La Alianza ha contribuido grandemente al triunfo del Mundo Libre
NotMid 29/06/2024
EUROPA
El Rey Felipe VI ha realizado esta semana una visita de tres días a Estonia, Letonia y Lituania, que rondan conjuntamente 6 millones de habitantes y que, sin embargo, lideran hoy estratégica y moralmente, por su geografía, historia y, sobre todo, por su determinación. Resaltando el excelente desempeño de nuestras fuerzas armadas en las misiones OTAN, el Jefe de Estado ha mantenido encuentros con las más altas autoridades en las tres capitales, a quienes ha reiterado un mensaje claro de compromiso firme de España. Esto es, destacando la relación bilateral, además del papel comunitario y de defensa multilateral. La torpeza e incuria que denotan la ausencia mayor del gobierno y repesca a trompicones de la Ministra Roblesin extremis han acaparado los medios nacionales. Se impone rebasar esta circunstancia para valorar el significado, trascendencia y oportunidad de este viaje en el momento y panorama geopolítico presentes.
El próximo martes 9 de julio, comienza la cumbre anual de la OTAN. La convocatoria misma rezuma simbolismo al tener lugar en el escenario donde, hace 75 años, se firmó el Tratado del Atlántico Norte que daría vida al organismo de seguridad colectiva, actor privilegiado en la defensa de los valores de Occidente. En aquel 1949 fundacional, la Unión Soviética dejaba atrás su colaboración durante la Segunda Guerra Mundial para adentrarse en el sometimiento -absorción en el caso de los bálticos- de los hoy países candidatos a la Unión Europea, así como de los miembros de la última ampliación.
En su desarrollo, la Alianza contribuyó grandemente al triunfo del Mundo Libre, mientras la incorporación del paraguas nuclear americano al toolkit creó un sueño de paz perpetua en la Europa de este lado del Telón de Acero. Un sueño del que los europeos -del oeste- apenas empezamos a despertar. Pese al aldabonazo de la invasión y la evidencia lacerante de su proyección en el tiempo largo. Pese al contexto de inseguridad planetaria. Pese al cuestionamiento del sistema Occidental.
“La OTAN celebra este vértice con mayor presencia y con más recursos que nunca en su historia”, afirmaba en el preview del evento James O’Brien, el responsable para Europa de la Administración Biden. Aludió al cumplimiento -este año- del objetivo de gastar el 2% del PIB en defensa por 23 de los de los actuales 32 socios (tan solo 9 superaban el criterio en la seminal conferencia de Madrid de julio de 2022, la primera constante la “operación especial” de Putin). De señalar: España ahora ocupa el puesto de cola de los 9 rezagados, con el 1,28% del PIB dedicado.
Este dato cobra todo su mordiente tras la confirmación el miércoles del neerlandés Mark Rutte como sucesor a Jens Stoltenberg al frente de la secretaría general. En su dilatado mandato como primer ministro, se distinguió por su radical defensa de las tesis de los “austeros” en el Consejo Europeo. Ser ariete de los frugales le ha llevado -en más de una ocasión- a posiciones muy críticas sobre España (recordemos el incidente “ni un euro para los españoles” cuando se negociaban los fondos de recuperación del COVID). Su entrada, indudablemente poco favorable a priori, se ve exacerbada al perder a Josep Borrell como Alto Representante de la Unión -con competencia en OTAN-, que será sustituido por la primera ministra de… Estonia.
En la presentación de la cumbre, el anfitrión -continuando lo inaugurado en Madrid y remachado en Vilna el año pasado- ha subrayado que el Indo-Pacífico seguirá siendo asunto de interés, al entrañar “preocupaciones de seguridad muy similares a las que se enfrentan en el territorio del Artículo 5 de la OTAN”. Previsiblemente se hablará también del High North (el Ártico), donde la cooperación entre Moscú y Pekín se consolida -en desigualdad- de cara al próximo plan quinquenal chino (en 2025). Así, una vez más, vemos el desplazamiento del centro de atención lejos de nuestro sur mediterráneo y saheliano (que no figura en el mencionado Summit preview). A España incumbe un esfuerzo singular por contrapesar la excentricidad que, en esta coyuntura geopolítica, nos caracteriza.
Dicho lo anterior, el meollo del encuentro lo constituye la invasión total de Ucrania. Y el corolario de su adhesión a la Alianza, tema que divide a los socios. Zelenski no deja de reclamar una decisión “sólida” en este ámbito; los bálticos -junto con Polonia- impulsan una invitación oficial, pero EEUU y Alemania -pilares de la organización- se encastillan en la reticencia. No son previsibles, pues, avances concretos; la ampliación se quedará en el campo del alambicamiento declaratorio, al estilo Vilna (ver esta columna de 15 de julio 2023: “El aire que respiramos“).
Lo cierto es que la actuación occidental lleva implícita una contradicción profunda que el desgaste de las tropas ucranianas pone de relieve: hemos prometido mantener el amparo a Kyiv “as long as it takes“, pero el país carece de los medios necesarios para la victoria. Y nosotros reculamos en brindárselos. Dos ejemplos: Washington se resiste a permitir el uso de sus equipos contra objetivos en Rusia, en tanto Berlín persiste en la negativa a mandar los misiles Taurus reclamados desesperadamente desde las trincheras. Incluso cicateamos en lo acordado (muestra: sólo la mitad de las municiones prometidas por la UE llegaron a su destino en el plazo estipulado).
Mientras lamentamos el estancamiento de la lucha y profesamos nuestra decepción por la contraofensiva que Zelenski pregonó -sin reconocer nuestra mano en lo acaecido-, arrecian los murmullos a favor de una negociación forzada. Trump se ha autoerigido en vocero y adalid de esta estrategia. Sus asesores principales hicieron público el martes un plan para “acabar” con la confrontación si vuelve a la Casa Blanca -perspectiva que, tras el penoso debate de anteayer, se afianza-, vinculando la entrega de armas a que Kyiv se siente a la mesa, y amenazando a Moscú con aumentar este flujo si no acepta.
La idea de compeler a la paz cobra fuerza, asimismo, fuera del mundo trumpiano. Con los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo, emerge una sensibilidad proclive a entablar negociaciones. En Alemania, más allá de la conocida rusofilia de la triunfal Alternative für Deutschland, Friedrich Merz -líder de la ascendiente Unión Demócrata Cristiana que apunta a Canciller en los comicios previstos en 2025- dejaba recientemente a un lado sus llamamientos anteriores a fortalecer la ayuda alemana, abogando por “oportunidades para terminar este conflicto”. En Francia, un gobierno protagonizado por el populista-nacionalista Rassemblement National -cuya cabeza tiene lazos conocidos con el Kremlin- se alejaría del respaldo a Kyiv que ha demostrado el presidente Macron.
La conciencia de que la guerra en Ucrania es contra Occidente no ha calado más acá del Muro de Berlín. A pesar de que Putin lo ha reiterado hasta la saciedad. Este mes, en discurso pronunciado antes de zarpar hacia Corea del Norte, volvió a pronosticar el colapso inminente de “todo el sistema de seguridad euroatlántica”. Igualmente, invitó a los europeos a desembarazarse de las “potencias externas” (esto es, EEUU) y participar en un marco eurasiático, asumiendo nuestra condición de apéndice de la expansión de estepa, taiga y tundra que es Rusia hasta el Pacífico.
Los aliados de la OTAN no percibimos de la misma manera el peligro; tampoco el significado de la contienda, ni sus implicaciones. En el este -en particular, los bálticos-, entienden que se juegan su supervivencia, además de la de Europa tal y como la conocemos. Esta semana, los dirigentes de Polonia, Lituania, Letonia y Estonia -de nuevo los bálticos- llamaban a la construcción de una línea defensiva en la frontera entre el bloque comunitario y Rusia/Bielorrusia para “abordar la necesidad grave y urgente de asegurar a la UE de las amenazas militares e híbridas”, que en el flanco norte son una realidad cotidiana.
Desde el otro extremo de la Alianza, tiene todo el sentido reforzar el nexo bilateral con este reducto del Báltico que abraza el enclave ruso de Kaliningrado y su puerto -muy preciados por Putin-; y recalcar los valores compartidos. Comprendiendo su percepción aguda de la amenaza que emana de Moscú, es de nuestro interés apoyar a estos miembros, cuyo tamaño es inversamente proporcional a su relevancia geopolítica; transmitirles que España está con ellos. Y marcar énfasis en el papel que puede jugar Madrid en el contexto comunitario y transatlántico. Éste ha sido, trasladado con la firmeza y mesura que le caracterizan, el consistente mensaje del Rey: “Podéis contar con España como amigo, como socio de la UE y aliado de la OTAN”
Agencias