El Dalai Lama afirma que superará los 113 años y que a partir de los 90, abordará su próxima reencarnación. Las autoridades chinas y los líderes tibetanos en el exilio se disputan quién decidirá quién será el próximo líder espiritual
NotMid 02/0772024
ASIA
Tenzin Gyatso, el Dalai Lama, que se está recuperando de una cirugía de rodilla en un hospital de Nueva York, cumple el próximo sábado 89 años. Nadie sabe quién le sucederá tras su muerte para continuar con un linaje que comenzó en el siglo XIV. Ni siquiera es seguro, como él mismo ha dejado caer en más de una ocasión, que vaya a haber un sucesor. “La institución del Dalai Lama dejará de existir algún día”, declaró en una entrevista con la BBC en diciembre de 2014.
El líder espiritual tibetano ha tratado de sortear los habituales rumores sobre su delicado estado de salud diciendo que vivirá más de 113 años y que abordará el tema de su “reencarnación” en julio de 2025, cuando entre a formar parte del club de los nonagenarios. Pero lo cierto es que detrás de su envejecida figura se está cocinando una larga batalla por la sucesión entre la comunidad tibetana en el exilio y las autoridades chinas.
Los líderes políticos tibetanos en el exilio dicen que la decisión está en manos del actual Dalai Lama, quien puede elegir a su próxima reencarnación o facilitar pistas sobre el lugar o familia donde nacerá, que probablemente se encuentre en la India, país que acogió a Gyatso cuando huyó del Tíbet bajo dominio chino en 1959. De ocurrir así, se rompería con el antiguo ritual por el que monjes budistas de alto rango recorren el Tíbet buscando al nuevo lama en un niño especial que sepa identificar objetos que pertenecieron a su predecesor.
En Pekín, los líderes comunistas ateos dicen que les corresponde a ellos designar al próximo Dalai Lama. En el gobernante Partido Comunista Chino (PCCh), donde consideran a Gyatso un “separatista” que busca la independencia del Tíbet, desean controlar esa futura transición colocando a una de sus marionetas como decimoquinto Dalai Lama, porque eso sería un paso fundamental para garantizar una estabilidad a largo plazo en la Región Autónoma del Tíbet.
En China se celebró la semana pasada un foro sobre el Tíbet en el que los funcionarios del PCCh reivindicaron que el Gobierno chino tiene jurisdicción para elegir a las “reencarnaciones de budas vivientes en el budismo tibetano”. Pekín apoya parte de su legitimidad para elegir al próximo Dalai Lama en el gran desarrollo del Tíbet en las últimas décadas. Es cierto que las reformas económicas han impulsado la economía de la región. Como también lo es que la estabilidad se ha conseguido a base de censura, controlando la enseñanza religiosa y persiguiendo a la disidencia.
Muchos de los tibetanos que dejaron su tierra por la represión de las autoridades chinas marcharon al cobijo de su líder espiritual, en la ciudad india de Dharamsala, donde se asienta además el Gobierno tibetano en el exilio, que no está reconocido internacionalmente, pero que tiene un sistema administrativo y judicial propio.
En el tira y afloja con China por la sucesión del Dalai Lama, la diáspora tibetana cuenta con el apoyo de India y de Estados Unidos, que envió a finales de junio a Dharamsala a una delegación del Congreso encabezada por la ex presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, quien ya agitó la ira de Pekín en una breve visita a Taiwan en el verano de 2022. Pelosi aseguró que EEUU no permitirá que China influya en la elección de un nuevo Dalai Lama.
Agencias