El PP no ha entendido la posición que ocupan tras el 23-J: ¿es que no hay sitio en España para un partido capaz de representar serenamente la racionalidad constitucional?
NotMid 18/02/2024
OPINIÓN
MANUEL ARIAS MALDONADO
Nadie sabe lo que sucederá hoy en las elecciones gallegas, que los dirigentes populares -en Santiago o Madrid o los dos sitios a la vez- tuvieron la brillante idea de adelantar: querían aprovechar el impacto de la amnistía sobre el electorado y obtener una cómoda mayoría absoluta. Bien podrían lograrla; la región les es propicia. Pero las encuestas no han detectado la indignación prevista entre los votantes; lo que pierden los socialistas, lo ganan los nacionalistas. Para colmo, Feijóo ha revelado que su partido estudió y desechó la amnistía antes de su fallida investidura, lo que ha servido para desanimar al votante y confundir al ciudadano.
Se ignoran los motivos del chocante outing; es inútil especular sobre voladuras controladas y actos suicidas: toca atender a los resultados de la maniobra. No son halagüeños: por mucho que uno diga que una cosa es evaluar una amnistía y otra forzar las leyes para concederla, el oficialismo aprovechará la ocasión para difuminar los matices e incluso mandará una carta a Bruselas informando del presunto cambio de postura de los conservadores. No es eso, dirán en Génova: como si alguien estuviera escuchando. Y eso no es todo.
Dicen los populares que descartaron la amnistía en apenas 24 horas por ser inconstitucional; añaden que indultarían a Puigdemont si hiciera un acto de contrición sobre cuya base pudiera renovarse la convivencia democrática en España. ¡Qué falta de originalidad! Pocos españoles se negarían a pasar página si los separatistas dejasen se comprometiesen a cumplir la legalidad constitucional. Precisamente porque eso no pasa, la amnistía impulsada por los socialistas es -además de inconstitucional- descaradamente inmoral. Ya se ve que eso no impide a Sánchez decir que él solo piensa en el interés general: no pensará Feijóo que puede ganarle a ese juego.
Esas incongruencias no hacen deseable la victoria en Galicia del bloque formado por nacionalistas y socialistas; añadir otra pieza al puzle confederal dará un impulso suplementario a la operación destituyente mediante la cual los socialistas hacen de la necesidad virtud. Pero desconcierta comprobar que los populares no han entendido la posición que ocupan tras el 23-J: ¿es que no hay sitio en España para un partido capaz de representar serenamente la racionalidad constitucional frente al chovinismo nacionalista y su tóxico discurso esencialista? De repente, surge un recuerdo: ese partido ya existió. Y fue destruido por sus votantes. Así es la rosa.