Sánchez obvia el desgaste de sus socios. El estruendo de Podemos es tan ruidoso que no deja oír otro sonido procedente del Gobierno
NotMid 12/07/2022
OPINIÓN
LUCÍA MÉNDEZ
«Ya sabíamos que el Gobierno del PP era de derechas, pero ahora sabemos que es un Gobierno sin alma». Así definió Óscar López, entonces secretario de Organización del PSOE, al primer Ejecutivo de Rajoy. López es ahora director de Gabinete del presidente, Pedro Sánchez, y ha tenido que escuchar a la vicepresidenta segunda decir lo mismo que él, pero referido al Ejecutivo de coalición progresista. Yolanda Díaz ha confesado en El País que al Gobierno del que ella forma parte le falta «alma». No hace falta decir que la frase habrá sentado en Moncloa a cuerno quemado. En vísperas del Debate del estado de la Nación, quién necesita oposición fuera teniéndola dentro. Las palabras de su vicepresidenta son una prueba de cargo que la oposición puede muy bien utilizar para sacudir al presidente en el debate. La ministra portavoz, Isabel Rodríguez, se apresuró a matizar a la vicepresidenta. «Este Gobierno trabaja con corazón y cabeza». Hombre ya.
Por seguir hablando del mismo concepto, en 2015 los asesores de Rajoy incorporaron a sus discursos el concepto de «economía con alma», para contrarrestar el excesivo peso gestor que aquel Gobierno ponía en sus empeños diarios.
«Qué bien lo hacemos, pero qué inútiles somos a la hora de comunicarlo». Tarde o temprano, cuando la intención de voto de los partidos gobernantes se resiente, los análisis de la realidad ponen el foco en la política de comunicación. Por leyes, desde luego, que no quede. Las 140 leyes aprobadas de las que presume el presidente del Gobierno podrían ser, desde luego, un motivo para que los españoles estuvieran más contentos con el Ejecutivo de lo que manifiestan en las encuestas. Hasta podrían ser una razón para que los socios de investidura no estuvieran tan enfadados como lo están. En el Debate del estado de la Nación volveremos a comprobar lo solo que está el presidente.
Pedro Sánchez apenas deja pasar una semana sin formular anuncios y proyectos para paliar la escalada de la inflación. Hace menos de un mes que se aprobó el decreto de medidas anticrisis con una inversión de 9.000 millones para ayudar a las familias, en forma de rebaja del IVA de la electricidad, descuentos en los transportes y cheques de ayuda para los que más lo necesitan.
Para el Debate del estado de la Nación, Moncloa anuncia una nueva remesa de «medidas potentes» para ayudar a las clases medias y trabajadoras a pasar el trance de una inflación que no se modera, a pesar de los desvelos del Gobierno. En las reuniones internas, los socialistas se preguntan, con angustia, por qué razón este desempeño en favor de los españoles no produce una inflexión en la curva descendente de la intención de voto del PSOE. Ni siquiera las ONG detectan que la desigualdad se haya reducido con las medidas del Gobierno. Pedro Sánchez, y todos los socialistas con él, presumen de gestionar la actual crisis con sensibilidad social hacia los más vulnerables, a diferencia de los gobiernos del PP, que resolvieron la gran recesión y la emergencia de la prima de riesgo con recortes en el Estado del bienestar. A pesar de lo cual, los españoles -agotados por una pandemia muy dura que estos días repunta y por la carestía de la vida- se muestran enfadados con el Gobierno porque la vida se hace cada día más difícil.
La economía limita aquí con la política. Este Gobierno nació contra la corrupción y los abusos del PP. Mientras ese recuerdo permanecía vivo y la economía atravesaba un periodo de bonanza, la mayoría no impugnaba ni el pacto de coalición para un gobierno de izquierdas, ni los acuerdos con los partidos independentistas. España no se ha roto por ningún lado. Sin embargo, en este momento las alianzas de Pedro Sánchez le están pasando una factura, sin que el presidente pueda evitarlo. La Ley de Memoria es el último incendio, avivado por los jubilados del PSOE que no entienden a Pedro Sánchez. Aceptar una enmienda de Bildu en vísperas del aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco no parece la decisión más acertada en el tiempo.
Pero el gran problema político del presidente Sánchez, que no podrá resolver en este Debate del estado de la Nación, lo tiene dentro del Gobierno. El estruendo que provoca Unidas Podemos es tan ruidoso que apenas se puede escuchar otro sonido procedente del Ejecutivo. La zapatiesta organizada por Pablo Iglesias sobre los audios de Villarejo hablando con el director de La Sexta resumen con precisión el problema de fondo de la izquierda con la que gobierna Pedro Sánchez. Más allá de controversias mediáticas y de la necesidad de culpar al empedrado del fracaso de Podemos, esa izquierda de cuyos votos depende la aprobación de las leyes a las que el presidente les da la máxima importancia tiene un líder real, Pablo Iglesias, con capacidad de marcar la agenda de su espacio político, y de reclutar a cuatro presidentes de distintos países para salir en su defensa.
En comparación con el poderío radiactivo del fundador de Podemos, las apelaciones a la felicidad, ilusión y alegría de Yolanda Díaz para liderar ese espacio tienen mucho de voluntarioso, pero poco de eficaz. En el espacio político de Yolanda Díaz se habla de lo que quiere Pablo Iglesias, que no suele ser de las medidas del Gobierno, sino de sí mismo y de la persecución -cierta e inmoral- que sufrió Podemos por parte de aparatos del Estado. Volver a 2016, además de imposible, no es lo más conveniente ni para el presidente Sánchez ni para la coalición.
Todo este jaleo que emite el Ejecutivo, en directo y en estéreo, es gloria bendita para el nuevo presidente del PP. Alberto Núñez Feijóo sólo tiene que presentarse como alternativa seria frente al Gobierno de los líos. Y es exactamente lo que está haciendo. Aunque Pedro Sánchez quiera gestionar seriamente sus competencias, las compañías no le ayudan a transmitir estabilidad institucional. Que es precisamente su empeño en este primer Debate del estado de la Nación como presidente.
ElMundo