El presidente ha impuesto un férreo control de casi todas las facetas de la vida, desde la política y la religión, hasta la economía o las relaciones con el exterior
NotMid 17/10/2022
ASIA
Todas las noches, en la televisión estatal de China emiten un maratón de tres horas en bucle sobre los logros del presidente Xi Jinping desde su ascenso al poder en 2012: ha sacado de la pobreza extrema a más de 100 millones de personas; apuntalado el crecimiento económico; reducido las desigualdades; enviado un robot a la luna; limpiado la sociedad de corruptos; vencido a los terroristas separatistas de Xinjiang; logrado la estabilidad social en Hong Kong…
Todas las mañanas, en el museo del Partido Comunista Chino, un complejo de 147.000 metros cuadrados de exposición en el distrito pekinés de Chaoyang, se forman colas para subir hasta la tercera planta, sobrecargada con fotos de Xi en cada esquina, y engalanada con una gran alfombra roja que recorre los hitos del presidente.
Debajo de uno de los retratos se recuerda a un Xi adolescente que pasó siete años durmiendo en una cama hecha con ladrillos y arcilla dentro de una cueva en Liangjiahe, una pequeña aldea en las montañas de la provincia de Shaanxi, al norte de China. Y que, años después, en 1974, cuando Xi se convirtió en el secretario del PCCh de aquel lugar, dirigió una serie de proyectos, como la construcción de pozos, para que los aldeanos tuvieran agua corriente y una gran presa que transformaría una gran área montañosa de tierra árida en campos productivos. Hoy, en Liangjiahe, Xi tiene un plato de repollo en escabeche que lleva su nombre.
Con el pistoletazo de salida al 20º Congreso Nacional del Partido Comunista, Xi Jinping está a punto de convertirse en el primer presidente con tres mandatos en la historia de China. Es buen momento para hacer balance de la década que lleva al frente de la maquinaria estatal un hombre cuyos discursos los funcionarios abrazan como palabra divina, profesando lealtad con un fervor que no se veía desde la era de Mao Zedong.
EL “PRESIDENTE DE TODO”
En Pekín, algunas veces tirando de ironía y otras con orgullo, se habla de Xi Jinping (69 años) como el “presidente de todo”. Es el secretario del PCCh, jefe de Estado y dirige las fuerzas armadas del país como presidente de la Comisión Militar Central. Está al frente personalmente de casi una decena de comités y comisiones responsables de los sectores más importantes, empezando por la economía, supervisando proyectos turísticos, leyes urbanísticas o medioambientales.
Se ha encargado de firmar las purgas a sus rivales políticos y de abrir cada vez más las puertas del partido a la facción de los llamados xiístas, además de forjar temor a cualquiera que lo traicione porque, según la línea de su doctrina política (“socialismo con características chinas para una nueva era”), desafiar sus valores es desafiar a toda China. Sin olvidar los avances nacionalistas para “vacunar” al país contra las influencias extranjeras, sobre todo las que vienen de Occidente, con Estados Unidos como principal rival en una nueva Guerra Fría que abarca todos los frentes.
Cuando Xi llegó al poder, muchos académicos de todo el mundo lo celebraron. Argumentaban que su experiencia de persecución familiar durante la Revolución Cultural, con su padre, Xi Zhongxun, héroe revolucionario, purgado por Mao, y con su hijo enviado a trabajar al campo, lo haría más moderado o liberal, continuando el camino trazado por Deng Xiaoping: liberalización de las reformas económicas, integración con la economía global y asociación con Estados Unidos. Algunos pasos los siguió, sobre todo en la expansión económica. En otros ocurrió todo lo contrario.
“Durante la última década, Xi se ha convertido en una figura transformadora a la par de los otros dos gigantes del gobierno del PCCh: Mao Zedong y Deng Xiaoping. Al igual que ellos, ha revertido políticas anteriores, en el caso de Xi, la relativa apertura que habían fomentado sus predecesores. En su lugar, ha implementado un control más firme de casi todas las facetas de la vida, desde la política y la religión, hasta la economía y los asuntos exteriores”, analiza Ian Johnson, premio Pulitzer por reportajes sobre el país asiático y miembro senior del think tank Council on Foreign Relations, con sede en Nueva York.
“Ahora que tiene 69 años, es probable que sea el líder de China hasta la vejez y presida lo que puede convertirse en una era menos predecible, con implicaciones preocupantes para los países de todo el mundo. Apenas nadie lo conocía cuando llegó al poder en 2012 y hoy se ha convertido en el líder más autoritario desde era Mao”, continúa Johnson.
“CHINA ES EL PARTIDO Y EL PARTIDO ES CHINA”
“Durante la última década, el régimen de Xi ha llevado a cabo brutales campañas de asimilación con consecuencias especialmente sombrías para los tibetanos, los uigures, o para la gente de Hong Kong. Ha rediseñado el estado del partido, revirtiendo décadas anteriores de lento progreso, utilizando la ley para afianzar su poder”, opina Sophie Richardson, directora de China para Human Rights Watch.
“El primer elemento definitorio del liderazgo de Xi es la omnipresencia y centralidad del partido en prácticamente todos los estratos de la sociedad china, tanto de la vida pública como de la privada. Xi tomó el relevo de Hu Jintao en las riendas del país, y lo hizo en un momento clave, caracterizado por un partido desgastado por la corrupción de las élites políticas, lamentables condiciones laborables, y una gran contaminación medioambiental. Con el objetivo de garantizar la perpetuidad del PCCh, Xi trabajó para restaurar la imagen y legitimidad del partido a ojos de sus ciudadanos”, explica Patrizia Cogo, especialista en China en el think tank europeo Centro para la Seguridad, la Diplomacia y la Estrategia, y ayudante de Investigación en el Real Instituto Elcano.
“Sus esfuerzos han dado frutos: hoy en día China es el partido y el partido es China, son dos caras de la misma moneda. En el ideario chino moderno, el PCCh es el artífice y garante no sólo de la existencia del país, sino también de su prosperidad, con Xi Jinping a sus pies, pues él sirve al partido, no a China”, apunta la investigadora.
Los periodistas alemanes Stefan Aust y Adrian Geiges han publicado recientemente una biografía sobre el líder chino (Xi Jinping: El hombre más poderoso del mundo), en la que dicen que, en el gigante asiático, Xi es más un mito que un hombre. Nunca ha dado una entrevista desde que está en el poder. Ni siquiera una rueda de prensa. Pero sus discursos se publican regularmente como libros para que las masas puedan estudiarlos.
“Xi, un estudiante devoto de Mao muy deseoso de dejar su huella en la historia, ha trabajado para establecer su poder absoluto”, escribía en la revista Foreign Policy Cai Xia, ex profesor de la escuela del partido del PCCh, que ahora vive en el exilio. “Ahora, como ocurría con Mao, China es un espectáculo de un solo hombre”
Luca de La Cal