El mandatario chileno pierde apoyos en su coalición y afronta graves desafíos
NotMid 14/06/2024
IberoAmérica
Gabriel Boric mira a su derecha y ve una oposición más refractaria que nunca, pero gira su cabeza a la izquierda y se encuentra también con problemas, con críticas y deserciones entre los suyos. El presidente de Chile, que comenzó su Gobierno en marzo de 2022 con la expectativa de transformar el país y convertirse en un líder regional, encara la recta final con un mantra: es “ahora o nunca”. O saca adelante algún proyecto que deje huella, o su Gobierno se irá diluyendo en la batalla electoral que ya se perfila para las presidenciales de 2025.
En la reciente Cuenta Pública, un Estado de la Nación chileno, aunque sin debate, Boric dio un discurso de dos horas y 45 minutos en el que destacaron dos temas: la decisión de sumarse a Sudáfrica en la denuncia por genocidio contra Israel en la Corte Internacional de Justicia y el anuncio de una ley para legalizar el aborto y la eutanasia.
El primer tema no generó mayores polémicas: Chile es el país con una de las mayores comunidades de palestinos en el mundo. El segundo, en cambio, llevó a un quiebre de la relación del Boric y el Gobierno con la Democracia Cristiana, que se enteró en el mismo recinto del Congreso de las intenciones del presidente. Hubo legisladores de derechas que se retiraron mientras el presidente hablaba, y lo que los democristianos no le perdonan a Boric es que hiciera el anuncio a sus espaldas, cuando ellos, pese a no formar parte de la coalición de gobierno, han apoyado de forma persistente al Gobierno.
Días después de ese discurso, Boric volvió a encontrarse con una palabra que lo persigue desde el día de su asunción, el 11 de marzo de 2022: “Merluzo”. Responsabilidad de Carlos Herrera, que en aquellos días se molestó por un comentario del presidente chileno, que había calificado de “inaceptable” la demora en su ceremonia de asunción a partir del retraso del rey Felipe VI, que fue responsabilidad del protocolo local, aunque muchos en Chile se lo endosaron al monarca.
“A los chilenos, con este merluzo, les esperan días de gloria”, dijo en su programa radial Herrera, que no le perdonó a Boric el comentario sobre el rey. Seguramente sin saber las consecuencias de sus palabras, propagó un término descalificatorio que en España tiene sentido, pero que hasta entonces nadie conocía ni utilizaba en Chile. Ya no es así: desde entonces, Boric escucha con frecuencia el calificativo de “merluzo”, la última vez en un acto público en el que ya no quiso hacerse el distraído.
“Quienes gritan eso, les cuento que me da mucha risa eso de ‘Merluzo’ porque quedan mucho más en ridículo ustedes que yo cuando dicen ese nombre. Me causa harta gracia, así que muchas gracias por contribuir a mi sentido del humor, estimados”. Es evidente que a Boric el asunto en realidad ya no le causa gracia, porque lo de “merluzo” es, a sus 38 años, solo el emergente de todos los problemas y contradicciones que afronta su coalición de gobierno.
PIERDE APOYOS
La senadora Fabiola Campillai es todo un símbolo político para la izquierda, ya que quedó ciega, sin gusto ni olfato como resultado de la represión ante la violenta insurrección popular de octubre de 2019. Campillai apoyó a Boric para que llegara al Gobierno, y así movilizó al voto más izquierdista y ya crítico con el entonces candidato.
Pero ese apoyo se terminó. “Como muchos de ustedes me siento decepcionada con este Gobierno”, dijo Campillai para anunciar su ausencia en la “Cuenta Pública”.
Boric inició su mandato proponiendo una “política exterior turquesa”, que ponía el acento en el mar y la biodiversidad como asuntos de primer orden, y fue (y sigue siendo) firme y coherente con los temas de derechos humanos: condena las violaciones en todos los países, no hace la vista gorda con regímenes como los de Cuba, Venezuela o Nicaragua, con los que tantas izquierdas de la región siguen simpatizando. Y eso le generó no pocos problemas con otros gobiernos de izquierda, entre ellos el del brasileño Lula, que hace unas semanas debía visitar Chile y finalmente no fue debido a las inundaciones en Río Grande do Sul.
Lula lo llamó “joven inexperto”, algo que molestó al presidente, pero que en los hechos es cierto: asumió como el presidente más joven de las Américas y, mientras veía como la primera parte de su mandato se consumía en medio de plebiscitos constitucionales fallidos, constataba que sus ambiciones reformistas se estrellaban con la realidad: no pudo sacar adelante la reforma fiscal, y tiene también serias dificultades con la reforma del sistema privado de pensiones, clave de bóveda de la economía chilena.
El secuestro y asesinato en territorio chileno del ex militar venezolano Ronald Ojeda, presumiblemente por parte de agentes de Nicolás Maduro, desató enormes tensiones no solo con Caracas, sino al interior de la coalición, con el Partido Comunista. Un partido en un momento especialmente delicado: Daniel Jadue, una de sus figuras, y rival de Boric en las primarias presidenciales, deberá cumplir prisión preventiva por un caso de corrupción.
Y, como telón de fondo, la principal preocupación de los chilenos: la inseguridad, que ha crecido de forma notable ya en el segundo mandato del fallecido presidente Sebastián Piñera, un tema al que el Gobierno de Boric no encuentra solución. No se ha capturado a los autores del reciente asesinato de tres carabineros en el sur del país, un hecho que conmueve a los uniformados. Pero, además de eso, en el día a día y en especial en Santiago, el perfil del delito ha variado, es mucho más violento, ya no se trata de robos, sino de asesinatos y de la aparición periódica de cadáveres. Señales narco que es lo último que necesitaba un presidente en problemas.
Agencias