El partido se enfrenta a un desafío clave: defender la España constitucional como una apuesta ilusionante de futuro
NotMid 23/04/2024
EDITORIAL
La falta de ambición con la que el PP ha digerido sus resultados en las elecciones vascas es una mala señal respecto a la determinación que debería guiar al partido de Alberto Núñez Feijóo en el duro ciclo electoral que tiene su próxima estación en los comicios catalanes (12 de mayo) y la final, en los europeos (9 de junio).
Tras una campaña en la que los populares se han mostrado dubitativos en la batalla contra el nacionalismo en su conjunto para centrarse en erosionar al PNV por el flanco de la gestión, el partido debería tomar conciencia de que sólo saldrá fortalecido si se le identifica como alternativa moral, política y cultural al nacionalismo, sobre todo allí donde lleva décadas moldeando a la sociedad y fomentando la exclusión de todo lo español.
En un escenario adverso, el PP ha crecido considerablemente en votos pero sólo ha sumado un escaño hasta los siete. Este resultado no puede colmar sus expectativas. Aunque es cierto que en Álava hacen falta muy pocos votos para obtener representación, la pervivencia del escaño de Vox es un síntoma de que el PP no ha aprendido de los errores que llevaron a la fragmentación de su base electoral.
En sintonía con Génova, Javier de Andrés se ha centrado en captar a votantes desencantados del PNV. Nadie dice que un partido como el PP no deba plantear, también en Euskadi, un proyecto propio de gestión de la economía y los servicios públicos. Sin embargo, los populares no pueden relegar la función social esencial que tienen tanto en el País Vasco como en Cataluña: la defensa de España como proyecto solidario de vida en común. La construcción de un sentimiento compartido de pertenencia.
Precisamente por representar esos valores de vínculo afectivo con la Constitución y con el resto del país, el independentismo radical quiso exterminar al centro derecha democrático y hoy se centra en deslegitimarlo. Tras el abandono del PSOE, este espacio encarna en solitario la garantía del pluralismo y la diferencia, los derechos fundamentales y la igualdad entre ciudadanos. Esto es: la libertad.
En este sentido, la tibieza explícita de De Andrés al tratar la amenaza de EH Bildu como formación heredera de ETA colisiona con los elementos simbólicos y emocionales que sostienen al PP y con la propia historia de heroica resistencia de sus cuadros en el País Vasco.
Para Cataluña, el PP promete un «modelo alternativo al nacionalismo». A ello ayudará el perfil de Alejandro Fernández, un demostrado referente en el combate cívico contra el nacionalismo reaccionario. No hay margen para el error, porque en la tierra del procés se decide el futuro del país.
Por eso el desafío del PP es clave: abanderar sin miedo un proyecto alternativo que defienda la España constitucional, no como una evocación del pasado, sino como una apuesta ilusionante de convivencia y prosperidad.