Crece el pesimismo en el nacionalismo catalán sobre la posibilidad de que se llegue a un acuerdo de investidura con Pedro Sánchez
NotMid 19/10/2023
OPINIÓN
IÑAKI ILLAKURÍA
El visto y no visto de Pere Aragonès en el Senado, que Junts y la CUP han definido como un nuevo e innecesario gesto de servilismo del presidente catalán para con el colono español, puede haber sido el primer acto de campaña de unas nuevas elecciones generales que ERC e importantes sectores del poder catalán ya contemplan como un escenario probable.
La esperanza de los republicanos de culminar un acuerdo de investidura y amnistía con el PSOE antes de diciembre, que hasta hace muy poco Oriol Junqueras daba por descontado -demandando al Gobierno, incluso, hablar ya de la “nueva pantalla” del referéndum-, se ha enfriado debido al atasco de la negociación. Por dos motivos principales: las exigencias de Carles Puigdemont de que en el preámbulo y la explicación política de la amnistía quede reflejado que el Estado pide perdón por la actuación policial y judicial el 1-O -es decir, sería el independentismo el que amnistiara a España-. Y por otro lado, la obligación de Pedro Sánchez de ceder ante el independentismo, pero sin que parezca una rendición incondicional. Otro factor que aleja el acuerdo es la negativa del líder del PSOE a incorporar en el pacto de investidura ninguna referencia o futura brecha para la celebración de algún tipo de consulta de autodeterminación, tal como le ha exigido el líder del PSC, Salvador Illa.
En pocos días, el optimismo en Cataluña sobre la investidura ha mutado en preocupación y nervios, sobre todo entre unos sectores económicos que no quieren nuevos escenarios de inestabilidad y que están entregados al sanchismo. Aunque los principales damnificados de unas elecciones, en las que los sondeos apuntan a una subida sensible de Junts, y la posibilidad de un gobierno de derechas en España es ERC. Partido que decidió cambiar radicalmente su discurso y estrategia, distanciándose del radical legitimismo de Junts, poco después de los indultos a los dirigentes del procés.
En ese momento y no sin riesgo, Junqueras asumió por escrito que la independencia unilateral no era posible, habló de reconciliación social en Cataluña -aunque nunca haya hecho un gesto para propiciarla- y ató la suerte política de ERC a la de su diálogo con Sánchez como motor para la transformación de España en un estado confederal, con la celebración de un referéndum pactado “a la escocesa” como destino final.
Es este proyecto republicano, que ciertamente ha arrastrado al PSOE a asumir la amnistía y que el catalán es un “conflicto político” bilateral -un triunfo que ERC considera como un patrimonio a explotar electoralmente-, el que Aragonès ha reivindicado en su fugaz mitin en el Senado (Pasqual Maragall ya compareció en 2006 para defender el Esatut), cuya decisión de hablar solo en catalán y abandonar el pleno nada más acabar su alocución demuestra que se dirigió exclusivamente al electorado nacionalista, en un momento en el que Puigdemont ha recuperado protagonismo y liderazgo moral en el independentismo.
En esta guerra entre ERC y Junts por la hegemonía nacionalista en Cataluña, a los republicanos les preocupa, lógicamente, que su alianza con Sánchez se vaya al garete y queden retratados frente a los sectores más duros del independentismo como unos pardillos, engañados de nuevo por el socialismo español. De ahí, que Aragonès, un presidente de la Generalitat cada vez más débil y ninguneado, con su intervención preñada de tópicos victimistas -“utilizan a Cataluña por sus intereses partidistas”- haya fijado los ejes de la acción política de ERC para los próximos años, con o sin Sánchez, y que son los mismos que el nacionalismo utilizó hace una década para justificar el inicio del procés. Y que ahora servirán para activar después de la amnistía, “un punto de partida” hacia el referéndum, un nuevo escenario insurreccional: el supuesto déficit fiscal del Estado con Cataluña de 22.000 millones, una punitiva falta de inversiones públicas, un intento de acabar con la cultura y la lengua catalana, y la utilización del Tribunal Constitucional y la justicia para limitar y recortar las competencias catalanas…
Mentiras y falacias del nacionalismo, todas ellas tan viejas, rebatidas y conocidas, como efectivas para conservar el poder en Cataluña.