Gobierno y oposición han llegado a un pacto que deja en puramente ridículas sus hipérboles
NotMid 27/06/2024
OPINIÓN
ARCADI ESPADA
Durante estos últimos años todo diálogo entre el Gobierno y el primer partido de la oposición empezaba así:
-Oye, tú, ultra…
-Dime tú, psicópata…
Entrando luego en materia, el Partido Popular acusaba al Gobierno de llevar España a su destrucción como Estado. Y el Gobierno alertaba de que una mayoría del Partido Popular era el paso previo a la vuelta de la Dictadura. La dialéctica rebasó ampliamente lo que puede esperarse del habitual enfrentamiento entre Gobierno y oposición. Y dejaba suspendida de un lado a otro la tensa cuerda del odio.
Ahora Gobierno y oposición han llegado a un pacto que deja en puramente ridículas sus hipérboles, instruye a los ciudadanos sobre el carácter ficticio de la lucha política y reivindica al más cínico e ignorante Zapatero, aquel que sentenció que las palabras (el sentido) están al servicio de la política y no la política al servicio de las palabras (del sentido). Sin embargo, el peor efecto es otro. Miles y miles y miles de ciudadanos creyeron que las hipérboles se ajustaban como un calcetín a las circunstancias, dieron absoluto crédito a la veracidad de las ficciones y estuvieron seguros de que, lejos de ser un conjunto vacío, cada una de las invectivas recíprocas estaba preñada de sentido.
Y es así cómo los demócratas matan a las democracias y facilitan la emergencia de los populismos.
Toda la fraseología chabacana, odiosa y falaz que los dos partidos centrales se han dedicado entre sí con tan estupefaciente ardor está en la base del fortalecimiento de sus extremos, es decir, de lo peor de sí mismos. Y es perfectamente lógico que así haya sido: la excepcionalidad de la situación descrita y la urgencia y radicalidad de los remedios que podrían acabar con ella daba por hecho el surgimiento de fuerzas de choque: a tal horror tal fragor. Así ha acabado cuajando la Voxemia, con sus cuatro partidos de delirio simétrico. Y así va a ser la Voxemia la beneficiaria principal del reparto político de carteras judiciales que han acordado los dos principales partidos. Porque el problema del acuerdo no es solo el carácter de farsa que proyecta sobre el pasado, sino que, farsa en sí mismo, este parto de los montes extiende la peste, bubónica por supuesto.