En este Vox antipático sobran los liberales, mandan el Opus y el Yunque, y, en nombre de los principios, se pacta con el PP una cosa en Palma, nada en Mérida y a saber en Zaragoza
NotMid 30/06/2023
OPINIÓN
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
Desde La conjura de los necios de John Kennedy Toole, homenaje a Cervantes y Gogol, pero al estilo flaubertiano de Bouvard y Pécuchet, no veía un cúmulo de necedades como las exhibidas por el PP y Vox en esta campaña de las generales. El Verano azul de Bendodo, con Borja Sémper posando en beauté en la arena de una playa como la de Supervivientes, cambiando a Txapote por Chanquete, ha sido replicado en Vox por el otoño azul mahón del incurable falangista Buxadé, que proclama no arrepentirse de su paso por FET y de las JONS o la Falange Auténtica, pero sí por el PP, del que provienen Ortega Lara, Abascal y la inmensa mayoría de españoles que les hicieron pasar de 40.000 votos a casi cuatro millones en menos de cuatro años.
Y desde las pasadas elecciones andaluzas se han empeñado en revertir ese proceso presentándose no como el remedio valiente de la derechita cobarde, sino como la derecha machota contra el hombre blandengue. No votan los presupuestos de Ayuso junto a socialistas y comunistas, se la pegan en Madrid y a los liberales que critican su deriva los echan. De la primavera verde de las primeras elecciones andaluzas al otoño mahón de las segundas y todas las de este 2023, sin llegar a cosechar en verano.
De aquel Vox a caballo, de campo, toros y padres privados de sus hijos que hace cuatro años -el tiempo que tardó Rivera en morir de ambición-, que caía simpático porque recogía el malestar de una masa social abandonada por sus políticos, hemos pasado a este Vox antipático en el que sobran los liberales, mandan el Opus y el Yunque, y, en nombre de los principios, se pacta con el PP una cosa en Palma, nada en Mérida y a saber en Zaragoza. La campaña interna de apoyo a Buxadé, cuya aparición remató la necedad de Guardiola, es de vergüenza ajena. Ver a Iván elogiar a su rival recuerda a Yhezov, el sangriento jefe de la NKVD, diciéndole al verdugo en la Lubianka: «Díganle a Stalin que muero con su nombre en los labios». De movimiento nacional regenerador en Vista Alegre a fervorín de secta sin llegar a partido político.
¿Pueden todavía rectificar Abascal y Feijóo? Pueden. Pero entre el verano azul sorayo y el mahón otoñal ha rebrotado la primavera roja: Sánchez.