponerse de pie y decir: ‘he ganado. Y tenemos equipos ahora mismo que se asegurarán de que esto no sea robado'”, afirmó.
LA BATALLA LEGAL MÁS GRANDE DE LA HISTORIA
En el año 2000, el Tribunal Supremo de EEUU fue quien tomó la decisión última y en términos prácticos determinó que el ganador de las elecciones era George W. Bush y no Al Gore, la primera vez desde 1888 en la que el ganador del voto popular no era elegido presidente. Todo se redujo a Florida. En ese estado cuyo gobernador era Jeb Bush, hermano del candidato, el recuento mostró una victoria tan justa de los republicanos que la ley exigía un nuevo recuento para estar seguros. Eso dio pie a un mes de litigio, pleitos y exigencias sobre dónde contar, hasta cuándo y cómo hacerlo, discusión que el Supremo acabó dirimiendo, interrumpiendo los recuentos y permitiendo que al final Bush se impusiera por apenas 537 votos.
Algo así, incluso gran escala, podría suceder ahora. No hay duda entre todas las fuentes consultas. En 2020 los republicanos impugnaron por ejemplo los datos de Arizona o Georgia, con Trump presionando brutalmente para que le “encontraran” los 11.780 votos que necesitaba. Esta vez no sólo tienen los partidos a miles de abogados preparando los litigios, sino que el trabajo se ha hecho por adelantado. Ocupando puestos clave en las oficinas electorales de condados y estados, cambiando leyes o normas para que sea más difícil certificar los resultados. Y sobre todo, sembrando dudas sobre un fraude masivo.
Trump lleva semanas volcado, sobre todo en Pensilvania, que según Alan Abramovich, profesor emérito de ciencia política y experto en elecciones de la Universidad de Emory, será el ‘tipping-point state’, el decisivo, como lo fue Wisconsin en 2020. La campaña republicana, explica, está “creando puntos de referencia de cara a una posible contienda electoral, buscando argumentos pero también preparando al público para recibir apoyo ante las acusaciones de que la elección no sólo ha tenido posibles errores, sino que ha estado amañada. El 2020 en Georgia se inventaron por ejemplo que habían aparecido o desaparecido sacas con miles de votos o difundieron vídeos manipulados. Mucha gente se lo creyó y sigue pensando hoy que esas elecciones fueron robadas, aunque ninguno de los casos prosperó en los tribunales”.
Es de prever que haya denuncias, pleitos, si lo resultados son ajustados en Michigan, Georgia, Pensilvania, Wisconsin, Carolina del Norte, Arizona, Nevada. Trump en persona encabeza esos esfuerzos ahora. El pasado lunes, el ex presiente dijo que había miles de papeletas falsas y solicitudes fraudulentas de voto por correo en dos condados de Pensilvania, Lancaster y York. “En el condado de Delaware y en todo Pensilvania se están produciendo muchas represiones electorales. Lamentablemente, deberíamos tener elecciones libres y justas”. “Pensilvania está haciendo trampas y está siendo descubierta a una escala nunca vista antes. DENUNCIÉNLAS A LAS AUTORIDADES. Las fuerzas del orden deben actuar ¡AHORA!”, escribió el expresidente, alimentando teorías de la conspiración y acusando veladamente al gobernador del estado, el demócrata Josh Shapiro.
Su director político, Jason Blair, echa madera al fuego. “Estamos recopilando registros para acciones legales civiles y derivaciones penales. Es importante que cualquier persona afectada ayude a proporcionar la documentación y evidencia adecuadas”, dice una y otra vez en sus cuentas en redes sociales. Su mensaje fijado en X dice que la única forma de evitar que las elecciones sean “amañadas” es lograr una victoria aplastante, y sus mensajes hablan de presiones, amenazas, casos sospechosos y los primeros pleitos ya en marcha.
Ya hay al menos 187 demandas presentadas en todo el país por grupos republicanos este año más del triple que en 2020, según Democracy Docket, un grupo alineado con los demócratas que rastrea los casos electorales. Potentes aliados de Trump lideran esa vía. America First Legal está dirigido por Stephen Miller, un estrecho colaborador de Trump y ex asesor político; el America First Policy Institute está dirigido por Linda McMahon, líder del equipo de transición de Trump.
Si Pensilvania es el estado decisivo como se espera, el ganador podría decidirse por votos provisionales emitidos por votantes cuya elegibilidad es incierta según los pleitos ya iniciados, por lo que se determinarían posteriormente. Los funcionarios electorales de Pensilvania no revisan los votos provisionales hasta que han terminado de contar todos los votos por correo y en persona, y eso podría ser días después de la elección, con un caos y una presión salvajes. En algunos condados del estado, en 2020 hubo hasta 17.000 votos provisionales que revisar.
El Supremo se inhibió en 2020 y no tuvo ningún papel, pero nadie puede asegurar que esta vez vaya a ser igual, sobre todo si los casos legales son más serios, más numerosos o tienen una finalidad mucho más estudiada.
ATENTADOS Y VIOLENCIA
“No creo que vaya a haber violencia en las calles, la gente se quedará en sus casas viendo el recuento, pero es muy posible que sea de nuevo un resultado ajustado”, explica el secretario de estado de Georgia, Brad Raffensperger. Pero desde su equipo no lo tienen tan claro. Su mano derecha para cuestiones electorales, Gabriel Sterling, dice que no teme “acciones de grupos organizados o milicias“, pero que su “peor pesadilla es que algún desequilibrado o dos o tres radicalizados” puedan hacer algo serio.
Los colegios electorales van a tener refuerzo policial, escoltas y dispositivos de emergencia. Los responsables de cada uno tendrán botones del pánico y un sistema de alerta por móvil para desplegar los efectivos necesarios según la amenaza. Los empleados han recibido entrenamientos específicos para responder a todo tipo de peligros, desde personas armadas a amenazas de bomba, pues la decisión de si evacuar o cerrar un colegio no es de la Policía, sino del sistema electoral. “Los colegios tendrán también suministros de Narcan”, señalan en Michigan, Georgia y Pensilvania. ¿Para qué hace falta ese medicamento que se usa como recurso de emergencia ante sobredosis? Por si alguien decidiera usar fentanilo como arma química en un atentado, como pasó en 2001 con el Antrax.
Desde 2022 han llegado cartas con sospechosos polvos blancos a responsables electorales de Georgia, Nevada, California, Oregon, Washington y Kansas. Algunas fueron interceptadas, pero otras fueron entregadas, lo que provocó evacuaciones y retrasó brevemente el recuento de votos en las elecciones locales. Un informe de esta semana del Proyecto Global Contra el Odio y el Extremismo (GPAHE) alerta de las “tendencias alarmantes en foros y grupos online” parecidos a los patrones observados en el período previo a las elecciones de 2020 y la insurrección del Capitolio del 6 de enero. Han detectado un aumento peligroso de la narrativa violenta en Telegram, Gab, Communities.win y algunos canales de la red social descentralizada conocida como Fediverse. Comentarios de Trump como el del jueves por la noche en Arizona, diciendo que figuras como Lizz Cheney, republicana que apoya a Harris e hija del ex vicepresidente Dick Cheney, debería ponerse frente a algo parecido a un pelotón de fusilamiento, solo enturbian más un ambiente muy cargado.
En la misma línea, la Bridging Divides Initiative de la Universidad Princeton ha distribuido una serie de recomendaciones sobre la forma de actuar de grupos conspiranoicos como True the Vote, que ya en 2020 inventaron todo tipo de teorías sobre el robo electoral. Adrian Fontes, secretario de Estado de Arizona, ha admitido esta semana que no sale de casa sin chaleco antibalas. En 2020, Trump perdió el estado por menos de 10.000 votos y responsabilizó a las autoridades del condado de Maricopa, que se hizo conocido en todo el planeta.
Según una encuesta realizada por The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research, cuatro de cada 10 votantes registrados dicen que están “extremadamente” o “muy” preocupados por la posibilidad de “intentos violentos de anular los resultados” después de las elecciones de noviembre. Una proporción similar está preocupada por los esfuerzos legales para hacerlo. Y aproximadamente uno de cada tres votantes dice que está “extremadamente” o “muy” preocupado por los intentos de los funcionarios electorales locales o estatales de impedir que se certifiquen los resultados.
La Oficina del Director de Inteligencia Nacional, junto con el FBI y la Agencia de Ciberseguridad y de Infraestructura creen que Rusia e Irán están intentando avivar y amplificar el malestar interno en EEUU. “Actores extranjeros siguieran realizando operaciones de influencia a través de la toma de posesión, denigrando la democracia estadounidense, incluso poniendo en tela de juicio los resultados de las elecciones”, dice su último informe conjunto.
UN EMPATE Y ESCOGE EL CONGRESO
Un tercer escenario anómalo es muy complicado, pero no imposible. Implicaría un empate a 269 en el colegio electoral y que tras pelitos y broncas la decisión la tome la Cámara de Representantes, en lo que se conoce como “elección contingente”. Si Harris gana Wisconsin, Michigan, Arizona y Nevada y un solo voto electoral en Nebraska (como hizo Joe Biden en 2020), pero pierde Pensilvania y Georgia, podría haber un empate.
Pasó en 1800, entre Thomas Jefferson y Aaron Burr, pero no en la época moderna. Eso abriría un proceso especial, independientemente del voto popular e incluso de los votos de cada estado. En ese caso, cada delegación estatal tendría un voto en el Congreso (el nuevo que salga de las urnas el 5 de noviembre) y eso casi seguro supondría una victoria de Donald Trump, ya que logrará más estados que Kamala Harris. Sólo podrían recibir votos quienes hayan obtenido antes votos en el colegio electoral, lo que descarta (salvo un escándalo nunca visto) a todos los demás aspirantes minoritarios. Sobre el papel, los republicanos tienen el control mayoritario de 26 delegaciones estatales, por 22 de lo demócratas. Y dos estados (Minnesota y Carolina del Norte) están empatados. Los miembros del Congreso no estarían obligados a votar por el candidato de su partido, pero la presión sería salvaje. Aunque Washington D.C. tiene tres votos electorales en la elección presidencial, no tendría voto en la Cámara en una elección contingente porque no es un estado.
Agencias