La protesta mundial liderada por María Corina Machado es un acicate para que la comunidad internacional dé pasos concretos hacia una transición negociada
NotMid 24/08/2024
OPINIÓN
Las manifestaciones de la oposición venezolana, que revestían un carácter internacional por estar convocadas en más de 300 ciudades de todo el mundo, se convirtieron en un clamor en las calles por la libertad y contra el fraude electoral en Venezuela. Liderada por María Corina Machado, una figura que ha vuelto a acreditar el coraje de sus convicciones democráticas, la protesta en Caracas recibió un respaldo amplio, aunque se vio cercenada por la represión chavista y el cerco a los barrios populares de la capital venezolana. En todo caso, las movilizaciones fueron secundadas en urbes de todos los continentes. En Madrid se registró una concentración que abarrotó la Puerta del Sol encabezada por Isabel Díaz Ayuso. La atmósfera de emoción democrática que irradiaron estas marchas, sumado a su dimensión global, permite a las fuerzas de la oposición enviar un mensaje de aliento al pueblo y a la diáspora venezolanas, en un momento en el que Nicolás Maduro ha decidido atrincherarse en el poder pese a la severa derrota sufrida en las elecciones del 28 de julio.
La sociedad venezolana ha respondido con firmeza a la violencia del régimen, intensificada antes de la protesta de ayer con la detención de dirigentes opositores. El crimen de Estado con el que el chavismo se atornilla al poder contrasta con la imagen de Machado, epítome de su valentía, recorriendo las calles de la capital venezolana subida a un vehículo. Tal como la líder de la oposición advirtió, el camino emprendido no tiene vuelta atrás. Por eso la jornada de ayer fue crucial para reivindicar la legitimidad de la victoria de Edmundo González Urrutia, pero también para exigir a la comunidad internacional que pase de las palabras a los hechos concretos en su compromiso democrático ante Maduro y quienes dan amparo a este, tildados de «normalizadores» por Machado.
Por primera vez en 25 años de chavismo, y después de que la ONU concluyera que el fraude de Maduro «no tiene precedentes en elecciones democráticas contemporáneas», la oposición venezolana aspira a hacer valer los resultados, como paso previo a una transición negociada. En este sentido, es un paso relevante aunque insuficiente el comunicado encabezado por EEUU y España, en el que una veintena de países reclama la verificación internacional de los resultados y el cese de la represión. La propuesta del presidente brasileño Lula -respaldada por Colombia- para una repetición electoral supondría una vulneración de la soberanía popular. No puede haber componendas en el reconocimiento de la victoria de Edmundo González.
Con el foco mundial puesto en una crisis geopolítica cuya trascendencia excede al país caribeño, la presión galvanizada a través de las protestas en la calle supone una inyección de moral para los venezolanos. Es un deber de la comunidad internacional responder a este caudal de esperanza con la determinación que exige el combate que se libra en Venezuela, que no es entre ideologías, sino entre la tiranía y la democracia