Se endurece el lenguaje de los líderes de la UE: hay que prepararse para luchar. Una victoria de Putin en Ucrania y de Trump en las urnas puede cambiarlo todo
NotMid 07/04/2024
MUNDO
En la plaza Soborna, centro de la ciudad ucraniana de Odesa, cada tarde se juntan los mismos jubilados para volver a jugar partidas de ajedrez en viejos y desgastados tableros de madera con sus gorros de astracán y sus relojes Jantar de la era soviética. Da igual que suene la alarma, que los rusos lancen sus misiles o que una tormenta de nieve caiga sobre la perla del mar Negro. Ellos acuden puntuales para repetir aperturas históricas de Bobby Fisher, los jaques de Kasparov o las estrategias agresivas de Anatoli Karpov o Tigran Petrosian.
Sentarse en sus duros bancos de granito a ver a esos jugadores de ajedrez rusoparlantes con sus trajes grises, a la moda del Pacto de Varsovia, supone un viaje en el tiempo. En la época soviética de esos viejos relojes, plena Guerra Fría, se forjó la mente de Vladimir Putin y su obsesión por Occidente como enemigo de Rusia. Tras dos años de invasión de Ucrania, algunos líderes europeos comienzan a perder la esperanza de escapar de la guerra con una paz negociada. ¿Estamos ante el fin de la mayor ventana sin conflictos de la historia del Viejo Continente?
«Puede que la amenaza de guerra no sea inminente, pero no es imposible», dijo Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea, aseguró que «el mundo vive en el mayor riesgo geoestratégico desde la Crisis de los Misiles de Cuba en 1962». Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, cree que «una derrota de Ucrania tendría efectos devastadores para Europa». Macron ha ido aún más lejos: «Una guerra no es una ficción y no está lejos. Todas las opciones son posibles». Mientras, el ministro de Defensa de Alemania anuncia una profunda reestructuración de las Fuerzas Armadas y la posible reintroducción del servicio militar obligatorio para hacer frente al déficit de reclutas. ¿Es que se han vuelto todos locos de repente? ¿Qué ha cambiado en los últimos meses para variar el discurso de esta manera?
Igual que los cerebrales jugadores de la plaza Soborna preparan sus estrategias varios movimientos por delante del adversario, la foto fija que nos devuelve en este momento la invasión de Ucrania muestra un escenario inquietante. El oponente debe estudiarse antes de jugar, pero como dice Timothy Snyder, historiador en la universidad de Yale y experto en Europa del Este, «nuestro desconocimiento de la mente de Putin es profundo. Muy profundo». Varios acontecimientos comienzan a revelar un horizonte de escalada que hace un año parecía impensable. En Bruselas ya se han dado cuenta.
El primer movimiento viene de Estados Unidos: la negativa de Trump a ayudar militarmente a Ucrania y su querencia por Vladimir Putin ha supuesto que la minoría que controla haya cerrado el grifo armamentístico en el Congreso. Hace meses que no le llega munición a Kiev y los rusos lo han aprovechado a principios de este año para tomar la ciudad de Avdivka y relanzar sus ofensivas.
El segundo movimiento proviene de la propia Rusia: sin oposición alguna que le obstaculice y al mando de todo el aparato del Estado, Putin ha adaptado toda su industria a la economía de guerra para machacar las ciudades ucranianas a distancia, agotar sus defensas antiaéreas y aterrorizar a su población. La victoria en su farsa electoral le permitirá además hacer otra gran movilización que está por anunciarse. «El ejército ruso está casi completamente reconstituido», aseguró esta semana Kurt Campbell, subsecretario de Estado de EEUU, aunque la calidad de sus tropas y sus blindados (piezas de museo en muchos casos) no tengan nada que ver con los de febrero de 2022.
Putin ha vaciado todos los viejos arsenales de la Guerra Fría y los almacenes siberianos llenos de tanques herrumbrosos para recomponer un ejército al que le habían roto los dientes en Kiev y en las contraofensivas ucranianas de 2022. Ahora, con todo el país volcado en la guerra, señalada como «existencial» para Moscú (aunque sólo lo sea en realidad para su régimen).
SACRIFICIO
Aunque los intentos de avance para los rusos se pagan en miles de muertos desparramados por el campo de batalla, el Kremlin no duda en sacrificar los recursos humanos y materiales que sean necesarios para conseguir algo a lo que poder llamar «victoria» durante este 2024. Si EEUU no desbloquea la ayuda militar en el Congreso y si Europa, la lenta y burocrática Europa, no pasa de las palabras a la acción, se abrirá para Putin la oportunidad que las tropas de Kiev aún no le han permitido: tratar de hundir el Estado ucraniano como primer objetivo y abrir de nuevo un periodo de sumisión a Moscú con algún títere teledirigido desde el Kremlin.
Los líderes europeos han reiterado que una victoria de Rusia en Ucrania tendría consecuencias nefastas para el continente, pero, ¿qué están dispuestos a hacer para evitarlo? La gran mayoría de dirigentes no se ha pronunciado. Macron en cambio sí lo ha hecho. El presidente galo aseguró que no descarta enviar tropas francesas a Ucrania para evitar una victoria de Vladimir Putin. Ayer mismo, Noruega declaró lo mismo. No significa que soldados de estos países vayan a ser desplegados en Ucrania, pero al menos se guarda cierta «ambigüedad estratégica», o sea, no decirle al enemigo de antemano lo que vas a hacer colocándote tú mismo líneas rojas que Moscú jamás traza.
Otro de los movimientos que se van revelando en esta partida de ajedrez es que el régimen ruso no es sincero cuando habla de que está abierto a conversaciones de paz. Los dos intentos previos de parar la guerra, en Bielorrusia y en Turquía durante las primeras semanas de invasión, fueron un intento de blanquear su posición ante lo que llaman «el sur global», pero ni Moscú piensa ceder un ápice ni hay ninguna renuncia a cumplir sus objetivos. En Bruselas, de nuevo, también han descubierto la jugada. No habrá diálogo con Vladimir Putin en estas circunstancias.
Con una victoria en una Ucrania sin munición, aunque sea local y pírrica, viene el siguiente movimiento: una posible victoria electoral de Trump el próximo mes de noviembre. El ex presidente no sólo admira públicamente a Vladimir Putin, con el que presume de entenderse a la perfección, sino que le ha animado a «hacer lo que quiera» con lo países de la OTAN si los países europeos no gastan más en su defensa. Además, el candidato republicano no descarta sacar a Estados Unidos de la Alianza Atlántica e incluso lo ha añadido a su programa electoral. La mejor noticia para el régimen de Moscú durante este 2024 sería el regreso de Trump a la Casa Blanca.
NUEVA ERA
«Sé que suena devastador, sobre todo para la gente de la generación más joven, pero tenemos que acostumbrarnos mentalmente a una nueva era», asegura el primer ministro polaco, Donald Tusk. «Estamos en una época de preguerra. No exagero. Cada día es más evidente». Ayer, Finlandia, uno de los pocos países occidentales que aún mantenían pasos fronterizos abiertos con Rusia, los cerró definitivamente.
En un escenario en el que Putin puede apuntarse una victoria en Ucrania y otra en las urnas de EEUU vía Donald Trump, ¿qué podemos esperar? El almirante español Juan Rodríguez Garat analiza para EL MUNDO este posible escenario: «Estas dos condiciones, la victoria de Putin en Ucrania y el debilitamiento de la OTAN, son necesarias para que el régimen ruso intente una agresión a algún otro país de Europa. Putin es un hombre rencoroso pero no va a lanzarse a invadir de golpe. Sería mucho más probable que lanzara algún tipo de ataque híbrido. Es un escenario que creo que es poco probable, pero que es posible, y esa posibilidad es la que asusta a los dirigentes europeos».
¿Son los países Bálticos los más expuestos a una acción rusa aunque pertenezcan a la OTAN? «Sí. Son países pequeños. Ninguna de las repúblicas bálticas puede enfrentarse a Rusia por tamaño y recursos. La vacuna contra esta escalada está en el rearme y la disuasión», comenta el almirante Rodríguez Garat.
AGRESIVIDAD
En realidad, la agresividad de Rusia con estas repúblicas ya ha comenzado. En las últimas semanas, varios equipos rusos de guerra electrónica están creando una gran disrupción sobre las señales de navegación de los aviones, no sólo militares, sino también civiles.
Gabrielius Landsbergis, ministro de Exteriores de Lituania, define la situación de estos países en un tuit: «La narrativa definitiva será escrita por historiadores. Discutirán nuestras decisiones. Si fracasamos, serán duros. Se preguntarán por qué creímos en la ficción que nos contamos a nosotros mismos y decidimos ignorar los hechos sobre el terreno. Lo llamarán tragedia, no victoria».
El historiador ucraniano Serhii Plokhy escribe: «Miro los argumentos de Vladimir Putin y reconozco los escritos de los historiadores imperiales rusos. El concepto de que rusos y ucranianos eran el mismo pueblo era la idea dominante antes de la Revolución Rusa. Putin está hablando con los fantasmas del pasado, tratando de convertirlos en los monstruos combatientes del futuro».
En realidad, si todos estos condicionantes se dan, y todos tienen posibilidades de suceder en mayor o menor medida, estaríamos ante un jaque de Vladimir Putin contra la OTAN que puede ser mate. Si EEUU no actúa ante una pequeña intervención de Rusia por ejemplo, en Narva (ciudad estonia habitada por un 90% de población rusófona) y el resto de socios europeos se acobarda, ¿de qué sirve entonces la Alianza? Equivale a matar a la reina moviendo un sólo peón, el sueño de los jugadores de la plaza Soborna de Odesa, objetivo y obsesión de Rusia en Ucrania.
Agencias