Con una población de 125 millones, Japón tuvo menos de 800.000 nacimientos el año pasado. Y se espera que para 2060 pierda casi un tercio de habitantes
NotMid 25/01/2023
ASIA
En Japón hay una película que cuenta la historia de un futuro ficticio no muy lejano donde el Gobierno, para tratar de dar un respiro a una sociedad sobrecargada de impuestos y ahogada por el envejecimiento de la población, saca una ley que ofrece a los ancianos mayores de 75 años someterse a la eutanasia a cambio de una compensación económica.
Sacrificarse para no ser una carga en una sociedad cegada por el velo de la insensibilidad. Ese es el inquietante planteamiento que presentó el año pasado la directora debutante Chie Hayakawa cuando se estrenó Plan 75, título de este escalofriante drama social que gira alrededor de una crisis demográfica muy real: casi el 30% de la población de la tercera economía mundial supera la edad de jubilación.
No se alarmen, el filme sólo plantea una distopía. En Japón nadie está planeando que los ancianos se puedan apuntar a una eutanasia voluntaria masiva. Pero sí que están muy preocupados por la tendencia de que cada vez nacen menos niños en un país donde la esperanza de vida no deja de aumentar. Si esto continúa así, la sociedad podría colapsar porque llegará un día en el que no habrá suficientes trabajadores para mantener en funcionamiento la locomotora económica del país.
Lo ha dicho el propio primer ministro. “Japón está al borde de no poder funcionar como sociedad debido a la caída de la tasa de natalidad”, soltó el lunes Fumio Kishida durante la apertura de la sesión parlamentaria de este año. El líder dio un discurso después de que salieran publicadas las últimas estimaciones del Gobierno: con una población de 125 millones, Japón tuvo menos de 800.000 nacimientos el año pasado. La población se redujo, según las cifras provisionales, un 0,43%, con alrededor de 538.000 habitantes menos que el año anterior.
“Es ahora o nunca. Enfocar la atención en las políticas relacionadas con los nacimientos y la crianza de los niños es un asunto que no puede esperar ni posponerse”, insistió Kishida. “El Gobierno va a duplicar su gasto en programas relacionados con las familias y en abril se establecerá una nueva agencia gubernamental para enfocarse en el tema”, avanzó.
EL PAÍS MÁS ENVEJECIDO
El país asiático, según datos del Banco Mundial, tiene ahora mismo la segunda proporción más alta del mundo de personas mayores de 65 años, sólo por detrás del diminuto y rico Mónaco. El número de ancianos que superan los 100 años está por encima de los 90.000; echando la vista medio siglo atrás, apenas eran 150. Además, las cifras internas del año pasado apuntaban a que la proporción de personas de 15 a 64 años, las que se consideran en edad de trabajar, se situó en un mínimo histórico del 59,4%.
Las previsiones de los demógrafos no son buenas: se espera que para 2060 el país pierda casi un tercio de su población. Y hay informes que han proyectado que, para finales de siglo, en Japón vivirán menos de 53 millones de personas.
El pesimismo compartido por Kishida en sede parlamentaria llegaba días después de que la vecina China también hiciera público su problema con la caída de población en 2022, la mayor en más de seis décadas. Ambas potencias asiáticas enfrentan un cambio generacional similar: dos sociedades tradicionalmente muy machistas -la japonesa aún más- donde los jóvenes priorizan ahora más su desarrollo laboral y la vida en las ciudades cada vez es más cara.
En Japón, en 2021, el número de bodas cayó por segundo año consecutivo y la gente rara vez tiene hijos fuera del matrimonio. “La persistencia de roles de género desiguales en el hogar frente a la expansión de las oportunidades económicas para las mujeres ha hecho que equilibrar la vida laboral y familiar sea muy difícil para las mujeres casadas, lo que reduce el atractivo del matrimonio”, analiza Noriko Tsuya, doctora en Demografía y Estadística Social, en un informe para el think tank East Asia Forum.
“Las jóvenes japonesas son cada vez más reacias a casarse y tener hijos, en parte debido a la rápida mejora de sus oportunidades económicas. La participación de las mujeres en títulos universitarios de cuatro años comenzó a aumentar rápidamente a finales de la década de los 80 y alcanzó el 51% en 2020″, expone la experta.
Los analistas temen que pronto se empiece a notar la presión de la caída de la población en la falta de mano de obra y piden al Gobierno que, además de aumentar los incentivos fiscales para las familias, financiar tratamientos de fertilidad, dar más flexibilidad laboral y alargar los permisos de paternidad, se relajen las estrictas políticas ultra nacionalistas de inmigración que premian en Japón, donde tan solo un 3% de sus habitantes nació en el extranjero.
INCENTIVOS A LA NATALIDAD
Desde Tokio están moviendo algunas fichas para tratar de aumentar la tasa de natalidad, como ofrecer a partir del 1 de abril 80.000 yenes adicionales (565 euros) a las parejas que tengan un hijo, que se suman a los 2.970 euros de apoyo que ya recibían por nacimiento. También se espera un aumento de los subsidios para el cuidado de los hijos. En la actualidad, se da una asignación mensual de poco más de 100 euros hasta que cumplen tres años. Después de eso, se otorgan alrededor de 70 euros hasta que el niño se gradúa de la escuela secundaria.
“Ese es un enfoque miope que no aborda los problemas más amplios de las parejas jóvenes en Japón hoy en día. Esto no va a resolver mágicamente los problemas que enfrenta la nación. No se trata de tirar dinero a las parejas jóvenes y esperar que tengan más hijos”, critica en una entrevista la televisiva analista japonesa Noriko Hama, que es profesora de Economía en la Universidad Doshisha, en la ciudad de Kioto. “Es una cuestión de infraestructura social deficiente que no permite que las personas se sientan lo suficientemente seguras como para tener hijos. En este momento, la gente está descontenta con el entorno en el que tendrán que criar a un niño y hasta que eso mejore la tasa de natalidad no se recuperará”
Lucas de LaCal