NotMid 23/08/2023
OPINIÓN
LUCÍA MÉNDEZ
Los actores políticos españoles viven instalados en el desorden y ahí parecen encontrarse la mar de cómodos. Nadie dice que sea fácil administrar el escenario que han dejado las elecciones del 23-J. De hecho, es muy difícil porque la política ha dejado de ser lineal, si es que algún día lo fue. Se puede perder ganando y se puede ganar perdiendo. Igual no hay nadie para ir a la investidura y por las mismas salen dos candidatos que quieren ir. Ha sucedido. Tras el shock de las elecciones de 2015, nadie quería, el Rey no sabía qué hacer después de que Rajoy desistiera y fue Pedro Sánchez quien se sacrificó en un pacto con Albert Rivera para empezar la cuenta atrás hacia la repetición electoral. Ahora, la situación es la contraria. Al jefe del Estado le sobraban candidatos para la investidura. Tenía dos. De tal forma que esta ronda de consultas ha parecido por momentos el suspense de un reality cuando se proclama quién debe abandonar la casa, la isla, o la cocina. El nominado para la investidura es Alberto Núñez Feijóo, líder del partido más votado por los españoles el 23-J, que, sin embargo, carece de números para ser elegido presidente del Gobierno.
Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Así cantaba Serrat. Y sí, la realidad del presidente del PP bien puede calificarse de triste, pero tampoco tiene remedio. Alberto Núñez Feijóo, el hombre que quiso retornar la política española a la etapa anterior al desorden institucional ha acabado atrapado en la tela de araña del propio desorden institucional. El líder popular ganó las elecciones y ese gran mérito no se lo puede discutir nadie, tiene 172 votos afirmativos para ser investido presidente del Gobierno, segundo mérito indiscutible. Pero le faltan 4 escaños para la mayoría absoluta y, sobre todo, tiene 178 votos en contra. Realidad indiscutible, fatídica, injusta, funesta, aciaga, inmerecida a ojos del equipo de Feijóo y de muchas otras personas. Pero inexcusable, irremediable e ineludible.
La calculadora de los escaños del Congreso no tiene remedio ni es triste. Es la que es. Feijóo tiene más votos en contra que a favor. El único partido que podría darle los escaños que le faltan es el PNV. Y por mucho cortejo que despliegue y rondas nocturnas diarias bajo la ventana de Sabin Etxea, el PNV ya ha dicho que no quiere ni hablar del asunto. Las calculadoras de fantasías no funcionan en la realidad.
Pedro Sánchez no tiene, de momento, 176 votos a favor para ser investido. Pero tampoco tiene 178 en contra. Por lo que el líder del PSOE es el único candidato capaz de armar una mayoría como la que eligió a Francina Armengol presidenta del Congreso. Si lo consigue o no ya lo veremos, pero las posibilidades de lograrlo las tiene él, cediendo a las demandas de Puigdemont hasta donde la ley lo permita, o mas allá, si es que su condición institucional se lo puede permitir.
En estas circunstancias, la única razón por la que un candidato que no tiene los votos le pide al Rey que le envíe al matadero -que eso es una investidura fallida- es mantener viva la ficción de que será el próximo presidente del Gobierno.
Dado que Alberto Núñez Feijóo nunca ha sido un hombre de fantasías, sino de mayorías reales y tangibles, cabría suponer que en realidad es una jugada maestra ideada por algún estratega de alto nivel, que tiene dos ases bajo la manga y que todos los que no ven lo que ve la dirección del PP se caerán de espaldas cuando sea investido presidente del Gobierno por mayoría absoluta en primera votación, o por mayoría relativa en segunda votación. Si así resultara ser en la próxima sesión de investidura, Feijóo ya no sería sólo un político. Sería el Mago Pop, que triunfa en Nueva York estos días con su magia fantástica. Tan genial que parece real.