El Real Madrid encara el tramo decisivo de la reforma de su estadio, donde contará con un futurista invernadero bajo tierra para el césped. Su almacenaje permitirá alternar el fútbol con todo tipo de eventos a partir del verano de 2023
NotMid 06/07/2022
DEPORTES
«Quizá la magia procedía del subsuelo», dice uno de los arquitectos de la obra del Bernabéu. Quizá ahí estaba el secreto de las noches locas europeas que han empujado al Real Madrid hacia su 14ª Copa de Europa. A lo mejor al escarbar tan profundo, las máquinas removieron alguna suerte de embrujo contra los rivales y de impulso propio. «Bienvenido al hipogeo», saluda orgulloso el ingeniero que muestra al periodista de GRAN MADRID el secreto mejor guardado de la obra del Santiago Bernabéu.
El nombre procede de las galerías subterráneas que los egipcios construían a sus difuntos, aunque en este caso lo que recogerá no será muerte, sino vida. Un elemento sensible, vivo y que requiere los mimos de un bebé. No hablamos de los tobillos de Vinicius o Luka Modric ni de las muñecas de Courtois. Es el césped, su futura guarida, lo que tiene patas arriba el terreno de juego donde hace nada sufría Pep Guardiola y donde en menos de dos meses los blancos disputarán su primer partido de la Liga en casa, un imposible viendo el estado actual que presenta el campo de la Castellana.
«Pues estará listo, no te quepa duda. Hemos podido con una pandemia, con la Filomena y con una temporada eterna… Donde se ha ganado la Liga y la Champions», recuerdan desde el gabinete que dirige la espectacular remodelación del templo madridista. Confiesan que tras la euforia de cada noche de remontada europea, ante el PSG, el Chelsea y el City, llegaba la resaca al día siguiente cuando había que reajustar el plan de obra a la nueva jornada de balón, a la siguiente ronda europea, que asomaba en el calendario. Porque para las 1.100 personas que trabajan en el estadio, los días de partido eran una prueba a superar, por el fino proceso logístico al que obliga compaginar semejante transformación del Santiago Bernabéu con la agenda deportiva del equipo. Si es difícil estar en casa a la vez que una simple reforma de la cocina, imagine el lector cuadrar y camuflar los cascotes, las hormigoneras y las grúas de tal construcción ante las miles de personas que han acudido al Bernabéu este año.
ACELERÓN DE LAS OBRAS
Por eso ahora, con el fútbol de vacaciones, la obra bulle de actividad, sin tiempo que perder. Por fuera, la piel de acero que será el sello de presentación del nuevo recinto comienza estos días a instalarse poco a poco, de arriba a abajo, primero el techo; 14.000 láminas color plata, ninguna igual, diseñadas en función del impacto de la luz solar en esa zona en cada momento del año. Calibradas todas para que no deslumbren a los vecinos de los edificios colindantes. Y por dentro, gradas, baños, palcos, el nuevo museo… El frenesí de ruido, movimiento, grúas y personal es de ritmo alto, de aprovechar cada minuto antes de que lleguen septiembre y los balones. Con la fortuna (para la velocidad de la obra) del insólito parón que en esta nueva temporada provocará el Mundial, entre noviembre y diciembre. En total, el Madrid estará en ese tramo mes y medio sin partidos como local, una ventana sabrosísima para darle el impulso final al Bernabéu, que debería tener su gran fiesta de reinaguración en el verano de 2023, aunque la faena continúe más allá con los súper parkings que se van a levantar en ambos costados, en la Castellana y Padre Damián.
El objetivo es que en el curso 2023/24, el Real Madrid pueda ya disponer de su flamante y multidisciplinar estadio, donde el fútbol será la actividad fundamental, pero acompañada de todo tipo de eventos deportivos, culturales, empresariales o comerciales que la imaginación (y el promotor adecuado) esté dispuesta a dibujar. En la misma semana, el Madrid podría jugar un partido de Liga el domingo, otro de Champions el miércoles y el sábado su campo acoger un concierto de Coldplay para 80.000 espectadores. Y para que todo cuadre sin que el fútbol -la esencia de la institución- se vea perturbado por el destrozo del tapiz verde, Florentino Pérez y sus asesores le dieron vueltas a diferentes sistemas de recogida de césped. Analizaron lo que hacían en estadios norteamericanos o de la Premier, sin que ninguno les convenciera. «Teníamos el problema del espacio. ¿Dónde guardar el terreno de juego? ¿Las planchas de hierba?», cuentan en la dirección de la obra.
En el nuevo campo del Tottenham, a las afueras de Londres y con mucho espacio libre en los alrededores, lo solucionaron deslizando las porciones de césped hacia fuera, saliendo bajo las gradas, para volver a su posición natural una vez realizado el evento en cuestión. Pero el Bernabéu está clavado en el paseo de la Castellana, sin un metro de aire, en un privilegiado emplazamiento inmobiliario pero con sus hipotecas de espacio. La pregunta seguía, qué hacer con el césped… «¿Y si lo guardamos en un lateral?». La propuesta, desarrollada por una ingeniería asturiana (PHB Weserhütte), cobró vida en forma de recreación 3D que acabó de convencer a Florentino y su gente. Y del plano y la pantalla, se pasó al pico y la pala.
Al circular el tren de Cercanías por un túnel que pasa por debajo de los banquillos y bordea (a sólo 30 centímetros de distancia) el estadio por Padre Damián, sólo quedaba la opción del lateral oeste. «Los madridistas no se imaginaban en esas noches locas de la Champions lo que había debajo de la banda por donde corrían Mendy, Vinicius o Rodrygo», dice el ingeniero desde dentro del hipogeo. La profunda zanja recuerda a las obras de los grandes túneles de la M-30 o del Metro. De hecho, del suburbano madrileño vinieron hace poco a ver la extraordinaria obra de ingeniería civil que está construyendo el mayor invernadero del mundo bajo tierra, donde se guardarán las seis planchas de 1.500 toneladas cada una que portarán el césped del Bernabéu.
EN SEIS HORAS, LISTO
Un sistema hidráulico desplazará por railes unos carrillos con estos maceteros gigantes, que se acoplarán uno encima de otro en una excavación todavía de paredes de hormigón visto y que en pocos meses será la incubadora perfecta para la hierba donde los jugadores del Real Madrid deben seguir peleando por nuevos títulos. En un proceso que puede llegar a realizarse en poco más de tres horas, las planchas se guardarán en seis niveles, dejando la superficie del terreno de juego limpia para poder acoger conciertos multitudinarios, musicales, shows de magia, torneos de tenis o partidos de la NBA. El césped dará paso a una pista de hormigón donde se podrán instalar desde ferias internacionales hasta eventos de empresa o festivales de música. Todo con las comodidades de un lujoso pabellón multiusos y el aroma histórico que tiene una plaza como el Bernabéu.
Mientras Bruce Springsteen o Alejandro Sanz canten sus repertorios, el césped descansará en un lateral a la temperatura adecuada, sin depender ya de los rigores de la climatología capitalina o del apetito de las palomas. Un sistema de robots, de luces ultravioletas y de riego mecánico proporcionará a la hierba (híbrida, con un 25% artificial) lo que necesite en cada momento, todo siempre supervisado por el departamento de jardinería del club. Junto a los seis pisos -planchas- dos pequeñas pasarelas laterales evitarán que nadie pise innecesariamente los tepes. Y en cada fondo del hipogeo, dos edificios auxiliares almacenarán todo el material.
FUENTE DE INGRESOS PARA EL CLUB
Al fondo de la excavación, los obreros -del tamaño de hormigas desde aquí arriba- se afanan en esta obra oculta a la vista dentro de la gran reforma del Bernabéu. Las 80.000 toneladas de tierra extraída dejan un socavón que provoca vértigo. Defienden desde el alto mando del club que este extra es imprescindible y también «la esencia de la reforma». Si la coraza de plata será la cara del nuevo Bernabéu, el hipogeo será su alma, lo que permitirá que el fútbol de elite pueda convivir con una intensa agenda de eventos que dispare los ingresos del Madrid.
Los más de 200 millones de euros que costará construir este invernadero único en todo el mundo del deporte espera el club blanco obtenerlos cada año gracias a la explotación del reformulado recinto. «Sólo así podremos intentar competir con los clubes estados», insisten desde la directiva, donde comprendieron hace tiempo que el Bernabéu, emplazado en un lugar premium, debía convertirse en una fuente esencial de dinero para la tesorería, al no disponer el Madrid de los fondos ilimitados que manejan escudos como el PSG, el Manchester City o el Chelsea, propiedad de magnates y estados petroleros.
«Cuidado, pase por aquí». Los inspectores de seguridad vigilan de cerca a la contadas visitas que bajan al hipogeo (el presidente de Bulgaria fue uno de los últimos, tras mostrar interés), al tiempo que una grúa mueve material. «Esa es de 90 metros, de las más altas que existen. Pesan 800 toneladas, y tienen que venir transportadas en 42 camiones», detalla uno de los ingenieros jefe, sonriente y optimista con los plazos a cumplir. El 4 de septiembre volverá el fútbol a este enjambre de vigas, maquinaria y trabajadores. Cuesta imaginarlo… Pero en el Madrid con la fe no se especula. «Lo conseguiremos, seguro».
ElMundo