NotMid 18/03/2022
OPINIÓN
RAÚL DEL POZO
Putin ha declarado que su objetivo no es ocupar Ucrania sino desmilitarizarla y desnazificarla. Según los que le conocen y conocen la historia, su ambición es recuperar el imperio ruso, la Gran Rusia, que se desintegró después del telón de acero. Con su megalomanía, su inhumanidad, su insolencia, trata de restaurar la hegemonía en todos los terrenos antes gobernados desde Moscú que se entregaron sin lanzar un misil a Occidente. Lo que ha conseguido, de momento, es el default.
Escribió Henry Kissinger, que ahora tiene 98 años: “La abrumadora mayoría de las figuras rusas importantes, cualquiera que sea su inclinación política, se niega a aceptar el desplome del imperio soviético o la legitimidad de los Estados sucesores, especialmente Ucrania, cuna de la ortodoxia rusa”. Hasta Solzhenitsyn pidió que Moscú retuviera un núcleo formado por Ucrania y Bielorrusia como parte de la Madre Rusia. Putin se ha apoyado en mentiras y amenazas atómicas. Al final, los únicos que verán el final de la guerra serán los asesinados. Esa es la razón por la que el Senado de los Estados Unidos ha aprobado una resolución en la que condena a Putin como “criminal de guerra”. Recordemos que también los americanos cometieron crímenes en bombardeos intensivos con napalm. No olvidemos la matanza de My Lai, ni los tiempos en que eran una amenaza para millones de personas, pero no caigamos en la dialéctica estúpida del “tú más”. También a ellos les llamaron Baby Killers, derribaron gobiernos legítimos y dieron zarpazos a pueblos indefensos. Ahora toca hablar de los rusos que atacan Europa, que matan mujeres que están dando a luz y a personas que hacen cola para comprar pan. Están destruyendo ciudades, que, según los maestros de la guerra, es el último recurso de un ejército. Antes de la bomba atómica, la paz perpetua era una utopía despreciable y la guerra, según Arturo Pérez Reverte, era el estado normal del hombre.
En los tiempos pasados las guerras se sufrían de manera más deportiva, como una cacería. Max Weber soñó de adolescente atacar al enemigo subido en un caballo y saludó así la Primera Guerra Mundial: “Esta guerra es grande y maravillosa, cualquiera que sea el resultado”. Creía que las causas por las que estallan no son económicas; tienen su origen en el balance de poder entre las naciones, en los sueños imperiales y nacionalistas.
ElMundo