El Gobierno construye una ciudad a 1.000 kilómetros de distancia de Yakarta que tiene previsto abrir sus puertas en agosto, seis meses después de las elecciones
NotMid 28/01/2024
ASIA
Yakarta se hunde. No hay futuro para esta caótica ciudad con más de 10 millones de habitantes. La capital de Indonesia, que ha crecido a un ritmo vertiginoso desde la independencia del país en 1945, es ahora mismo una centrifugadora de amenazas climáticas. Al aumento del nivel del mar y el hundimiento de la tierra, hay que sumar la frecuente sacudida de terremotos y unas inundaciones cada vez más intensas. Los expertos lo tienen claro: si continúa esta tendencia, Yakarta terminará sumergida bajo el agua en 2050. Por ello, el Gobierno indonesio ya está construyendo otra capital a más de 1.000 kilómetros de distancia.
Del superpoblado extremo occidental de la isla de Java a la jungla de Kalimantan Oriental, en la isla de Borneo. El viaje para trasladar la capital arrancó a mediados de 2022 cuando se puso el primer ladrillo de la futura capital, Nusantara -significa “archipiélago” en el antiguo javanés-, de la que se espera que sea el doble de grande que Nueva York.
El proyecto ha sido la piedra angular de la última legislatura del presidente Joko Widodo, conocido popularmente como Jokowi, quien no repetirá como candidato en las próximas elecciones del 14 de febrero. Su sucesor tendrá que cumplir con la promesa de Jokowi de levantar en Borneo una megaciudad verde y moderna, llena de parques y bosques, nada contaminada, y con una locomotora que funcione gracias a las energías renovables.
El objetivo es que Nusantara abra sus puertas el 17 de agosto de este año, coincidiendo con el Día de la Independencia de Indonesia. El plan es que, durante la primera fase de mudanzas en verano, con una parte de la urbe ya habitable, se puedan trasladar a la nueva capital a todos los funcionarios que viven en Yakarta y al Gobierno al completo. “Queremos construir una nueva Indonesia”, dijo Jokowi cuando presentó el proyecto en 2019.
Nusantara seguirá el modelo utilizado por Brasil cuando construyó Brasilia para ser el centro político del país: grandes avenidas rodeadas de ministerios y oficinas gubernamentales, pero con un toque mucho más verde, con bosques y senderos en los tejados, y un palacio presidencial que tenga forma de garuda, un ave que es el símbolo nacional del país.
Pero la construcción de la ciudad, que poco a poco irá cogiendo forma, no está exenta de polémicas. Los grupos ambientalistas y las comunidades indígenas se han plantado contra los planes del Gobierno porque dicen que la nueva capital está provocando el desplazamiento de pueblos étnicos que siempre han dependido de esa tierra para su sustento. También denuncian el daño medioambiental -deforestación en una de las extensiones de selva tropical más grandes del mundo- y la explotación de lo que era un hábitat natural para animales en peligro de extinción.
“Los planes del Gobierno no han tenido en cuenta la vida silvestre única de la región, como los orangutanes y los osos malayos. La nueva ciudad atraviesa un importante corredor animal. Pero como los políticos tenían que darse prisa de cara a la campaña electoral, se han lanzado a construir sin reubicar primero a los animales”, asegura Dwi Sawung, portavoz de la organización ambiental local Foro Indonesio para el Medio Ambiente Vivo.
La prisa a la que se refiera Sawung radica en que Yakarta, que ya tiene un 40% de su superficie bajo el nivel del mar, se está hundiendo mucho más rápido de lo previsto: hasta 25 centímetros por año, mientras que las mareas aumentan hasta 200 centímetros anualmente.
Parte de la culpa de estos hundimientos la tiene la extracción masiva de aguas subterráneas. Esto se debe a la escasez de un suministro público de agua. El sistema de agua corriente apenas abastece a un millón de hogares. Muchos residentes sedientos no tienen otra opción que drenar por su cuenta los muchos acuíferos pantanosos que les rodean.
La vieja capital está asentada sobre una llanura aluvial baja y plana por la que fluyen hasta 13 ríos, que bajan desde las montañas del sur hacia la bahía de Yakarta. Fueron los holandeses, durante el periodo colonial del siglo XVII, quienes llenaron de canales la ciudad. El problema es que esto, a la larga, ha provocado que Yakarta sea más propensa a grandes inundaciones durante la temporada de los monzones.
Las lluvias torrenciales cada vez golpean con más fuerza. A lo que hay que sumar que las precipitaciones caen con frecuencia sobre los terrenos elevados que rodean a Yakarta, lo que hace que el agua fluya hacia la ciudad y empeore unas inundaciones crónicas que, según las autoridades, causan unas pérdidas anuales de 2,1 billones de rupias (al cambio son más de 123 millones de euros).
Para evitar el rápido hundimiento, el último proyecto lanzado por las autoridades, además de anunciar más sanciones para quien extraiga ilegalmente las aguas subterráneas, se centra en ampliar los muros costeros, mejorar los sistemas de drenaje y construir un malecón gigante con forma de pájaro. Pero esto último se llevará a cabo en tres fases y podría durar varias décadas.
El dinero, sobre todo, se está invirtiendo en poner a punto lo más rápido posible la nueva capital, donde ya se han invertido más de 30.000 millones de euros que han limpiado un terreno de color rojo anaranjado en la jungla de Borneo, donde había varios asentamientos indígenas.
“El Gobierno ha prometido compensarnos, pero no queremos que nos reubiquen. No queremos que muevan las tumbas de nuestros antepasados, ni que destruyan la tierra en la que siempre hemos vivido”, protestaba en una entrevista en un medio local un líder comunitario indígena.
Agencias