Sobre el leitmotiv de la responsabilidad moral que atañe a todo representante público en una democracia liberal, se ha edificado el Rey que necesitaba nuestro tiempo
NotMid 19/06/2024
EDITORIAL
Los diez años de reinado de Felipe VI, cuyo aniversario se conmemora hoy, han de ser examinados desde el prisma de las notables adversidades que ha conseguido afrontar con éxito. En una década en la que la polarización y el populismo han erosionado la vida pública y la convivencia en nuestro país, el Rey se ha forjado como el símbolo estable y fiable del encuentro entre españoles en el que se basó la reconquista de la democracia en 1978. Y en una década en la que la confianza en las instituciones ha sufrido una vertiginosa degradación, Felipe VI ha impulsado la regeneración y modernización de la Corona, dotándola del prestigio que conlleva la rectitud y envolviéndola de la esperanza en el futuro que la sociedad requiere en un clima tan divisivo. Sobre el leitmotiv de la responsabilidad moral, individual e intransferible, que atañe a todo representante público en una democracia liberal, se ha edificado el Rey que necesitaba nuestro tiempo.
El 19 de junio de 2014 arrancó para Felipe VI un reinado incierto. En primer lugar, el Monarca tomó las riendas de una Corona muy debilitada debido a la conducta de su padre, a cuya herencia renunció formalmente. Sin embargo, el comportamiento de Juan Carlos I no sólo fue poco ejemplar antes de abdicar. También lo ha sido después, en una etapa en la que ha actuado en contra de los intereses de su propio hijo, de la institución y del conjunto de los españoles, pues el descrédito de uno de los grandes protagonistas de la Transición alimenta la narrativa de quienes pretenden impugnar el sistema político que nació del mayor acto de fraternidad de nuestra convulsa historia.
Unido a ello, y tras el reinado marcadamente personalista de Juan Carlos, a Felipe VI le ha correspondido reorientar el ejercicio de su cargo hacia una profesionalización propia de una institución del siglo XXI, en lo que afecta también a la dación de cuentas y a la implicación con las preocupaciones sociales que hoy inquietan a los ciudadanos. En ese doble esfuerzo por abrirse a la sociedad e infundir confianza, han desempeñado un papel clave tanto la personalidad empática de la Reina Letizia como la sólida formación y la capacidad para conectar con los jóvenes que está demostrando la Princesa Leonor.
Lo más llamativo es que el reforzamiento de la Corona se ha producido en un escenario político muy complejo y de evidente declive institucional. Cuando el Rey ascendió al trono, España se sumergía en una deriva populista y de implosión del bipartidismo cuyos efectos aún perviven. Podemos, con un discurso ferozmente antimonárquico, acababa de lograr cinco europarlamentarios; el PSOE estaba a punto de virar de la mano de Pedro Sánchez, y la división atenazaba al PP, no sólo por la irrupción de Ciudadanos sino por el nacimiento de Vox. Al mismo tiempo, en Cataluña se fraguaba el primer gobierno netamente populista, con la consulta independentista del 9 de noviembre de 2014, que cristalizaría en el intento de referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017.
Fue en aquella semana angustiosa cuando, ante la inacción del Gobierno de Mariano Rajoy, el Rey pronunció su discurso decisivo, que evocó al que su padre dio el 23-F, para invocar a los poderes del Estado a actuar en defensa de la ley. Su intervención no fue solo necesaria y reconfortante, sino pedagógica, pues ejemplificó, en un momento de grave crisis institucional, el papel de árbitro que le encomienda la Constitución.
La década que ahora comienza no se antoja sencilla. Los extremos políticos persisten en romper el orden constitucional, y por ello atacan al Rey: porque simboliza la pervivencia de España como un espacio compartido de ciudadanos libres e iguales, unidos por una larga historia de afectos. A su vez, la Unión Europea se ve amenazada por las mismas pulsiones nacionalistas contra las que se fundó. Son tiempos inciertos, pero es en la incertidumbre donde más brillan los liderazgos que miran al futuro con esperanza. El mensaje que el Rey pronunció en la Navidad de 2019 nos inter-pela a todos: «Confiemos en nosotros mismos, confiemos en España y mantengámonos unidos»