La democracia debe propiciar que la personas expresen sin miedo sus opiniones, pero solo en las dictaduras se obliga a la gente a pronunciarse
NotMid 19/06/2024
OPINIÓN
RAFA LATORRE
Es probable que las tímidas manifestaciones políticas de Kylian Mbappé hayan causado más estupor en España que en Francia, lo que algo indicaría sobre la conversación pública en uno y otro país. Por aquí siempre ha habido un pavor reverencial a la exposición pública de las opiniones. Algo tendrá que ver la inexplicable sacralización del consenso, que se confunde con la democracia; cuando después de cuatro décadas practicándola debería darse por sabido que la democracia no es la preservación del consenso, sino la gestión del conflicto.
Un futbolista tiene notoriedad. Eso no le concede ni más ni menos razón que a cualquier otro ciudadano, pero ni su fama ni su renta presuponen que no sea sincero cuando expresa lo que considera mejor para su país. Tampoco lo preservan de la ira. Si alguien sabe que cualquiera de sus acciones -esto incluye sus opiniones- conlleva una crítica despiadada es el futbolista.
Hubo unos cuantos cientos de deportistas que en una carta pública en L’Équipe advirtieron del peligro que supone el ascenso de la extrema derecha en Francia. Mbappé va por libre e hizo una lectura más extensiva de los riesgos. Él alerta de los extremos, por divisivos. Lo dijo así, en plural y sin añadir un segmento concreto. Lo que ocurre es que la declaración se ha servido mutilada en España para que esa catástrofe de Mélenchon no se diera por aludido. O más bien para que los émulos ibéricos del leninista pudieran subirse a lomos de Mbappé. Una práctica habitual, que coincide poéticamente con la deportividad con la que los de Le Pen asumieron la crítica. ¿Extremos, dice? No se referirá por tanto a nosotros, de natural moderados.
Lo que debería preocupar no es todo esto tan familiar, sino la degeneración española, que está conjurando el pavor al posicionamiento con un mal mayor, un estadio superior del sectarismo, que es la obligación de posicionarse. A Unai Simón le inquirieron por el tema en una rueda de prensa y el portero de la selección salió del paso con unos regates retóricos al estilo de Butragueño. Sí, bueno, no. La reacción ha sido furibunda, incluye un repugnante escrutinio familiar y obliga a recordar otra máxima esencial de la vida en común en un país de libertades. La libertad de pensamiento no existe sin libertad de expresión, y ésta deriva en farsa si no incluye la libertad de permanecer callado. La democracia debe propiciar que las personas expresen sin miedo sus opiniones, pero solo en las dictaduras se obliga a la gente a pronunciarse.