Rabat seguirá perpetrando el chantaje migratorio con independencia de los pactos que alcance con Madrid, aprovechándose de la fragilidad de un Gobierno fracturado.
NotMid 20/08/2022
OPINIÓN
Los hechos confirman que Marruecos sigue utilizando la inmigración ilegal como arma contra España cada vez que vislumbra la posibilidad de alcanzar algún rédito político o económico. Parece que Rabat seguirá perpetrando este chantaje con independencia de los pactos que alcance con Madrid, aprovechándose de la fragilidad de un Gobierno fracturado, incapaz de consensuar siquiera con sus socios una política exterior común. Prueba de ello es que este verano -y ante la inminente negociación para renovar el acuerdo por el que el país alauí podría recibir de la UE hasta 500 millones de euros para contener el flujo migratorio hacia Europa– en la mayoría de puntos fronterizos con los que ha contactado este periódico se constata un repunte en la llegada de cayucos; varios de ellos llegaron a Lanzarote coincidiendo con las vacaciones del presidente allí.
Marruecos envía un mensaje claro con su chantaje. De no doblegarse ante sus intereses, España seguirá expuesta a recibir avalanchas migratorias que podrían saturar su capacidad de acogida y desestabilizar la convivencia en los puntos de destino. Es la estrategia que utilizó como represalia ante la decisión de Sánchez de traer a España -sin control de pasaportes y con documentación falsa- a Brahim Ghali, el líder del Frente Polisario, momento en que nuestro país registró un aumento en la inmigración ilegal proveniente de Marruecos del 44% con respecto al año anterior. Y es lo que vuelve a hacer ahora, a pesar de que Sánchez haya rendido el Sáhara ante Rabat con la histórica e inexplicable decisión de romper la neutralidad que había mantenido España durante décadas sobre el futuro de su antigua colonia. Este volantazo nos ha granjeado además la enemistad de Argelia, que ha congelado su acuerdo preferencial de venta de gas a España y su colaboración en cuestiones migratorias.
Es imprescindible que Pedro Sánchez explique los términos del acuerdo contraído con Mohamed VI a partir de la carta de claudicación que dirigió al soberano alauí tras la crisis generada por el caso Ghali. Por ahora, y sin otro efecto que la reanudación de las relaciones diplomáticas y una mengua calculada del flujo migratorio irregular -la aduana permanece cerrada por decisión unilateral de Rabat-, todo apunta no a un pacto entre iguales sino a una rendición sin condiciones por parte del presidente español con tal de evitar el desgaste político que le ocasionaba la crisis diplomática con Rabat.
Queda aún por concretar qué ganó España con la cesión ante el rey marroquí, pero a cambio ha perdido la relación con Argelia, de la que depende que España pueda convertirse en el gran hub de distribución de gas para Europa. Es imprescindible que el Gobierno reclame a Europa mayor compromiso con el control de nuestras fronteras, pues son puerta de entrada de la inmigración ilegal que luego se distribuye por los países de toda la UE. Esa reclamación exige un liderazgo que desde luego no se consolida aplaudiendo los métodos brutales de Marruecos en la frontera