NotMid 29/04/2022
OPINIÓN
IÑAKI ELLAKURÍA
Las ilustrativas conversaciones entre Piqué y Rubiales, un nuevo género de la picaresca que el Banco de Sabadell debería patrocinar, han sido analizadas ampliamente en la prensa durante las últimas semanas, pero con el olvido de una cuestión esencial para entender este infame cambalache y la vida en general: el de la clase social. Especialmente importante en el caso del jugador azulgrana, uno de los arquetipos menos ilustrados de los barrios altos de Barcelona, donde la brisa mediterránea que acaricia la ladera del Tibidabo tiene el sabor de las más dulce de las victorias, la que se consigue en la cuna burguesa, los niños son más rubios, más guapos y mejores esquiadores que en el resto de la ciudad, y la edad de la “pérgola y el tenis” que alumbró a Biedma resultó ser, finalmente, eterna.
Como todos los que hemos sido educados en los colegios de la Barcelona que mira al mar y la condición humana desde la altura, lo que otorga la tranquilidad de espíritu del que no siente la necesidad de subirse al ascensor social, Piqué es consciente de su privilegio y lo exhibe y ejerce como emblema de casta dominante, aunque esta sea ya venida a menos después del procés, ese asalto del nuevo poder menestral a la coqueta capital de provincias.
Lo más destacable de la charla entre el marido de Shakira y Rubiales (siempre hay que colocarlo en segunda posición para corresponder con la jerarquía) es el tono de dúctil condescendencia con el que va enredando al presidente de la federación española de fútbol como si fuera un bracero de la hacienda familiar.
Una manera de dirigirse y encarar el mundo del “niño de la Bonanova”, quien no tardará en conseguir la presidencia del Barça, aquello que no alcanzó su abuelo -fue vicepresidente- y que los charneguitos Busquest, Alba y Xavi ni se plantean por razones obvias, que define a una burguesía equivocada.
La que cometió el error de confiar en Artur Mas, uno de los suyos malgre tout, culpable con el procés de desmontar el equilibrio de poder y permitir que pueblerinos como Puigdemont, Junqueras o Aragonès tomaran el mando, que volvió a equivocarse cuando despreció la oferta de Valls, “ese francés”, para recuperar Barcelona de las garras de Colau y que ahora, desesperada por su decadencia, corteja con el tonito Piqué a Pedro Sánchez como a otro Rubiales de quien conseguir el parné que les libere de la ruinosa factura de su independencia fallida.
ElMundo