Los aliados debaten si romper el tabú del envío de carros de combate de última generación a Kiev
NotMid 12/01/2023
MUNDO
Todo empezó con Emmanuel Macron. Con su habilidad para generar el mejor titular, el Palacio del Elíseo anunció el miércoles de la semana pasada que el presidente francés había acordado con Volodimir Zelenski “la entrega del tanque ligero AMX-10RC” a Ucrania. Y añadía: “Ésta es la primera vez que las Fuerzas Armadas ucranianas van a ser provistas con tanques occidentales”.
¿Era la primera vez? Si el AMX-10RC -un modelo de cuatro décadas de antigüedad, que Francia está retirando de servicio y cuyas primeras unidades llevaban un motor español de Hispano-Suiza- es un tanque, sí. La cosa es que eso es una discusión para expertos que, además, no se ponen de acuerdo. No hay una definición perfecta de lo que es un tanque. Para algunos, el AMX-10RC es un tanque ligero; para otros, un vehículo de reconocimiento, o incluso un carro de asalto. No tiene oruga, su cañón, de 75 milímetros, es muy inferior a los de 120 milímetros que llevan sus grandes primos como el Leopard-2 alemán, el M1 estadounidense o el Challenger británico, y también está incluso el aspecto visual: un tanque con ruedas, sin orugas, no parece serio.
Pero el AMX-10RC es, con todas sus limitaciones, un tanque. O, si no lo es, no se le nota la diferencia con un tanque ligero. Así que el golpe fue político. Con su anuncio, Macron puso en marcha una bola de nieve que ha desencadenado la entrega por parte de EEUU y Alemania de blindados de transporte mucho más modernos y capaces que los que Ucrania había recibido de Occidente hasta ahora, y que podría concluir en las próximas semanas con la entrega a Ucrania de tanques occidentales “de verdad”, de ésos que pesan 70 toneladas, llevan un cañón de 120 milímetros y alcanzan sus blancos a tres kilómetros (si usan obuses) u ocho (si emplean misiles).
Así que ya no estamos hablando de tanques ligeros, sino de lo que los anglosajones llaman main battle tanks, o sea, tanques principales de combate. En ese grupo están, precisamente, los Leopard y los Challenger, cuya posible transferencia a Ucrania se está debatiendo abiertamente a raíz del anuncio de Macron. Es algo paradójico, porque Francia también tiene su tanque de este tipo, el Leclerc. Pero todo parece indicar que con la entrega de los AMX-10RC, Francia le ha pasado la pelota a sus socios. Y, además, con maestría, porque Macron ni siquiera ha dicho cuántos de esos tanques va a entregar a Ucrania, ni cuñando va a hacerlo.
Las palabras del Elíseo parecen haber concluido con el tabú de la entrega de tanques occidentales a Ucrania. Durante diez meses y medio, el temor a entregar esos sistemas de armas ha secuestrado todo el debate de la ayuda a Ucrania, en buena medida porque Alemania, que es quien fabrica el Leopard -que es el que más a menudo ha sido propuesto como principales candidatos a servir en Ucrania porque lo emplean la mayoría de los socios europeos de la OTAN, incluida España- no quería escalar el conflicto. Ahora, hasta Berlín parece estar dando señales de flexibilidad. El ministro de Comercio de Alemania, el verde Robert Habeck, ha declarado que “desde luego que no se puede descartar” que Berlín levante el veto a la exportación de Leopard por terceros países.
La idea de entregar Leopard a Ucrania tiene un gran defensor: Polonia. El Gobierno de Varsovia entregó en verano a ese país 240 tanques de fabricación soviética T-72. La República Checa contribuyó con unos 40, y tal vez Rumanía entregó varios más. La idea era dar a los ucranianos armas que conocieran y que fueran compatibles con sus sistemas de comunicaciones y que, además, el Kremlin no considerara como una “provocación”. Pero el problema es que ya quedan muy pocos equipos militares soviéticos que no hayan sido entregados a Ucrania o que haya comprado Rusia en el mercado internacional. De hecho, en ocasiones, los servicios secretos occidentales y rusos han ido a la carrera a ver quién compraba antes material de fabricación soviética a terceros países. Los occidentales, para dárselos a los ucranianos. Los rusos, para usarlos ellos.
La razón es que la guerra está siendo brutal. Los combates de artillería en Ucrania gastan tanta munición como los de la Segunda Guerra Mundial. En un solo mes, según las estimaciones del Pentágono, las fuerzas ucranianas pueden gastar unos 100.000 obuses; las rusas, 600.000. Ésas son cantidades formidables. Rusia podría estar agotando sus arsenales, pese al aumento de la fabricación de obuses y la compra de munición para artillería a Corea del Norte. Y EEUU, según los medios de comunicación ucranianos, está estudiando construir dos fábricas en Polonia dedicadas exclusivamente a la producción de obuses de 152 milímetros para las baterías que Ucrania heredó de la Unión Soviética. De hecho, de sus propios obuses, EEUU solo produce 15.000 al mes, con lo que abastecer a Ucrania puede convertirse en un problema en el futuro.
No es solo el alucinante ritmo de uso de munición. Es, también, el desgaste sobre los equipos. Según algunas informaciones, la artillería pesada francesa y estadounidense con la que los ucranianos lanzan obuses guiados por satélites contra blancos situados a 40 kilómetros están siendo usadas con el triple de intensidad que para el que fueron diseñadas. Eso implica que los tubos de los cañones se deforman, los sistemas de guiado se descomponen, y el software de los ordenadores se agota. Los ucranianos están acusando el desgaste de forma especialmente grave en las últimas semanas. Pero los rusos también. Según la cadena de noticias estadounidense CNN, el fuego de la artillería rusa ha caído en un 75%, en buena medida por el desgaste del material. Así que Moscú ha reducido el uso de artillería, que tiende a ser estática -y, por tanto, un blanco más fácil de los misiles HIMARS y la artillería ucranianos- por tanques, que son móviles. Así pues, se trata de un cambio en la estrategia motivado por el agotamiento de los modelos de armas existentes y de la capacidad industrial de los contendientes -Rusia, por un lado, y los aliados de Ucrania, por otro- para mantener la guerra tal y como se está planteando en la actualidad.
Y ahí es donde llegan los tanques occidentales. Polonia tiene 240 Leopard, de los que está dispuesta a ofrecer una docena. Finlandia también está dispuesta a hacer lo propio. Dinamarca no descarta una medida similar. Y luego está España, que tiene almacenados -pero en pésimo estado de conservación- Leopard-2, y que el verano pasado, de hecho, aprobó la entrega de diez de ellos a Ucrania.
Pero nadie da el paso. Porque es, en el fondo, una pescadilla que se muerde la cola, similar a la que bloqueó la entrega de aviones de fabricación soviética a Ucrania en marzo. Los polacos y los finlandeses se niegan a actuar en solitario, y quieren ser parte de una iniciativa europea. Los alemanes se dicen dispuestos a considerar dar luz verde a la entrega de los Leopard-2 que ellos han fabricado, pero siempre que sea parte de un esfuerzo europeo conjunto. Y, al final, nadie da el paso, aunque el miércoles el primer ministro de Polonia, Andrej Duda, afirmó, tras reunirse con Zelenski, que su país está dispuesto a entregar a Ucrania tanques Leopard 2 como para equipar una compañía. En EEUU, una compañía supone unos 14 tanques.
También está Reino Unido con la propuesta de entregar a Ucrania 20 tanques Challenger, uno de los mejores carros de combate del mundo, mientras que EEUU ha vuelto a plantear la posibilidad de dar a Kiev bien M-1 Abrams o bien M-60, más antiguos y que entraron en acción por última vez en la guerra de Kuwait, en 1991, De todos modos, EEUU cuenta con tanques para usar y tirar. En el desierto de California tiene 2.000 M-1 nuevos, aparcados, que nunca pidió, pero que el Congreso ordenó construir porque así se generaban empleos y, con ellos, votos, en un estado que a veces decide las elecciones.
Solo con que EEUU diera unos pocos de ellos a Ucrania, cambiaría el curso de la guerra. Pero eso llevaría meses. La entrega de los tanques, el entrenamiento de sus tripulaciones -en especial con los M1 o los Challenger- y la integración de esas armas en las Fuerzas Armadas ucranianas será un proceso largo. Incluso aunque la decisión se tomara este mes, los tanques de combate no estarían operativos en Ucrania antes de la primavera, cuando se espera un recrudecimiento todavía mayor de la guerra.
En todo caso, el renovado debate sobre la entrega de los tanques a Ucrania indica que la credibilidad de las amenazas rusas está cayendo en picado. Moscú no hizo nada tras la voladura del puente de Crimea, ni tras la entrega de misiles antibuque a Ucrania ni, ahora, con el anuncio de la transferencia de dos baterías -una estadounidense; la otra, alemana- de misiles Patriot a Ucrania, pese a que los soldados ucranianos que van a aprender a manejarlas llegarán la semana que viene a la base de Fort Sill, en Oklahoma. Si la entrega de los tanques se lleva a cabo, solo quedaría una última gran restricción a la entrega de armas a Ucrania: aviones de combate.
Pero, antes de que lleguen los tanques de combate -si es que llegan- están los tanques ligeros, o los blindados. Estados Unidos anunció el viernes el envío de 50 M-2 Bradley, vehículos de transporte de tropas pero armados con ametralladoras pesadas y misiles antitanque, mientras evalúa la entrega de Stryker, unas máquinas similares, pero más ligeras y fáciles de manejar, que han tenido mucha experiencia de combate contra la urgencia de Irak. Pero quien dio la sorpresa fue Alemania. Después de meses de súplicas italianas, el Gobierno de Olaf Scholz accedió a entregar a ese país 40 vehículos de transporte de tropas Marder.
Sean o no sean tanques, todos esos vehículos tienen muchas cosas en común. Están mucho mejor blindados que las antiguallas como el M-113 que varios países -entre ellos, España- han dado a los ucranianos, pueden alcanzar velocidades muy altas -del orden de los 90 o 100 kilómetros por hora- y están artillados. Eso significa que pueden mover soldados ucranianos rápidamente de un punto a otro, y defenderse bien de los tanques rusos. De hecho, en Irak, los Bradley salieron victoriosos de los enfrentamientos con los T-72 de Sadam -los mismos que Rusia emplea en Ucrania- a pesar de su muy inferior armamento.
Su llegada al frente es una nueva escalada en la guerra. Y también va a plantear cuestiones interesantes. La más importante es si los ucranianos van a seguir siendo capaces de manejar tantos modelos de armas de tantos países tan dispares. Lo cierto es que por el momento lo están haciendo bien, y nadie diría que un Ejército que tiene material ruso, australiano, británico, alemán, francés u holandés -por citar a algunos de sus principales proveedores- no esté inmovilizado en un caos de piezas de recambio diferentes, con tripulaciones que necesitan tener un entrenamiento distinto para cada máquina y cuyo material presenta prestaciones totalmente heterogéneas. También en eso Ucrania ha sorprendido.
Agencias