NotMid 30/05/2022
EDITORIAL
Han pasado ya un par de días desde la final de París, tiempo suficiente para reflexionar en frío y recopilar los angustiosos testimonios de cientos y cientos de aficionados que acudieron a la cita dispuestos a disfrutar de una fiesta del fútbol y sufrieron una infernal pesadilla.
La mitificada capital francesa, y por extensión todo el país galo, demostraron el sábado su incapacidad manifiesta para acoger un evento de esta envergadura. Los espectadores de todo el planeta pudieron comprobar, a través de las imágenes de televisión, el bochornoso caos que se generó en los accesos al estadio, pero esto sólo fue una pequeña parte del descontrol mayúsculo.
Las fuerzas de seguridad del país vecino mostraron una ineficacia sonrojante a la hora de organizar el flujo de espectadores, convirtiendo el preámbulo de la final en un espectáculo vergonzante. Pero hubo mucho más. Cientos y cientos de seguidores sufrieron un terrible panorama de atracos organizados, robos, vejaciones, agresividad… Las quejas son unánimes y desoladoras. El estadio y sus alrededores, antes y después del partido, convertidos en una ratonera donde bandadas de maleantes campaban a sus anchas sin que la policía supiese ni pudiese contener los desmanes.
Los accesos a Saint Denis, tanto para entrar como para salir, las conexiones y los transportes resultan impropios de un país que se considera del primer mundo. Esto provocó una atemorizante sensación de miedo e inseguridad (a los más ‘afortunados’) y una ola de delitos impunes sobre cientos de aficionados víctimas de tanta inoperancia.
Esta vergonzosa final debe tener consecuencias. No solo ya una disculpa pública del Gobierno francés o del Ayuntamiento parisino hacia todos los afectados (que fueron cientos) sino que además es obligada una respuesta firme por parte de la UEFA. París ha quedado inhabilitada para poder albergar eventos de este tipo, y así debería comunicarlo el máximo organismo futbolístico europeo.
No es exculpatorio el hecho de que acogiesen la final con poca antelación, sustituyendo por causa de la guerra la sede prevista de San Petesburgo. El impresentable grado de organización y el desproporcionado nivel de delincuencia ha de tener consecuencias, y la UEFA será cómplice o partícipe si no toma medidas contundentes al respecto.
No estaría de más que el Real Madrid, la Federación Española y el propio Gobierno de Pedro Sánchez expresaran de forma oficial una queja por lo ocurrido. Desde un país como España, modélico y ejemplar en la organización de eventos deportivos (incluso superando premuras de tiempo) lo ocurrido en la vergonzosa final de París resulta inaceptable.
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