Teníamos una década para reducir a la mitad las emisiones de efecto invernadero y ahora se van a disparar
NotMid 30/04/2022
OPINIÓN
CARLOS FRESNEDA
Mariupol estaba dejando atrás su pasado de ciudad supercontaminada. El alcalde Vadym Boichenko había creado el Consejo Verde para implicar a su medio millón de vecinos en la transición ecológica y en el rediseño de los espacios urbanos. Y el Banco Europeo incorporó la ciudad a su programa de Green Cities y había financiado la construcción de una planta desaladora.
Y en esto llegaron las tropas rusas, descargaron toda su artillería y trituraron la ciudad en dos meses. Mariupol es la metáfora del apocalipsis.
Lo que está sucediendo Ucrania es posible gracias a los casi mil millones de euros diarios de gas, petróleo y carbón que compramos los europeos a Moscú. La máxima preocupación en la UE es garantizar el suministro a la población. Si no puede venir de Rusia, hay que conseguirlo de otras petrodictaduras. Y bienvenidas sean las nuevas prospecciones, el fracking o incluso la vuelta al carbón. Teníamos una década para reducir a la mitad las emisiones de efecto invernadero y ahora se van a disparar. Los políticos vuelven al cortoplacismo y la gente se cabrea y con razón por la subida de la energía y de la cesta de la compra.
Pocos se plantean, eso sí, reducir el uso del coche. El tráfico vuelve a los niveles prepandemia y nadie nos recuerda que cada vez que llenamos el depósito estamos haciéndole un favor a Putin. La guerra se cronifica, en los medios y en nuestras mentes. Y ya no nos espanta la barbarie, ni queremos hacer la conexión, negacionistas del clima y de la guerra.
Desde Kiev, bajo la amenaza de las bombas pero ajena al desaliento, la climatóloga Svitlana Krakovska nos recuerda: «No podemos cambiar las leyes de la física, pero es nuestra responsabilidad cambiar las leyes de la civilización humana si queremos avanzar hacia un futuro resiliente».
ElMundo