El país del Magreb se ha hecho fuerte en la cúpula del fútbol, donde España ha perdido todo el peso. Mohamed VI fue clave en la retirada saudí. La FIFA creará una sociedad ad hoc que tomará todas las decisiones acerca del evento
NotMid 09/10/2023
DEPORTES
El gol de oro fue una solución para acelerar el desenlace de partidos al límite y evitar en lo posible la ruleta rusa de los penaltis: el primer tanto de la prórroga proclamaba al ganador. Apenas duró 10 años, entre 1994 y 2004. Nadie se benefició tanto de la medida como Francia, que sacó adelante gracias a un gol de Trezeguet los octavos de su Mundial, en 1998, alzó con el tanto de Henry la Eurocopa, dos años después, y sumó por idéntico camino la Copa Confederaciones, en 2003. Para los españoles la experiencia fue nefasta. El Madrid se dejó la Supercopa de Europa contra el Galatasaray, en 2000, y al año siguiente un autogol de Geli condenó al corajudo Alavés ante el Liverpool en la histórica final de la Copa de la UEFA. El partido por el Mundial 2030 todavía no ha concluido, puesto que resta el reparto del pastel, pero hasta ahora el país que ha conseguido más con menos es Marruecos, que saltó al terreno de juego en la prórroga, debido a su excelente posición en el mapa geopolítico y en el ecosistema FIFA, en el que España ha perdido posiciones, no únicamente por los casos Negreira y Rubiales. Es el gol de oro de Mohamed VI.
«Marruecos quiere aprovechar su fortaleza frente al Gobierno español, todavía en funciones, debido a la cuestión migratoria, y la debilidad actual de la Federación para llevarse lo mejor del Mundial», afirma un consultor que formó parte de la candidatura ibérica al torneo que lideró Ángel Villar y que ha asesorado a proyectos en estados árabes. El país del Magreb había presentado en cinco ocasiones candidaturas al Mundial (1994, 1998, 2006, 2010 y 2026) sin éxito. Fue especialmente sangrante para la corona alauita observar cómo Sudáfrica le arrebataba el deseo de ser el primer país africano en albergar el gran evento de una pasión desbordante en el continente: el fútbol. El regreso a los Mundiales compartidos impulsado por Gianni Infantino, algo que la vieja FIFA desechó tras la experiencia de Corea y Japón, en 2002, era, sin embargo, su oportunidad. España y Portugal, iniciadores del proyecto, necesitaban a Marruecos para dividir el voto africano ante la amenaza de Arabia. Mohamed VI hizo mucho más. Debido a sus buenas relaciones con Mohamed bin Salman, convenció al príncipe saudí de que no siguiera adelante con la candidatura a cambio de garantizarle su apoyo e influencia en 2034. Nada más anunciar Arabia que competirá por dicha edición, la corona alauita emitió un comunicado de adhesión. El país del Golfo ha sido el que más ayuda ha prestado a Marruecos tras la tragedia del terremoto.
ALIADO ESTRATÉGICO DE EE.UU.
Con esa maniobra, el rey marroquí no hacía sólo un servicio a España y Portugal, también a la FIFA, que no era partidaria de un retorno de inmediato al Golfo, después del Mundial de Qatar y la crisis de credibilidad que supuso para el organismo debido a la vulneración de los derechos humanos en los países de la zona. La FIFA necesita ese tipo de aliados. La posición estratégica de Marruecos, con un hábil cuerpo diplomático y unos controvertidos pero eficaces servicios secretos, como bien sabe el Gobierno español, es fundamental. Está bien relacionado con países del Golfo por momentos enfrentados, como Arabia y Qatar, y en 2020 restableció relaciones con Israel, ahora en guerra. Es, asimismo, el aliado principal de Estados Unidos en África, donde las agitaciones en los países subsaharianos frente a las potencias del viejo colonialismo abren la puerta a los tentáculos de Vladimir Putin, y puede activar el botón de la bomba migratoria ante las costas españolas, que son las costas de Europa. Nada de eso es fútbol, pero el fútbol que se juega fuera del terreno de juego es política.
Lo es también el que se práctica en los despachos de la FIFA, que con Infantino ha dejado de ser el organismo que simplemente concede un Mundial, deja que los países organicen y pide hoteles de cinco estrellas para su politburó. Desde 2022, la FIFA es el comité organizador in pectore. Para 2030, como para 2022 y 2026, la edición que compartirán Canadá, Estados Unidos y México, creará una sociedad desde la que se tomarán las decisiones. Las federaciones nacionales proponen; la FIFA decide, y eso afecta a todo, por supuesto, a las sedes y al personal contratado. Que tomen nota alcaldes y presidentes autonómicos ante la guerra que viene.
UN DIRIGENTE PRÓXIMO A INFANTINO
La influencia es clave, y a nivel directivo la de España es, hoy, prácticamente nula. Hundida su reputación por el caso Rubiales, al que la propia FIFA suspendió, está en manos de Pedro Rocha, un presidente figurante, hasta 2024. España pesa porque pesa su fútbol, su historia y sus clubes, no sus dirigentes. Marruecos no tiene el mismo background futbolístico, pero su sorprendente progresión ha ido en paralelo a la era Infantino de la mano de Fouzi Lekjaa, presidente de la Federación marroquí. Pocos países han sido tan visitados en los últimos años por el presidente de la FIFA, casado, además, con una mujer árabe. En 10 años, Marruecos ha organizado tres Mundiales de clubes (2013, 2015 y 2022). Próximo a Mohamed VI, Lekjaa impulsó la construcción de centros de entrenamiento. A la creación de la Academia que lleva el nombre del rey, en Salé en 2009, se unió, 10 años más parte, la inauguración del centro de tecnificación de todas las selecciones nacionales, en Maamora, una suerte de ciudad del fútbol con más campos y recursos que la de Las Rozas.
Aunque las federaciones de los tres países que se llevan el gran pastel del Mundial llegaron a un pacto de hacer únicamente declaraciones conjuntas, Lekjaa ha reclamado ya la final y ha citado a españoles y portugueses el próximo día 18 en Rabat. Ha tomado la iniciativa y va por delante del resto frente a la provisionalidad española y el intencionado perfil bajo de Portugal. El país vecino puso el cerebro en el inicio de la candidatura. Se trataba de António Laranjo, ex presidente de Infraestructuras de Portugal y hombre fuerte de la Eurocopa organizada en 2004. Laranjo, sin embargo, siempre tuvo claro que Portugal ofrecería sus estadios ya construidos, dos en Lisboa y uno en Oporto, sin entrar en más gastos. Marruecos, donde el monarca es el principal empresario del país y sólo rinde cuentas ante sí mismo, está dispuesto a construir un megaestadio en Casablanca, al estilo de Lusail, en Doha.
LA PROVISIONALIDAD DE LA FEDERACIÓN
Jamás podrá competir en prestigio con el Bernabéu, pero el órdago lanzado por la final esconde, en realidad, el pulso por el mejor paquete de partidos, sea o no con el último, porque nada está decidido, ni siquiera que Uruguay, Argentina y Paraguay alberguen el partido inaugural. Por mucho que se cumpla el centenario del Mundial, era ilusorio que un continente que no pudo celebrar siquiera la final de la Copa Libertadores por problemas de seguridad, organizara un Mundial. El gesto de concederles tres partidos es un pacto a lo Infantino, descartada la opción, en cuya negociación estuvo Rubiales, de realizar en 2029 un torneo de selecciones.
Todo será, pues, decisión de la FIFA a través de la sociedad creada ad hoc. La influencia es importante y no siempre podrá realizarla personalmente Pedro Sánchez, como hizo en su cita con Infantino en Nueva York. Menos aún Miquel Iceta, un animal político pendiente de saber si cambia de ministerio en caso de que haya investidura. La Federación necesita, pues, un liderazgo fuerte, limpio y claro de forma urgente, pero en Las Rozas, hoy, únicamente se aprecia inacción, supervivencia y traición. De esa forma no se llega a la prórroga y mucho menos al gol de oro.
Agencias