Lamentarse de lo que se hizo o de lo que no se hizo duele, pero ese sufrimiento puede empujarnos a cambiar. El divulgador Daniel H. Pink, autor del mayor estudio internacional sobre este fenómeno, explica cómo hacerlo sabiamente
NotMid 28/09/2022
Estilo de vida
“Me arrepiento de no haber sido amable en ocasiones. Nunca le hice bullying a nadie pero, en mi adolescencia y juventud, me encontré ante situaciones en las que hubo personas a las que se maltrató, excluyó o insultó. Fui testigo de ello y no hice nada, sabiendo que estaba mal. Esto me ha atormentado durante años”.
Confesiones como la anterior no son lo más habitual del mundo- a nadie le agrada admitir errores- pero ésta tiene nombre y apellidos: la contaba a este periódico hace unos días el escritor Daniel H. Pink, que en su día se dedicó a escribir los discursos a Al Gore como vicepresidente de Estados Unidos y ahora es uno de los divulgadores científicos más famosos del mundo.
Darse cuenta de que se arrepentía de ciertas cosas “en un mundo en el que nadie quiere hablar del asunto” le puso las pilas. Se leyó toda la literatura académica sobre el arrepentimiento y se dio cuenta de que era escasa. Y de que, además, pocas investigaciones abordaban la posibilidad de que arrepentirse fuera positivo sino que solían incidir en la realidad paralela: que muchas personas rumian durante décadas sus remordimientos y sufren mucho con ello.
Así que puso en marcha un proyecto que, a lo largo de dos años y medio, recogió el arrepentimiento de 19.000 personas de 105 países alrededor del mundo, el World Regret Survey, que terminó cuando empezaba la pandemia. Y alcanzó dos conclusiones fundamentales. Una, “que casi todo el mundo se lamenta más de no hacer que de hacer”. Y dos, que todos nos arrepentimos de lo mismo: de no haber mejorado la estabilidad con el tiempo (estudiar más, esforzarse más), de no haber dicho o hecho aquello a tal persona (amores, relaciones) y de haber cometido torpezas morales, como la del propio Pink observando cómo se acosaba a alguien sin decir nunca “¡basta!”.
Le pareció todo tan crucial que tuvo que escribir un libro, El poder del arrepentimiento, porque mirar atrás nos puede ayudar a avanzar (Alienta Editorial). En él pueden leerse muchos de los remordimientos que recogió en su proyecto web y cómo él mismo ha conseguido que una emoción eminentemente negativa le genere ahora enormes beneficios.
“El arrepentimiento no es algo peligroso ni raro, ni una desviación del camino firme que conduce a la felicidad”, asegura el autor. “Es sano y universal, una parte consustancial del ser humano. El arrepentimiento también es valioso. Esclarece. Enseña. Bien hecho, no tiene por qué hundirnos, sino que nos eleva“.
La pregunta, entonces, es cómo: ¿Cómo convertimos una emoción que nos produce tristeza, vergüenza, culpabilidad, ansiedad, angustia máxima… en una capacidad para gestionar mejor nuestras decisiones? Es decir, para gestionar mejor nuestra propia vida.
El coraje auténtico es adentrarte en las cosas de las que te arrepientes DANIEL H. PINK
“En lugar de ignorarlo o rumiarlo, me enfrenté a él al tiempo que era amable y compasivo conmigo“, relata Pink. “Entendí que el arrepentimiento, al cabo, forma parte de la condición humana. Y la base de datos mundial me hizo darme cuenta de que mucha gente se arrepiente de no haber sido amable, como yo. Luego concluí que las inacciones de mi vida son un instante, no la medida de mi paso por el mundo…”.
Un dato científico ayuda a hacer contexto: “Sólo los niños, por no tener desarrollada aún esa parte del cerebro, los psicópatas y las personas con trastornos mentales o cerebrales como el Alzheimer no se arrepienten”. Sin embargo “no regret” (sin arrepentimientos) es uno de los tatuajes más comunes del mundo. Y seguro que ha leído infinidad de entrevistas en las que Angelina Jolie, Brad Pitt, John Travolta o Slash (por nombrar algunas celebrities) aseguran no arrepentirse de nada. “Si volviera a nacer, haría exactamente lo mismo”, afirman. “La gente no quiere admitir que se arrepiente”, replica Pink.
Como si fuera la medida de nuestro éxito personal, no se estila escuchar a los demás diciendo que lo hicieron mal. Algunos no lo hacen por vergüenza y otros por temor o por puro egocentrismo, el caso es que encontrar a alguien capaz de decir que no está contento con algo que hizo -o que no hizo- no es en absoluto habitual. Mientras en los países anglosajones se repite que “no regrets“, a los europeos nos gusta más emular a Edith Piaf y afirmar: “Non, rien de rien, non, je ne regrette rien…“.
“En mi país”, dice Pink, “la tendencia es creer que quienes tienen cierto éxito son también valientes, no se arrepienten de nada y miran siempre hacia adelante. Pero esto es falso, un falso coraje. El coraje auténtico es adentrarte en las cosas de las que te arrepientes”.
Habla Pink de una revuelta contra la imposición positivista de las últimas décadas, la que afirma que no hay que mirar al pasado y mucho menos sopesar sino centrarse en el presente. A las puertas de 2023, la ultimísima revolución de la psicología dice justo lo opuesto: que practicar el arrepentimiento genera el hábito de hacerlo con un objetivo, “tomar mejores decisiones, crecer, aprender y ser mejores”, señala Pink. Y prosigue: “Lo que proponen las brigadas contra el arrepentimiento no es un proyecto para una vida bien vivida. Lo que proponen es -si bien está cuidadosamente elegida, disculpa la palabra- mierda”.
La causa de esta mala prensa es que se trata de una “emoción demasiado ligada a la moral y a la tradición judeocristiana en general”, cree el psicólogo del gabinete Cinteco José Carrión. Y que “el arrepentimiento duele, simple y llanamente”.
Señala la también psicóloga miembro del Colegio de Psicología de Madrid (COP) Natalia Ortega que suele ir acompañado de sensaciones muy duras de sobrellevar. “Conlleva emociones como la tristeza y la vergüenza, pero es también el bagaje para tomar mejores opciones en el futuro”, dice. “Precisamente porque es tan doloroso, el arrepentimiento nos fuerza a reflexionar sobre el error cometido y, como resultado, se convierte en una emoción funcional. Eso es lo que yo defiendo, que el arrepentimiento duele, sí, pero sirve para algo”, añade el holandés Marcel Zeeleberg, profesor de Psicología en la Universidad de Tilburg y tan obsesionado con este asunto como el propio Pink.
Las investigaciones más recientes de este profesional abordan otro fetiche del norteamericano, el “arrepentimiento anticipado” (darse cuenta del posible daño antes de cometer la torpeza). Cuenta que, “en un estudio de 2008 se demostró, por ejemplo, que pese a todo lo negativo, las personas admiten que el arrepentimiento permite entender el sentido de la vida y aportar armonía“. Es decir, que el dolor que genera arrepentirse es la clave de su funcionalidad. “Ni siquiera tenemos que sentarnos y esperar a que el arrepentimiento suceda porque podemos adelantarnos a ello, y antes de tomar una decisión, imaginar el posible remordimiento que puede acarrear ésta”, dice.
Una idea que, en el campo de la psicología se ha dado en llamar teoría del arrepentimiento. “Es la única emoción ligada a la toma de decisiones y está demostrado que anticiparse al arrepentimiento aumenta las relaciones sexuales seguras y otras actitudes preventivas“, ahonda el holandés. “Lo que ahora sabemos abre enormemente el campo de estudio e investigación en relación a cómo tomar decisiones sabiamente”.
“Es todo muy americano pero también muy interesante”, concede Carrión, el psicólogo que trabaja en Madrid. “El cerebro, de serie, tiende a revisar, ‘he hecho esto pero podría haber hecho esto otro’, y esto es evolutivo, pero el escollo está en lo cultural porque el arrepentimiento está asociado a emociones complicadas de gestionar como la culpa, el pecado y el castigo“.
El escollo está en lo cultural porque el arrepentimiento está asociado a la culpa y el pecado JOSÉ CARRIÓN, PSICÓLOGO
El problema sería “la interpretación que históricamente le hemos dado”, la cantidad de veces que hemos escuchado que “deberíamos arrepentirnos de esto o aquello”. “El error se nos marca desde niños, que debemos avergonzarnos también, y si unes todo esto al nivel de perfeccionismo y exigencia de esta época, apaga y vámonos…”.
Coincide Carrión con las categorías de arrepentimiento que Pink propone: “Está el ‘a toro pasado’, el ‘qué podría haber hecho para ahora estar mejor’, que vemos mucho en consulta; está la falta de asertividad, ‘tenía que haber dicho esto en esa reunión y no lo hice’ pero el arrepentimiento más presente en consulta es el moral, la torpeza dicha, la equivocación, que puede machacar a alguien durante décadas”.
Y existe por último “la herida narcisa”. En personalidades narcisistas, cuestiones como no terminar la carrera o no haber conseguido ciertas cosas (“¡Con lo que yo soy!”) genera un tipo de arrepentimiento “muy íntimo más asociado al enfado que a la tristeza”. “El mayor problema está, eso sí, en quienes rumian el arrepentimiento, pero para eso está la terapia”, culmina.
Pink lo hizo así: “Hablé con mucha gente sobre todo esto, me quitó el peso de encima y me ayudó a entender mejor el arrepentimiento. Y decidí que aplicaría esta lección a mis futuros comportamientos. Así que, ahora, cuando veo que alguien está siendo maltratado, alzo la voz y trato de frenar semejante despropósito. Si veo que alguien está siendo excluido, trato de incluirlo”.
En verdad, este escritor de discursos políticos antes publicaba libros sobre la gestión del tiempo y cómo mejorar los entornos laborales. Por eso también dice que “muchos jefes cometen el gran error de pensar que revelar que se arrepienten de algo les convierte en personas menos valiosas a los ojos de sus empleados”. “La realidad, confirmada por muchos estudios, es que la gente suele pensar mejor de ellos, admiran su valentía, su honestidad y hasta su vulnerabilidad”.
Por eso, a los capos del mundo con los que suele hablar, les dice: “Junta a tu equipo, cuéntales uno de tus remordimientos, luego explica qué aprendiste de ello y qué piensas hacer en el futuro. Este gesto puede llevarte a conversaciones enriquecedoras y auténticas”
Agencias