La vicepresidenta primera del Gobierno ataca al mensajero y se niega a aclarar la contratación de su marido
NotMid 22/12/2022
EDITORIAL
Es decepcionante que la vicepresidenta primera del Gobierno, Nadia Calviño, haya optado por la opacidad y el ataque al mensajero para no responder sobre la contratación irregular de su marido en Patrimonio Nacional. Implicada en el caso como amiga y ex jefa de la presidenta del organismo, Ana de la Cueva, quien creó ad hoc un cargo para su esposo, Calviño debería ser la primera interesada en alejar la sombra de sospecha que afecta al capital más importante para un político: su reputación.
Calviño es una economista de prestigio, una alta funcionaria del Estado reconocida por su labor en Europa. Ha sido de los pocos ministros del Ejecutivo que contaban con una preparación, una experiencia técnica y un aval de rigor idóneos para el cargo. De hecho, su nombramiento dio tranquilidad a Bruselas. Sin embargo, a medida que la coalición se fue alejando de la ortodoxia económica, su discurso ha ido mutando para adaptarse a la acción de gobierno. Y así hasta el punto de acomodarse en el peor de los vicios: desprestigiar a la prensa que cumple con su labor de control a cualquier gobernante.
Este diario desveló que la presidenta de Patrimonio Nacional, amiga y ex secretaria de Estado de Nadia Calviño, creó un puesto para colocar en él a Ignacio Manrique de Lara Fernández. Y la ministra ha desaprovechado varias oportunidades para tratar de ofrecer explicaciones convincentes sobre lo ocurrido, para actuar con la transparencia que violó Ana de la Cueva. El periodista Rafa Latorre la invitó a hablar en La Brújula de Onda Cero: «¿Le parece ético, estético?», le preguntó. «Siempre se me ataca personalmente con invenciones sin fundamento», contestó la ministra. «Esta pregunta es para que se explique», incidió el locutor. «Ya se han dado todas las explicaciones.
Como no pueden atacarme a mí, atacan a mi familia», continuó Calviño, y así hasta el último intento de Latorre: «Los cargos públicos están sujetos a una fiscalización y hay que esclarecer el conflicto». La respuesta de la ministra, la misma: «Insisto en que no tengo nada que añadir». Nunca habíamos visto a una Nadia Calviño tan opaca y decidida a envolverse en un victimismo fantasma. Una actitud, por otra parte, elocuente: es un síntoma de debilidad fruto de las dificultades que tiene para explicar el caso.
Sería deseable que, en un acto de rendición de cuentas y de transparencia sincero, el Gobierno hiciera público el contrato de Ignacio Manrique de Lara Fernández; que aclarase cómo, curiosamente, obtuvo las máximas calificaciones en cada mérito; por qué se ha ocultado al resto de candidatos datos relevantes del proceso; por qué se ha escondido la contratación incluso al consejo de Patrimonio; por qué De la Cueva no le realizó una entrevista personal -¿ya lo conocía demasiado bien?- y por qué, en fin, contrataron al marido de Nadia Calviño justo en un momento profesional delicado para él, cuando había sido apartado de sus funciones en la empresa privada, para acabar en una responsabilidad a cargo de todos los españoles.