Prensa afín al régimen de Teherán glorifica al agresor del escritor
NotMid 14/08/2022
OPINIÓN
No es exagerado decir que en todo el mundo se ha producido una gran conmoción por el vil apuñalamiento al escritor británico de origen indio Salman Rushdie. Porque a lo estremecedor que resulta el ataque en sí, ante un abarrotado auditorio en Nueva York mientras ofrecía una conferencia en un ámbito de presumible seguridad, se une el hecho tan difícil de digerir en sociedades de libertades como la nuestra de que el fanatismo del que es víctima desde hace 33 años siga intacto. Y especialmente grave es que, junto a los lógicos mensajes de condena al atentado por parte de un sinfín de gobiernos y de organizaciones en todas partes, haya habido también reacciones tan repulsivas como las de radicales islámicos en redes sociales y las de los principales medios de comunicación conservadores de Irán, deshaciéndose en elogios hacia el atacante y titulando barbaridades como «Satán va camino del infierno» en referencia a Rushdie.
Aunque las autoridades y las principales figuras religiosas de la República Islámica guardaron ayer un cobarde silencio sobre lo ocurrido, a nadie se le escapa que los periódicos no habrían trasladado tales mensajes sin respaldo del autoritario régimen de los ayatolás, que maneja con puño de hierro la censura.
Es Irán uno de los principales exportadores de terrorismo y odio sectario en el globo, uno de los países que desde hace décadas más activamente buscan la desestabilización tanto del delicado statu quo de Oriente Próximo como de todo Occidente. Del atacante de Rushdie, un hombre de 24 años, lo que había trascendido al cierre de esta edición es que estaríamos ante un simpatizante de la Guardia Revolucionaria iraní. Cabe recordar que el escritor lleva media vida huyendo, con continuas identidades falsas, y que ya había sido víctima de más de media docena de intentos de atentados.
Todo desde que publicó Los versos satánicos, obra que muchos musulmanes consideraron como un insulto al profeta Mahoma y al Corán. En 1989, el ayatolá Jomeini promulgó una fatua que suponía una auténtica sentencia de muerte para el escritor. Y, aunque años después, las nuevas autoridades persas retiraron la recompensa de más de dos millones de euros por su cabeza en un intento de acabar con el bloqueo económico que pesaba sobre Teherán, sectores fanatizados de este país y de otros de mayoría musulmana han seguido apuntando su ira contra Rushdie, quien no ha podido sentirse seguro ni un solo día de su vida.
«Libertad. Tiene un sonido hermoso. ¿Quién estaría en contra de la libertad? Pero en nuestra época muchas libertades esenciales corren el peligro de ser derrotadas», declaró en un elocuente discurso el escritor, convertido a su pesar en un símbolo universal de la libertad de expresión y de la lucha por los derechos humanos. Su dignidad frente al integrismo debe ser un acicate en la lucha que a todos nos compete contra los fanatismos y las mordazas, lo que exige tanto coraje cívico como el que él demuestra desde hace décadas.