‘Topos’ contra los mercenarios de Wagner en Bajmut
Una red de posiciones subterráneas excavadas en el barro alrededor de la ciudad ucraniana ralentiza la temida ofensiva rusa de invierno, que hasta ahora ha fracasado en el resto del país
NotMid 13/03/2023
MUNDO
El cohete Smerch no explotó y se quedó clavado en el barro. Ahora forma parte del particular paisaje que rodea las posiciones ucranianas. Para llegar hasta aquí hay que conducir a gran velocidad, ignorando los bombardeos. Después hay que caminar a través de lodo, charcos y arboleda. Para evitar que los rusos hagan lo mismo, los militares han sembrado el área de bombas trampa. Explosivos escondidos entre las ramas conectados a cables que se ocultan bajo el barro.
De otro de los árboles cuelga una enorme bolsa de plástico que acumula desperdicios. No es una cuestión estética.
“Es un principio básico del camuflaje. Los drones identifican los emplazamientos militares gracias a la basura que hay alrededor”, explica Sasha, alias “el gracioso”.
El cabo de 30 años dirige al grupo a través de las colinas. Cuando se aproxima a otra ruta enlodada, el uniformado se detiene y avisa: “Ahora hay que correr”. Este espacio entre dos montículos está batido por un tanque ruso. El terreno está lleno de ramas ennegrecidas o astilladas. Es el efecto de los proyectiles que lanzan de forma habitual los blindados del ejército de Moscú.
El esprint sólo dura unos segundos. La entrada al refugio donde se guarecen los subalternos de Sasha aparece repentinamente. Ha sido excavado en otra elevación montañosa. Cuando el visitante fija la vista divisa un número incontable de pequeñas chimeneas disimuladas entre la tierra y los arbustos. Son el único signo de la línea defensiva que se extiende bajo tierra.
Valentín y Rustlav -no quieren dar sus apellidos- pasaron 10 días horadando la montaña con palas hasta que construyeron su búnker. Un diminuto habitáculo erigido con planchas de madera, gruesos troncos y sacos terreros.
A base de serrucho y hacha, los militares han fabricado una cama-litera y otra individual donde descansan cuando pueden. Aquí hay que exprimir y aprovechar todo el espacio. Una docena de clavos incrustados en las paredes hacen las veces de “perchas”. Una de las ametralladoras reposa sobre sendas alcayatas.
La estufa está colocada en una esquina y sobre ella hay una repisa con varios utensilios de cocina: una sartén, un hornillo y un calentador para hervir agua.
Pese al aspecto rudimentario de la instalación, desde este subterráneo se vigila un amplio sector controlado por los soldados rusos en las inmediaciones de Bajmut. Rustlav señala al pequeño ordenador, conectado a la cámara que han colocado en lo alto del promontorio y el satélite StarLink que les comunica con el puesto de mando. Junto al artilugio reposa un cronómetro.
“Tenemos visión nocturna. Por eso solemos trabajar mejor por las noches. Vemos el fogonazo de los disparos de la artillería y calculamos los segundos que tarda hasta el impacto. Después aplicamos una serie de fórmulas matemáticas y podemos adivinar la ubicación del cañón“, explica.
Para llegar a la cima del cerro casi hay que escalar agarrándose a una cuerda. “Los rusos están a un kilómetro. La zona está llena de estas posiciones. Trincheras de infantería, puestos de unidades antitanque, etc.”, indica Sasha agazapado en la cúspide de la loma y señalando hacia el horizonte.
Cientos sino miles de soldados como Sasha y su unidad, parte de la Brigada 24, viven desde hace meses hundidos en trincheras y reductos embarrados como el que se encuentran en las cercanías de Bajmut intentando frenar el avance de las fuerzas armadas rusas.
Aunque los paramilitares de Wagner anunciaron el pasado jueves la captura de otro villorrio al norte de Bajmut, su intención de cercar completamente la ciudad sigue siendo un empeño inconcluso, que se ha topado con la resistencia numantina de una tropa que se aferra a este entramado de galerías y zanjas.
Kiev anunció esa misma jornada que había reparado uno los pontones de entrada a Bajmut, algo que fue confirmado por varios vídeos que se filtraron en internet. Las grabaciones permiten ver una frágil pasarela jalonada por los restos de los vehículos destruidos por la artillería rusa o inmovilizados por el barro.
El Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW) opina que los paramilitares de Wagner han detenido su acometida en el centro de la ciudad y no han sido capaces de superar el río que divide en dos la localidad.
Desde hace varias jornadas el máximo responsable de esta agrupación, Yevgueni Prigozhin, ha vuelto a publicitar a través de las redes sociales sus conocidas diferencias con el alto mando del ejército regular ruso. El pasado jueves dijo que las líneas telefónicas especiales que tenía para requerir munición habían sido desconectadas y los pases de acceso a los departamentos de logística bloqueados. Días antes se había referido a una hipotética retirada de Wagner de Bajmut, alertando que tal decisión “provocaría el colapso de todo el frente”.
El ISW cree también que incluso si Rusia se hiciera finalmente con el control de Bajmut su ejército está tan extenuado que “no podría explotar” tal logro. Un alto cargo militar occidental explicó a un selecto grupo de periodistas el pasado día 7 que estimaba que los uniformados de Wagner han perdido entre 20.000 y 30.000 hombres en esta pugna, contado muertos y heridos.
OFENSIVA INVERNAL
La exigua progresión en Bajmut es sólo un reflejo del empantanamiento que ha sufrido la temida ofensiva invernal de Rusia, que comenzó a principios de febrero. El ministro de Defensa ucraniano, Oleksii Reznikov, alertó en aquellas fechas que Moscú había preparado hasta medio millón de soldados para un asalto que no ha tenido una especial repercusión más allá de Donbás y en torno a la ciudad norteña de Kupyansk.
“Nadie se ha enterado de que los rusos han lanzado una ofensiva”, afirmó con cierta sorna el jefe de la inteligencia ucraniana, Kyrylo Budanov, en una reciente entrevista con Forbes.
El pasado día 3 Kiev dio la orden de evacuar a toda la población “vulnerable” de Kupyansk y las localidades de los alrededores ante el incremento de los ataques de la artillería rusa en el área. Los enormes cráteres que han dejado los cohetes S-300 en el estadio y el mercadillo central de la urbe se han sumado a la devastación general que ya se abatió sobre la villa tras los duros combates que se registraron en su interior cuando fue liberada por el ejército ucraniano en septiembre pasado.
“Estuvimos tranquilos hasta diciembre, pero a partir del inicio del año retomaron los bombardeos. Han conseguido avanzar algunos metros en el norte, cerca de Dvorichna, pero nunca llegarán a retomar Kupyansk”, precisa el comandante Yury “Achilles”, un oficial de 31 años que participó en la ofensiva de otoño y sigue instalado en esta atribulada metrópoli.
Kupyansk fue ocupada por los rusos el 27 de febrero del año pasado, liberada siete meses después y ahora se enfrenta una vez más al espectro de una hipotética arremetida de las tropas del país enemigo, que se encuentran a 13 kilómetros de su núcleo urbano.
Durante la noche, los visitantes pueden escuchar el estampido recurrente de los numerosos proyectiles que impactan de forma aleatoria contra las viviendas de una población que llegó a tener 30.000 habitantes y que hoy está casi desierta.
El día 5 los cohetes alcanzaron la estación de tren, que fue consumida por las llamas. Hay un depósito de grano que sigue ardiendo desde hace semanas.
“Aquí te acuestas con bombardeos y te levantas con bombardeos”, precisa Cyrille Androchuk, un soldado de la Brigada 92, que pelea en esta región.
“Yo tengo el equipaje preparado. Esto no es vida”, señala Valentina, dependienta de uno de los contados negocios que siguen abiertos en la urbe.
Las fuerzas acorazadas rusas han sufrido asimismo un serio quebranto durante esta arremetida, especialmente cuando intentaron capturar en febrero la población de Vulhedar, ubicada al sur de Bajmut. Allí perdieron cerca de 130 tanques y vehículos blindados, según la estimación del ejército ucraniano.
Los acólitos de Moscú no han ofrecido una versión de lo acaecido en esa batalla pero los canales de Telegram vinculados a Wagner admitieron tácitamente la debacle cuando afirmaron que “los familiares de los muertos quieren asesinar a los generales (rusos) y cobrarse su venganza en sangre”.
El citado ISW considera que Rusia ha perdido tal cantidad de blindados que “es probable que carezcan” de las “fuerzas necesarias para avanzar más allá de Bajmut”. Ahora los tanques son utilizados como “fuego de apoyo” pero no para liderar ofensivas.
Rustlav y Valentín informan también sobre los asaltos continuos de los rusos en la zona de Chasiv Yar. La última jornada, dicen, sólo consiguieron avanzar 200 metros y tuvieron que volver sobre sus pasos. Los que pudieron.
“Vienen en grupos de una decena. Mueren todos y llega la siguiente unidad que camina sobre los cadáveres de sus compañeros”, relata Valentín, de 49 años, que también peleó al inicio de la guerra, en 2015 y 2016.
La conversación se ve interrumpida por el trasiego de varios transportes de tropas acorazados y la intensificación de los bombardeos.
El grupo de civiles se retira de la zona y en el camino de vuelta se topa con otro trío de soldados que prepara un mortero para disparar contra los rusos. Uno de ellos agarra un proyectil donde alguien ha escrito: “Feliz cumpleaños Annya”. Al lado de la inscripción han dibujado un corazón.
Agencias