El bloque revolucionario de América Latina celebra por todo lo alto tras ganar un faro para la región
NotMid 01/11/2022
IberoAmérica
Líderes y dirigentes de las corrientes izquierdistas, revolucionarias y populistas de América Latina acabaron el domingo la celebración que comenzó con la remontada de su aliado Lula da Silva en la primera vuelta de Brasil a principios de mes. Casi todos ellos coincidían en la lectura final tras el mayoritario giro a la izquierda: también han ganado un faro para la región y para el futuro de la Patria Grande.
La fiesta fue por todo lo alto y no era para menos: la Patria Grande suma siete países en Sudamérica (Brasil, Venezuela, Argentina, Colombia, Chile, Perú y Bolivia), al gigante mexicano al norte, más Honduras y Nicaragua en Centroamérica, sin olvidar el “ejemplo” cubano en el Caribe. Lo nunca visto, ni siquiera en los mejores tiempos de Hugo Chávez, Néstor Kirchner y el propio presidente brasileño.
“Ahora que no está Chávez, la lógica diría que Lula podría tratar de asumir el liderazgo regional. Es posible que lo haga, pero los retos internos son tan profundos que me parece que no va a tener el espacio suficiente. Pero no es un escenario que se pueda descartar”, adelanta para EL MUNDO el internacionalista Mariano de Alba.
La bienvenida de los aliados al nuevo líder fue entusiasta. “Tu victoria abre un nuevo tiempo para la historia de América Latina. Un tiempo de esperanza y de futuro que empieza hoy mismo. Acá tenés un compañero para trabajar y soñar a lo grande el buen vivir de nuestros pueblos”, clamó el presidente argentino, Alberto Fernández.
“Ganó Lula, bendito pueblo de Brasil. Habrá igualdad y humanismo”, añadió el mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador.
Los tres líderes izquierdistas ya trabajan para la resurrección de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), creada precisamente por Lula y Chávez en Caracas en 2010, y la Unión Suramericana de Naciones (Unasur), además del acoso y derribo contra la Organización de Estados Americanos (OEA), donde ya son mayoría, aunque todavía insuficiente.
“La política internacional de Lula va a tener que ser más pragmática y menos ideológica que en sus primeros mandatos. No se dispondrá de tantos recursos como antes para perseguir sus ambiciones de hegemonía regional y su coalición doméstica sería más centrista, lo cual tiene implicaciones para lo que puede hacer en el ámbito internacional”, precisa el politólogo John Polga-Hecimovich.
“De entrada, la política exterior no estará entre sus prioridades, pero empezará un proceso de reinserción de Brasil a nivel internacional, con un Palacio de Itamaraty (palacio de la Cancillería) más activo e institucional, porque allí adentro el descontento con Bolsonaro ha sido muy grande”, explica De Alba.
De lo que no hay ninguna duda en el seno de las organizaciones internacionales y en los gobiernos de la región es de que Lula se sumará a la estrategia de la “normalización” con el chavismo, del que ya fue en su primera etapa un estrecho aliado. La constructora brasileña Odebrecht, que ha horadado el prestigio de la democracia en toda la región por culpa de su gigantesco esquema de corrupción a la sombra del gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), encontró en la revolución bolivariana a su principal socio continental.
“La victoria de Lula vendría a confirmar el auge de la izquierda en la región, donde restablecerá los lazos con el gobierno de Nicolás Maduro y con La Habana. Con Nicaragua es una incógnita, porque Lula ha evitado criticar al régimen orteguista, pero también porque en Managua no hay apertura alguna para que otros países puedan discutir la crisis de ese país”, vaticina De Alba.
Más esperanzado se muestra José Miguel Vivanco, exdirector para las Américas de Human Rights Watch (HRW), quien espera que Lula, “a diferencia de López Obrador, tome posiciones prodemocracia y derechos humanos frente a las tres dictaduras regionales, Venezuela, Cuba y Nicaragua”. El activista también vislumbra una política exterior pro medio ambiente, “que acerque a Brasil a las democracias occidentales y lo aleje de una potencial reactivación de los BRICS, alianza promovida por Lula entre Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica”.
En cambio, la fiesta también llegó anoche al caraqueño Palacio de Miraflores, donde se “despidió” al Grupo de Lima, el frente internacional antiMaduro que ha perdido a casi todos sus referentes. “¡Qué vivan los pueblos decididos a ser libres, soberanos e independientes! En Brasil triunfó la democracia”, espetó Maduro tras conocer los resultados.
Nunca antes se ha vivido en Sudamérica un eje izquierdista entre Brasil, Venezuela y Colombia. El presidente colombiano Gustavo Petro, a quien le cuesta sobremanera abandonar las trincheras digitales, se quiso sumar a la celebración por adelantado: “Que Brasil haga brillar la luz de Latinoamérica. Hay quienes dicen que no existe el fascismo. Está en cada uno de nosotros. Si queremos más días para la Humanidad, el fascismo debe ser detenido”.
Las pesadillas del exguerrillero con el fascismo ya le provocaron un tirón de orejas tras asegurar en Twitter que “revivió Pinochet” tras el rechazo electoral a la nueva Constitución chilena.
Más allá de las filias y fobias de cada uno, el viento a favor de Lula soplaba de antemano gracias al voto antigubernamental que ha marcado todas las elecciones presidenciales en los últimos tres años, con la excepción del fraude electoral en Nicaragua. Eso sí, Bolsonaro ha defendido con uñas y dientes su reelección, al conseguir el 49% de los votos, tan alejados de oficialistas como en Costa Rica, donde apenas consiguieron el 1% de los apoyos.
No obstante, el reto no acaba para la Patria Grande, ya que en 2023 la región vivirá tres presidenciales, sobre todo las argentinas, donde parten en gran desventaja frente a la oposición. En Paraguay y Guatemala los oficialismos ya luchan por mantener el poder frente a la adversidad, marcada por la postpandemia y la actual crisis inflacionaria, que tanto daño hacen a las economías nacionales.
Agencias