Mantiene la ventaja sobre el resto de sus perseguidores
NotMid 02/04/2022
Deportes
El Real Madrid, que llegaba de sufrir un varapalo en el clásico antes del parón de las selecciones, sobrevivió al acoso del Celta en Balaídos gracias a dos tantos desde el punto de penalti marcados por el francés Karim Benzema, que falló otro.
La victoria, tremendamente sufrida y polémica por la concesión de las penas máximas, permite al conjunto blanco asentar su proyecto hacia el título ante el acoso de sus perseguidores. Aunque su ventaja es amplia, un tropiezo podría haber tenido una importancia notable.
El inicio fue enérgico. El Celta le quitó la pelota al Real Madrid. Su plan, con el compás de Beltrán, amarró al líder. Movió la pelota con velocidad, presionó para evitar la salida madridista. Con menos de diez minutos, avisó con un tiro de Aspas y una volea lejana de Beltrán. Minutos después, Denis Suárez probó con un disparo centrado a Courtois, la figura determinante de su equipo.
El Real Madrid tardó en sacudirse el dominio celeste. Con Carlo Ancelotti en casa por covid-19, esperó replegado para salir con velocidad. Su idea fue contragolpear. Esa fue su dinamita: Benzema cabeceó en el área pequeña un centro de Lucas Vázquez, Vini Jr. no culminó ante Dituro una jugada de tiralíneas.
Con el Celta bien posicionado, y controlado el encuentro, llegó un error infantil de Nolito: perdió la pelota cerca de su área y al tratar de recuperarla derribó a Militao. Fue el primer penalti de la tarde. Benzema no falló el regalo de Nolito.
Ese gol liberó de presión al Real Madrid, más desahogado, más acomodado a su planteamiento de replegarse para contraatacar. Tuvo en esos momentos más espacios en Balaídos. Pero el Celta insistió. Aspas rozó el empate con un lanzamiento de falta, un tiro preciso que, volando con el brazo estirado, concluyó con un soberbio paradón de Courtois
El ritmo volvió a subir con el choque aproximándose al descanso. Benzema fue la única referencia ofensiva del Real Madrid, el único que tenía ocasiones. El equipo de Coudet apretó. Galhardo cabeceó a gol un centro de Nolito, después de que la pelota tocase primero en el poste, pero el árbitro anuló ese tanto al revisar las imágenes del VAR. González Fuertes indicó fuera de juego posicional de Aspas, que, al proteger el balón rematado por Galhardo, dificultó que Alaba despejase la pelota antes de que entrase en su portería.
La segunda parte abrió con varias llegadas del Real Madrid, oportunidades flojas de Modric y Asensio. Fue una ilusión engañosa. Siguió el Celta con un planteamiento más ofensivo. Su fórmula: posesión de la pelota, velocidad en el pase, movimientos verticales. Los centrocampistas se asociaron y el trío Aspas-Javi Galán-Nolito finalizó con gol una gran jugada combinativa. Aspas abrió para la banda izquierda de Galán, este centró y Nolito marcó el empate a bocajarro.
El Celta tuvo personalidad. No modificó su plan. Mantuvo su presión sobre un líder por momentos descompuesto. Aspas volvió a estar próximo al gol con una falta lateral, un balón que paseó por el área sin que nadie lo cazase.
Y llegó entonces el protagonismo arbitral de Gonzalo Fuertes. Pitó penalti en el minuto 62, por derribo de Murillo a Rodrygo. Dituro le paró el disparo a Benzema. Volvió a pitar otra pena máxima en el 67 por derribo de Kevin a Mendy. Benzema marcó esta vez, el gol de la victoria.
El Celta convirtió los últimos veinte minutos en un épico ejercicio de fe en busca del empate. Tuvo oficio para no desesperar. No bajó los brazos. Encerró al Real Madrid. Pero apenas tuvo ocasiones. Fueron aproximaciones sin pegada. Y ese escenario fue el hábitat perfecto para el Real Madrid: defender y correr, salir veloces, con Benzema como punto de apoyo para que otros cerrasen los contragolpes. Lo intentaron un par de veces sin acierto Rodrygo y Ceballos.
El descomunal esfuerzo del Celta no tuvo premio. No concretó su dominio. Quedó ahogado en los metros finales, sin pólvora para inquietar a Courtois, de nuevo de lo mejor del Real Madrid. Su superioridad sólo se concretó en el último segundo del partido con un cabezazo de Aidoo a la salida de un córner, insuficiente para alterar a Courtois, símbolo de la resistencia del Real Madrid en Balaídos.
El Atléti golea de último minuto al Alavés
Ni siquiera el marcador, un 4-1, ni la contundencia con la que respondió al 1-1 del Alavés, con tres goles en el cuarto de hora final, ocultaron las dudas con la que se movió casi todo el duelo el Atlético de Madrid, que no jugó a nada hasta que se sintió contra las cuerdas, hasta que un empate puso en duda el golazo de Joao Félix, el sexto triunfo seguido y la reafirmación del equipo de Simeone entre los cuatro mejores de la clasificación.
A la vista ya la visita del próximo martes al Manchester City en los cuartos de final de la Liga de Campeones, el conjunto rojiblanco despachó otro encuentro casi siempre insufrible, que dominó en el marcador casi desde el principio, desde el minuto 10, por medio de Joao Félix; dio vida a su rival; sintió en peligro el triunfo con el 1-1 de Gonzalo Escalante en el 62; y liquidó después con la voracidad, la determinación y la intensidad que no tuvo antes, con un penalti decisivo transformado por Luis Suárez, con otro tanto del portugués y con el 4-1 del uruguayo.
El Alavés ya es último. No sólo es su puesto. Es su aspecto. La imagen que transmitió en el estadio Wanda Metropolitano fue deprimente, por más dimensión que aparentaba la visita, que no es tanta si se rememora que allí ganó este curso el Levante y el Mallorca, los dos conjuntos que hoy por hoy comparten las posiciones de descenso con el equipo vitoriano, que necesita muchísimo más en todo, en cada perspectiva del juego, si quiere huir de ahí.
Una victoria en sus últimos 18 partidos de Liga retratan el presente del Alavés y el riesgo al que se expone su técnico, José Luis Mendilibar, dentro del panorama tan desolador que desprendió el primer tiempo del bloque vasco (luego mejoró en el segundo para regresar a la imagen anterior en el tramo final) frente al Atlético, que tampoco hizo apenas nada en el despropósito que fue casi todo su partido, hasta que se lo propuso tras el 1-1
El primer tiempo fue una secuencia de faltas, parones, choques, imprecisiones y concesiones que pusieron en duda incluso la división del encuentro.
No hay ninguna, en cambio, de la categoría de Joao Félix. La diferencia está en él. No sólo en el duelo de este sábado, porque el Atlético tomó ventaja en el minuto 10 con un nuevo gol suyo (el quinto en las últimas seis jornadas -tres de los cuatro anteriores ya abrieron los triunfos recientes ante Osasuna, el Betis y el Cádiz- y el sexto en sus ocho últimos encuentros oficiales), sino en la reacción incontestable de todo el equipo. Ha participado en diez goles en los últimos diez encuentros del conjunto rojiblanco.
También fue lo único salvable de la primera parte. Cuando él participó sucedió algo. Cuando no, todo era un laberinto sin salida para el Atlético, que encadena seis victorias consecutivas, ha recuperado su posición en la zona de la Liga de Campeones, incluso se siente capaz de alcanzar una segunda plaza que hace un mes parecía imposible, además de que está en cuartos de final de la ‘Champions’, pero su fútbol está aún lejos de sus expectativas. Muy lejos. También en la presión, en la solidez o en el nivel que pretende.
Nunca se sabe con el Atlético, tampoco, si todo lo que sucedió después del 1-0 fue una cuestión más de conformidad con la mínima ventaja, sin exigirse más de lo indispensable para conservar el triunfo parcial, viendo lo que viene el próximo martes, el tremendo desafío contra el Manchester City en los cuartos de final de la Liga de Campeones, o si su fútbol está en los parámetros insustanciales, de bajo nivel, en los que se movió en el duelo de este sábado, por más que tuviera en el campo jugadores de tanta clase como tiene.
Hay dos acciones del primer tiempo que sortearon la mediocridad. Una fue el gol anulado a Lemar, a servicio de Lodi. La otra fue, un par de minuto después, la jugada que originó el certero cabezazo, perfecto de ejecución, de Joao Félix para el 1-0. Su remate tan solitario pone en un apuro a la estructura defensiva del Alavés, pero el recorrido hacia ese momento del Atlético fue concluyente, por el pase entre líneas de Marcos Llorente, por la combinación entre Griezmann y Lemar y por el centro perfecto de Vrsaljko desde la derecha.
Un instante de inspiración le bastó al conjunto rojiblanco, que acabó el primer acto con un solo remate a portería, el del gol. Ni eso alcanzó el Alavés, que se reinició para el segundo tiempo, más intenso, más atrevido, más convencido de que no es para tanto visitar actualmente el Wanda Metropolitano, más aún si el Atlético está al ralentí como este sábado, expuesto desde la reanudación al filo de la decepción por falta de ambición.
Y, como no podía ser de otra forma, lo empató el Alavés. No lo hizo antes porque ni Lejeune ni Laguardia conectaron, por centímetros, un balón suelto que habría sido gol en cualquiera de los dos casos cuando el encuentro bordeaba la hora del choque, pero sí después, cuando Gonzalo Escalante cabeceó una parábola que batió a Jan Oblak. Un perfecto cabezazo que enseñó la enésima lección de este curso al Atlético: a nadie se le gana con la camiseta.
La victoria exige mucho más que echarse atrás a esperar de qué es capaz el adversario, porque, normalmente, en estas alturas, tantas concesiones no las perdona absolutamente nadie. Ni siquiera el Alavés, que luego se lanzó él mismo al abismo con un penalti tan imprudente como inocente de Lejeune sobre Matheus Cunha, en el primer balón que tocaba el brasileño en competición en un mes y medio.
La transformación de la pena máxima -y de la victoria- correspondió a Luis Suárez. En el minuto 75. Aún quedaba un cuarto de hora. Ya no permitió más el Atlético, que esquivó de penalti un sonrojo innecesario y que sentenció con el 3-1 de Joao Félix instantes después. El 4-1 fue de Luis Suárez al borde del final. Dos Atléticos. Y muchos más goles que juego… a la espera del Barcelona-Sevilla de este domingo.
Pedri desatasca a un Barcelona que ya es segundo
El Barcelona no cede en su desesperada y utópica persecución al líder y este domingo asaltó la segunda plaza de la Liga derrotando al Sevilla gracias a un golazo, soberbio, de Pedri, ya avanzada la segunda mitad y que premió la insistencia de un equipo entregado a la causa e inasequible al desaliento. Ganó por 1-0 el Barça, ya es segundo… Y a pesar de que pensar en el título se adivina una quimera, ahí sigue en su escalada.
El Sevilla quiso pero no pudo, pagó la depresión que le acompaña en las últimas semanas y acabó cediendo la segunda plaza a un equipo al que hace apenas tres meses llegó a aventajar en 13 puntos y ante cuyo empuje acabó claudicando. Lanzado por un incansable Dembélé en la banda derecha y acompañado por un juego global otra vez notable, le faltó al Barça acierto final… Hasta que apareció Pedri.
Sólido y bien plantado en el campo, presionando la salida de balón, defendiendo con orden y jugando sin precipitarse, el Sevilla se descubrió pronto como un rival muy incómodo para el Barça, que mantuvo inalterable el plan de su entrenador, abriendo juego a las bandas, insistiendo mucho por la derecha de Dembélé y llegando con peligro al área de Bono, algo que, al revés, apenas sucedió durante la primera mitad.
Llegado el primer cuarto de hora ya había disfrutado de tres ocasiones el equipo azulgrana, una rosca magnífica de Ferrán que se marchó fuera por poco y sendos remates de cabeza altos de Frenkie de Jong y Araújo, siempre a centro de un Dembélé especialmente activo. Aguantó bien el Sevilla esos arreones y quiso responder dándole responsabilidades a Martial, Lamela y Ocampos, lanzados por Rakitic y Gudelj pero sin acierto, hasta que rozándose la media hora llegó el primer momento polémico.
Un centro de Martial golpeó en el brazo de Araújo de forma evidente… Considerando el árbitro que lo tenía pegado al cuerpo para no señalar el penalti que le reclamaron los futbolistas hispalenses. Fue, casi, la única oportunidad, por decirlo de alguna manera, que disfrutó el Sevilla, más ocupado en mantener la posición en el centro del campo que en buscar con atrevimiento la portería de un Ter Stegen que prácticamente fue un espectador durante la primera mitad.
INSISTENCIA HASTA EL PREMIO
Ese primer tiempo acabó con un buen rechace de Bono al remate de Aubameyang, que poco antes reclamó un penalti por empujón, que no apreció tampoco el árbitro y condujo el duelo al descanso con una igualdad ficticia en el campo pero inalterable en el marcador.
La segunda mitad aumentó el dominio del Barça y aunque el Sevilla ya hizo aparecer aTer Stegen en alguna ocasión el partido se fue decantando cada vez más hacia el lado azulgrana.
Casi siempre por el lado de Dembélé, que no paró de lanzar centros que desembocaban en jugadas de mucho peligro, el ataque azulgrana fue imponiendo temor en la defensa visitante, buscando en alguna contra dar un golpe que no llegó.
En un minuto Bono sacó dos remates de gol a Ferran y Araújo y poco después la misma escuadra evitó el 1-0 de Piqué, siempre a centros de Dembélé, sospechándose cada vez más probable que se rompiera a favor de los azulgranas la igualada… Como así ocurrió poco después de que Ter Stegen le sacase un buen disparo a Martial y respondiera la majestuosidad de Pedri, autor de un gol de bandera.
El canario recortó dos veces en la frontal, engañando a los defensas hasta soltar un disparo raso, cruzado y envenenado al que ya no pudo llegar Bono. Le costó más de 70 minutos al Barcelona doblegar la resistencia sevillista… Pero la insistencia le dio el premio.
A partir de ahí quiso enloquecer el partido el equipo andaluz, provocó algún que otro error en el Barça, pero no tuvo ni el tiempo ni la paciencia o acierto necesario para evitar el triunfo local, cerrado con la expulsión de Lopetegui y la algarabía de la hinchada del Camp Nou, a la que nadie diría qe pensar en el título de Liga es imposible.
RESULTADOS DE LA JORNADA
LAS POSICIONES
Agencias