NotMid 01/02/2023
OPINIÓN
RAÚL DEL POZO
La política, el arte y la ciencia de la forma de gobernar los estados se envilece en España. Ha dejado de ser una tarea intelectual para convertirse en una obsesión de los que siguen los partidos como si fueran sectas y se centran en los aspectos más superficiales y demagógicos.
El año electoral está alimentando la pelea entre siglas con más rencor que nunca en la izquierda y en la derecha y hay una disparatada tensión. Ya lo avisó el presidente del Gobierno al despedirse del año: «Descansen que el próximo año apunta a intenso». Lo dijo después de tachar al PP de irresponsable. Más tarde declaró que, aunque a muchos les pese, el apocalipsis no llega. No llega, pero las derechas intentarán parar un proceso constituyente, un referéndum de autodeterminación y un Estado plurinacional y las izquierdas una alianza del PP y Vox.
Yolanda Díaz promete que Sumar será la llave de una coalición progresista, a pesar de que no le dejan de dar zancadillas. Después de tantas peleas parece que llegará a un acuerdo con Podemos e intentará reunificar la izquierda del PSOE, mientras en Ciudadanos se devoran los supervivientes por colarse en alguna lista.
Todo se hace bajo un lenguaje bélico. Hay una militarización del chisme y se detecta lo que llaman polarización afectiva, que es el odio al diferente. En el ensayo De votantes a hooligans de Mariano Torcal se explica por qué nos disgustan tanto aquellos que no piensan como nosotros, incluso los que piensan casi igual. Los partidos y los votantes actúan como feroces enemigos en vez de como reflexivos ciudadanos. El autor se pregunta: ¿de dónde proceden tanto apasionamiento y tantas ganas de tener razón a toda costa?
La palabrería, la delirante politización -un vocablo tardío en castellano- es la causa de muchas relaciones rotas. Ocurre en casi todos los partidos que pelean y hacen escraches por las nevadas, por los grandes almacenes, por los Reyes Magos y por los muñecos de los delanteros centro. La politización oportunista ha degenerado en polarización, que es la táctica del marketing electoral que nos aplasta. La abstención por agotamiento puede ser un gran partido y, como mienten las encuestas, y no solo las del CIS, no todos creen que Sánchez perderá por goleada.