Puede que estemos más cerca de la victoria de lo que creemos y menos preparados para la paz de lo que pensamos
NotMid 15/05/2023
OPINIÓN
JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA
Cuentan las crónicas que durante la Primera Guerra Mundial el Café Gijón se convirtió en el centro de operaciones de los intelectuales madrileños. Allí se desplegaban mapas y se abrían apasionados debates sobre por dónde deberían atacar unos u otros. Como la naturaleza humana no ha cambiado, ahora andamos todos en algo parecido con respecto a la esperada contraofensiva ucraniana que, de ser exitosa, podría cambiar el curso de la guerra e, incluso, traer la paz.
Por un lado, gracias a las fuentes abiertas y a la precisión de las imágenes de los satélites comerciales, conocemos al detalle las fortificaciones que Rusia ha estado construyendo durante todo el invierno en el territorio ucraniano. Por otro, asistimos al impresionante esfuerzo que los aliados y Ucrania han hecho para entrenar y dotar de medios, incluidos tanques pesados, a las nuevas brigadas, que tendrán como objetivo superar esas defensas. Evaluar las posibilidades de victoria de unos y otros solo comparando capacidades materiales ya resulta difícil.
Pero a la niebla de la guerra hay que añadir elementos inmateriales como el liderazgo y la moral: la información que tenemos muestra un ejército ruso al que, además de los medios materiales, le faltan moral y liderazgo. Por lo que hemos visto los últimos días en los flancos de Bajmut, donde las tropas rusas han huido ante la presión ucraniana, los reclutas rusos, abandonados en trincheras todo el invierno, mal alimentados y sin el equipamiento adecuado, difícilmente van a resistir el empuje de unos ucranianos que luchan por liberar su territorio y gozan de todo el apoyo y material del que los rusos carecen.
Nos preparamos para una guerra larga, pero acariciamos la idea de un rápido colapso del ejército ruso que nos traiga la paz. Desconocemos todavía cómo será esa paz y, sobre todo, si la UE podrá sostenerla por sí misma, tanto impulsando la reconstrucción como acogiendo a Ucrania en una Europa ampliada y, sobre todo, dotándola de una garantía de seguridad que impida que Rusia vuelva a atacarla. La paradoja es que cuanto más avanza la guerra, menos energías dedicamos a preparar el día después. Puede que estemos más cerca de la victoria de lo que creemos y menos preparados para la paz de lo que pensamos.
Agencias