Las tres dictaduras (Cuba, Venezuela y Nicaragua) planean imponerse en una región atenazada por la polarización y los populismos
NotMid 02/01/2024
IberoAmérica
“Fíjense el desastre de Argentina, ¿se han dado cuenta? ¡La locura! Un decreto dictatorial del presidente neonazi de ultraderecha eliminando todos los derechos del pueblo, acabando con la soberanía económica. El señor Milei viene de la mano de los sectores más extremistas de EEUU, del trumpismo y del sionismo. Nosotros les decimos a la ultraderecha, ¡con Venezuela no han podido ni podrán jamás!”. Nicolás Maduro aprovechó el 28 de diciembre para disparar su último misil político en contra de quien derrotó a sus aliados peronistas, quien además parece catalizar un nuevo frente a las dictaduras.
Pero no se trataba de una inocentada de Maduro, a quien tanto le gustan los (malos) chistes criollos: él mismo protagoniza la mayor debacle económica y social del continente, con el salario mínimo apenas alcanza los 4 euros al mes y con una economía “soberana” derruida y dolarizada de facto.
Las tres dictaduras de la región han estirado al máximo el concepto de la ultraderecha, con la ayuda de sus aliados izquierdistas y populistas, para imponer una polarización política que Hugo Chávez utilizó como nadie para mantenerse en el poder. La misma polarización multiplicada que hoy rige los destinos de la región. Extremismo dialéctico, el arma favorita de los populistas, cuyo efecto se multiplica por el hastío ante la corrupción y el desprestigio de la democracia, que ejercen como sus mejores motores en un territorio para su extensión por los efectos de la pandemia. Herramientas parecidas a las que usan las fuerzas oscuras de Guatemala para entorpecer el inminente acceso al poder del progresista Bernardo Arévalo, fechado para el 14 de enero y el primer duelo político del año que comienza.
Con semejantes condiciones enfrenta América Latina un 2024 fundamental para no darse por rendida y sumar una nueva década perdida. Otro año en que las dictaduras (Venezuela, Cuba y Nicaragua) planean imponerse a la fuerza sobre sus sociedades mientras simulan que están de fiesta: el castrismo cumplió ayer 65 años sin ninguna intención de jubilarse, el chavismo festejará en febrero 25 años del acceso al poder del comandante supremo mientras Daniel Ortega encarcela a diestra y siniestra obispos y sacerdotes, sabedor de que una vez desmantelados partidos y organizaciones de la sociedad civil la Iglesia Católica es la única capaz de proteger a un pueblo asediado.
Un dato incontestable asoma para quienes han apostado por la “normalización” de las dictaduras: en torno a 1.400 presos políticos amanecieron ayer en las mazmorras de las tiranías latinoamericanas, rehenes imprescindibles para su juego del poder.
Precisamente Venezuela es uno de los seis países que celebrarán elecciones presidenciales este año. Todo apunta a que tras cinco años de voto de castigo, con los oficialismos cayendo frente a otros candidatos, 2024 va a romper la tendencia. En El Salvador, el campeón populista Nayib Bukele es imbatible y en República Dominicana el moderado Luis Abinader encabeza todas las encuestas frente al candidato del Grupo de Puebla, el ex presidente Leonel Álvarez.
La gran batalla por el continuismo populista se dará en México, donde la ex alcaldesa Claudia Sheinbaum, candidata de Andrés Manuel López Obrador, enfrenta con ventaja a la moderada y muy sólida Xóchitl Gálvez.
“Son seis elecciones en un año significativo, porque tras la pandemia algo está pasando que impide a los gobiernos mantener la confianza y el apoyo de la gente, una tendencia que se puede romper con liderazgos oficialistas muy fuertes. Y todo ello con una mayor polarización, no sólo más profunda, sino también en polos más opuestos. Frente a las dictaduras y sus cómplices y aliados han surgido liderazgos en el otro polo como Bukele, además de la llegada de nuevos actores, como Milei. La balanza será más equilibrada este 2024 después de años con el mapa pintado de rojo“, describió para EL MUNDO el analista Miguel Velarde.
Entre esos liderazgos destaca el del moderado Luis Lacalle Pou en Uruguay, otra de las elecciones que será observada con especial atención desde los vecinos del Mercosur, como Brasil y Argentina. De momento, el Frente Amplio (izquierda) va en cabeza en las encuestas, pero una nueva alianza gubernamental le disputaría la presidencia. Lacalle no será de la partida (no hay reelección), aunque su mano derecha, Álvaro Delgado, asoma como candidato oficialista.
En Panamá, parece cantado el regreso del populista Ricardo Martinelli. El ex presidente, tras un año encarcelado en EEUU, fue extraditado a su país, en donde resultó absuelto de varios casos de corrupción. Ahora aboga incluso por una Constituyente en medio de una fuerte tensión política.
Pero si hay una elección (o algo parecido) que destaca en el tablero geoestratégico global, esa es la de Venezuela. “Que 2024 sea el año de la libertad“, resumió ayer el sentir de la mayoría del país el escritor Juan Carlos Méndez Guédez.
Maduro ha establecido que gobernará (en principio) hasta 2030 y así lo ha hecho saber en embajadas y cancillerías, más allá de unas elecciones pautadas para el segundo semestre del año. Una meta que sería imposible en otro país porque sólo cuenta con un apoyo popular en torno al 17%.
Todo ello cuando además en frente sopla el huracán María Corina Machado, fenómeno político surgido durante las primarias opositoras de 2023 que hoy le supera en 60 puntos según las encuestas. De ahí el fraudulento proceso de inhabilitación que sufre la candidata, sólo posible en la Nicaragua de Daniel Ortega o en la Venezuela de su socio revolucionario.
El jaque de Maduro es una jugada política posible en el actual tablero de la geopolítica global, porque además dictaduras, regímenes iliberales, autoritarios y populistas juegan con las piezas blancas. “Lo que suceda con María Corina Machado va a ser el pistoletazo de salida para la política en 2024. Hay una decisión pendiente del Supremo, cuya respuesta esperamos para las dos primeras semanas de enero. La oposición tendrá que ver si logra abrir esa ventana para la democracia, en unas elecciones que en Venezuela no son justas ni son libres”, adelantó a EL MUNDO el consultor político Luis Peche Arteaga.
Hasta el momento, el fenómeno político que representa Machado se ha movido con acierto pese a las trampas constantes que prepara el oficialismo. La moderación y la apertura a todos los sectores de la oposición han consolidado su posición predominante. Cuenta además con el respaldo del pueblo opositor dentro y fuera del país, que no quiere saber nada ni de partidos tradicionales ni mucho menos de falsos candidatos opositores, una de las estrategias ya usadas por el chavismo en 2018.
“En el caso venezolano, la comunidad regional, no solamente EEUU, tiene la responsabilidad de presionar por elecciones libres y transparentes. A todos les interesa una resolución pacífica del conflicto, que además contribuya a disminuir las tensiones por la crisis migratoria”, apuntó María Puerta Riera, profesora de gobierno americano en Florida.
Y es precisamente la crisis migratoria otro de los factores clave de este 2024. En el jaque que prepara Maduro contra la libertad, su principal pieza sobre el tablero es la incontenible ola de migrantes que caminan desesperados en busca de futuro, como demuestran los 12 vuelos desde EEUU cargados de ilegales venezolanos y los acuerdos de última hora con México, que también deportará a los criollos para reducir la tensión en la frontera del Río Bravo.
Los efectos de la pandemia resucitaron el sueño americano como principal vía de escape. Y no sólo en Venezuela, Cuba y Nicaragua. También para haitianos, ecuatorianos, centroamericanos, colombianos o mexicanos. Todos ellos viven una especie de regreso al pasado en medio de la polarización política y el desprestigio de la democracia.
Agencias