NotMid 22/05/2022
OPINIÓN
ORFEO SUÁREZ
Como presidente del Madrid, Florentino Pérez practica dos deportes, el del fútbol y el del poder, no necesariamente en ese orden. En el primero, la temporada ha sido muy buena, con un equipo dominador en la Liga y en vísperas de disputar la final de la Champions, en París. En el segundo, cumple uno de sus peores años, después de que la primavera pasada naufragara su desafío de la Superliga, con amenazantes causas pendientes, y ahora lo haga el fichaje del que está llamado a ser el icono del futuro, Kylian Mbappé. Dos pulsos en los que ha cometido errores de cálculo impensables en el Florentino implacable y temido del pasado, tanto en los tiempos como en la estrategia de comunicación, y en los que ha perdido frente a poderes emergentes y alianzas que lo han dejado, momentáneamente, fuera del tablero principal. Nasser Al-Khelaifi, el relaciones públicas del fondo soberano de Qatar, se ha posicionado en el centro de todas: PSG, ECA y UEFA. Está con los ricos, con los pobres y con los que deciden. Hábil.
Los ‘clubes-estado’ como el PSG tienen una capacidad inagotable, es cierto, que debería ser objeto de una regulación más eficaz. También Madrid y Barça fueron beneficiarios durante años de un reparto ‘chavista’ del dinero de la televisión. Se ha corregido en parte, gracias a la negociación centralizada, pero sin llegar a los equilibrios de la Premier. Frente a estos clubes que son parte de ‘trust’ estatales, por grande que sea la tajada es insuficiente: ni se puede retener a Neymar ni se puede comprar a Mbappé. Esa pérdida de valor es la que preocupa a Javier Tebas y le pone, por una vez, del lado de Florentino.
La sensación de derrota que invade al madridismo, en cambio, no se debe al hecho de estar en inferioridad económica, sino a la frustración por no cumplir con una expectativa que el propio club daba por hecha. Los medios de comunicación hemos contribuido. Mea culpa. Criminalizar a Mbappé es el relato de la impotencia, porque el futbolista y sus asesores no han hecho nada que no hiciera el presidente del Madrid en otras ocasiones, al llevar al límite del tiempo las negociaciones de los fichajes para obtener un mejor precio. Mbappé ha jugado sus cartas hasta el final, incluso con el riesgo de lesionarse gravemente sin tener cerrado su futuro. Perfectamente legítimo en el mercado de la oferta y la demanda.
Pocos conocen sus reglas tanto como uno de los mayores empresarios del mundo. Cuando Florentino apareció en el fútbol para ganar las elecciones por primera vez, lo hizo con la promesa de un fichaje imposible, Luis Figo, estrella del Barcelona. Entonces estaba mucho más seguro que con Mbappé, ya que había hecho firmar al jugador un compromiso con una millonaria penalización. No haber conseguido ese documento con el francés a partir de enero, cuando quedaba libre para negociar, suponía no tener el control absoluto. Las buenas palabras y las voluntades son cambiantes, y más en el fútbol. Por ello intentó el Madrid pagar por su incorporación un año antes, aunque fueran 200 millones. Sabía que en adelante, todo podía pasar. Pasó lo peor.
Al igual que ha hecho en la constructora ACS, con contención en el gasto y venta de activos, la gestión de Florentino en el Madrid durante la pandemia había permitido al club estar en condiciones de acometer la operación Mbappé, ya que la mayor parte de los sobrecostes de las obras del Bernabéu están financiados a largo plazo. Inaugurarlo con el francés sobre el césped era el plan. Ahora necesita otro. El inesperado contexto aumenta la presión sobre la final de la Champions ante el Liverpool, mientras en el club se preguntan por el trabajo interno de quien llevaba las riendas del no fichaje y temen que la pérdida de poder del patrón pueda alentar venganzas de quienes lo quieren fuera del gran tablero del fútbol para siempre. Mbappé es ya un caso cerrado. La Superliga, no, con sanciones pendientes que algunos quieren activar.
ElMundo