Hace dos años, Hui estaba en Pekín rodeado de los mandamases chinos celebrando el centenario del Partido Comunista; ahora se encuentra en una especie de arresto domiciliario
NotMid 01/10/2023
ASIA
Fueron los reyes de la fiesta en épocas de bonanza. Aprovecharon como nadie la explosión económica del país comunista que se abría al mundo. Contaban con el clamor de un pueblo, acomplejado por su pasado de pobreza y guerra, que caía encandilado por las historias del empresario de cuna humilde que levantaba de la nada un imperio.
También gozaban del favor de los líderes políticos, codeándose con la habitualmente inaccesible élite de Pekín, ya fuera con los veteranos generales maoístas o con los estadistas que trazaban los ambiciosos planes quinquenales. Además, sus éxitos no hubieran sido posibles sin la complicidad de unos reguladores que, en vez de vigilar que compitieran con las mismas reglas que los demás jugadores, permitían un crecimiento desorbitado gracias a las inyecciones del omnipresente partido que lo controla todo.
Muchos fueron los empresarios chinos que, en tiempo récord, convirtieron sus negocios en titanes tecnológicos o inmobiliarios. De repente, en la lista de los más ricos de Forbes aparecían hombres de mediana edad, nacidos en China, que hasta entonces eran desconocidos para el gran público. La subida al cielo fue rápida. Pero, para muchos de ellos, el viaje fue de ida y vuelta. La caída ha sido tremebunda.
Las deudas acumuladas han arrastrado a algunos. A otros, empachados de éxito, lo que les tumbó fue creerse que estaban por encima del Gobierno. La corrupción, que era bastante endémica en ciertos niveles, se llevó por delante a unos cuantos que terminaron en la cárcel. Y hubo quien huyó, se vistió de disidente y trató de hacer carrera y riqueza fuera de casa, para acabar también entre rejas por todo tipo de estafas.
El último caso de empresario estrella que ha terminado estrellado es el de Hui Ka Yan (64 años), el padre del endeudado gigante inmobiliario Evergrande. Hace dos años, Hui estaba en Pekín rodeado de los mandamases chinos celebrando el centenario del Partido Comunista. Ahora se encuentra en una especie de arresto domiciliario -“vigilancia residencial”, lo llaman las autoridades chinas- y su empresa, que arrastra un pasivo de más de 300.000 millones de dólares, lleva dos años atrapada en un incierto proceso de reestructuración y corre riesgo de liquidación.
El jueves, poco después de que Evergrande anunciara que suspendía de nuevo la cotización de sus acciones en Hong Kong -se reanudaron a finales de agosto tras un año paralizadas-, desde el desarrollador confirmaron que su fundador y presidente se encontraba bajo investigación porque es “sospechoso de delitos”, sin especificar nada más. Este viernes, Reuters informaba que la compañía había vendido su superyate de lujo por unos 32 millones de dólares, reduciendo aún más los activos offshore a medida que su crisis de liquidez continúa empeorando.
Evergrande Group se estrenó en 1996 con un primer proyecto de 323 apartamentos que se vendieron en 12 horas. Luego vino el desarrollo masivo saciando la demanda de vivienda en una China que no paraba de crecer. La empresa, abierta bajo el paraguas del exitoso experimento de reforma y apertura del líder Deng Xiaoping, se convirtió en un coloso inmobiliario que cotizó por primera vez en Hong Kong en 2009. Hui, hijo de un veterano de guerra discapacitado, que trabajó como guardia de seguridad y fue vendedor de carbón durante la Revolución Cultural, comenzó entonces a diversificar el grupo con inversiones en vehículos eléctricos, parques temáticos, equipos de fútbol, residencias de ancianos, hospitales, venta de leche y embotellamiento de agua.
El empresario, bien conectado al poder de Pekín como miembro de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino, el mayor órgano asesor político en el país asiático, convirtió a Evergrande en un gigante con 200.000 empleados -otros 3,8 millones de puestos de trabajo que genera al año indirectamente- y con 1.300 proyectos en más de 280 ciudades de China.
Hui logró expandir agresivamente su imperio gracias a préstamos para respaldar compras masivas de terrenos y venta de viviendas con márgenes más bajos, logrando en 2020 una cifra récord de ventas anuales de 95.800 millones de dólares. Un año después, la empresa se hundió al ser incapaz de realizar pagos de intereses sobre alrededor de 1.200 millones en préstamos internacionales.
Antes del derrumbe de Evergrande, cuando los reguladores chinos comenzaron en 2020 a apretar los tornillos a las grandes empresas, fue notoria la caída en desgracia del gurú tecnológico del país, Jack Ma, fundador de Alibaba. El Gobierno chino paralizó en 2020 la OPI de la fintech Ant Group, que pretendía colocar 1.670 millones de títulos, un 11% de sus acciones, en las bolsas de Hong Kong y Shanghai.
Eso ocurrió después de que Ma criticara en un foro en Shanghai a los reguladores chinos. Alibaba, que además recibió una multa récord de 2.800 millones de dólares por violar las normas antimonopolio, perdió aproximadamente el 75% de su valor de mercado. Ma desapareció del foco público y, más adelante, se supo que se había mudado a Japón.
Otros grandes empresarios acabaron cayendo por las campañas anticorrupción dirigidas personalmente por el presidente Xi Jinping. Fue el caso del chino-canadiense Xiao Jianhua, dueño de la empresa Tomorrow Holdings, que era uno de los más ricos del país. Fue visto por última vez escoltado por la policía a la salida de un hotel en Hong Kong en 2017. El año pasado, las autoridades chinas anunciaron que Xiao había sido condenado a 13 años de prisión y su empresa multada con más de 8.000 millones de dólares por malversación de fondos y soborno.
Agencias