Los mandatarios continentales elevan el tono y pierden la paciencia ante un Consejo extraordinario que aspira a que Hungría acepte la revisión del Presupuesto comunitario y que puede acabar en guerra abierta
NotMid 01/02/2024
EUROPA
“Es la cumbre de la frustración. En diciembre era muy alta y ahora está en un nivel sin parangón. Nunca hemos visto algo parecido”. Con estas palabras resumen altas fuentes comunitarias una situación inédita en Bruselas.
Hay precedentes de países que bloquean o vetan asuntos claves para su economía o su política nacional puntualmente. Hay casos de gobiernos aislados y presionados, como Grecia con su rescate. E incluso ejemplos, como el Brexit, de infinitas reuniones extenuantes con miembros difíciles. Pero que una capital bloquee y vete una decisión que poco tiene que ver con ella. Que cambie de opinión y de versión cada día para justificarlo. Y que lo haga, sin disimular sus simpatías con Moscú, con soberbia, agresividad y “poniendo en riesgo la seguridad y las prioridades estratégicas de la Unión en su conjunto”, es algo excepcional. Y, si algo ha quedado claro en los últimos cinco años, con la pandemia o la invasión rusa, es que las situaciones extraordinarias requieren respuestas fuera de lo ordinario.
Los jefes de Estado y de Gobierno de la UE se reúnen hoy en Bruselas con un solo punto en la agenda: aprobar la revisión del Marco Financiero Plurianual, el Presupuesto comunitario, que incluye como punto más importante un mecanismo de hasta 50.000 millones de euros para sostener económicamente a Ucrania los próximos cuatro años. Tenía que haberse resuelto en diciembre, pero Hungría lo impidió. Viktor Orban permitió que la UE aprobase la apertura de las negociaciones de adhesión con Ucrania y Moldavia, pero bloqueó la revisión del Marco Financiero, que requiere unanimidad. El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, decidió que en vez de quedarse encerrados tres días generando fricciones lo mejor era dar un mes y medio de plazo para buscar soluciones, y citarlos a todos de nuevo. Eso van a hacer, pero el resumen de todas las fuentes consultadas es que apenas se ha avanzado nada, que Budapest sigue en el mismo punto y que las posibilidades de lograr un acuerdo no son muy altas.
“Hemos buscando soluciones a cuestiones abiertas, hemos barajado diferentes mecanismos para revisiones anuales o frenos de emergencia, o cómo cubrir el pago de los intereses de la deuda de Ucrania, pero ninguno de ellos está resuelto. No implica que la Cumbre vaya a ser un fracaso per se, pero cada vez es más complicado. Son temas muy políticos, pero también muy técnicos. Y es muy difícil que los líderes, solos en la sala sin su equipo, puedan solventarlo por sí solos”, explican fuentes implicadas en primera línea de las negociaciones.
Hay dos grandes dificultades. La primera, que nadie tiene muy claro lo que quiere Orban. “No lo sabemos exactamente. Hay muchas inconsistencias en sus argumentos. Hay algunas preocupaciones que pueden ser verdad sobre las minorías magiares en Ucrania. Pero también cambian de idea a menudo. No es coherente. Su gente no es capaz de decir qué quieren, cuáles son sus umbrales”, dicen los implicados.
La segunda, que aunque su problema es casi personal con Ucrania (porque no comparte la visión del resto sobre Putin, por las rencillas entre su país y Kiev, por nacionalismo, etc), las exigencias que ha ido poniendo efectivamente no son solo políticas. Las ideas que ha ido soltando, como que el posible dinero a Ucrania se decida cada año, para tener siempre capacidad de frenarlo, que no se les ayude con la deuda, que los países que no han recibido fondos comunitarios por diferentes razones, como ellos, no tengan que participar o puedan recibir un cheque reembolso, son todas técnicas.
Algo para que la trabajen los embajadores, los funcionarios, los abogados y los economistas, pero en las últimas seis semanas se ha visto que a ese nivel no se iba a avanzar. Es algo para los líderes, pura política, y los jefes de estado y de Gobierno pueden hacer muchas cosas, pero al nivel que requieren las discusiones sobre opciones en cascada para el pago de intereses, para utilizar las garantías bilaterales para hacer préstamos o si los tratados amparan la posibilidad de revisiones vinculantes cada ejercicio. “Una solución es posible pero cuando los líderes se sienten jugarán mucho las emociones, así que es imposible predecir cómo va a ser la dinámica. Es posible un acuerdo si hay voluntad, pero debería haberse podido hacer ya. No ha sido el caso, así que viene un Consejo con frustración creciente”, admiten los diplomáticos.
El resto de delegaciones dicen que Orban está aislado como nunca. Hay países como Italia o Eslovaquia que en las discusiones a nivel de embajadores han simpatizado con algunas ideas, pero a la hora de la verdad están a favor del paquete. Todo se decidió en diciembre y hay 26 listos. El problema es de tiempo. La solución a 27 y dentro del Presupuesto es efectiva y permitiría un desembolso a Ucrania, si todo sale bien, en marzo, cuando empezarían las necesidades de liquidez más acuciantes. Pero si se tiene que buscar una solución diferente, bien a 26 y en los márgenes del Marco Financiero, sería muy complicado.
Hay formas de usar el dinero no gastado en los 26 para préstamos inmediatos a corto plazo, pero una solución completa, para intentar llegar a esos 50.000 millones, exigiría garantías bilaterales adicionales de todos los gobiernos, y el paso por los parlamentos nacionales. Hablamos de un año quizás. Lo que nadie quiere ni mencionar es la posibilidad de abrir la caja que quedó cerrada en diciembre, porque el equilibrio era muy frágil. Y si se tocara una partida para satisfacer a uno, los demás podrían pedir lo mismo y el caos sería absoluto.
Por todo ello, el tono se ha elevado muchísimo. En Bruselas se ha especulado en la última semana con la opción del ‘botón nuclear’, aplicar el Artículo 7 de los Tratados para dejar sin voto a un Estado, algo que jamás se ha hecho y que tendría consecuencias imposibles de predecir. O incluso usar todos los resortes para presionar o hasta asfixiar económicamente a Hungría, que no forma parte del euro y tiene una deuda y una inflación altas. Orban habla de amenazas, chantajes, de intentar aplastar a quien piensa diferente sobre la migración. Y las instituciones dicen que ninguna de las dos opciones son realistas o incluso lógicas, pues los mecanismos sobre Estado de Derecho, argumentan, son sólo para cuestiones de Estado de Derecho.
Pero todo ello permite anticipar una cumbre tensa, con muchos países que han perdido la paciencia y cada vez lo disimulan menos. Con reproches concretos, acusaciones. Mensajes directos. La aspiración sigue siendo un acuerdo a 27, pero los Planes B, de los que nadie quiere hablar muy alto, van a tener que empezar a concretarse y coger forma.
ORIENTE PRÓXIMO Y EL MALESTAR DEL CAMPO
Aunque el tema único de la agenda es la cuestión del Presupuesto y Ucrania, hay dos elementos que es imposible que no formen parte de la discusión cuando 27 jefes de Gobierno se sientan en una sala. O cuando muchos de ellos se van a cenar juntos, como ocurrió este miércoles por la noche, tras un acto en memoria de Jacques Delors.
El primero es la situación en Oriente Próximo, con los tres ejes de siempre: estabilidad, ayuda humanitaria y la búsqueda de una salida a través de la solución de los dos estados. No se espera un debate largo, ni conclusiones muy diferentes, pero lo esperable es que se toque de alguna manera.
La segunda es las protestas de los agricultores, el malestar del campo por todo el continente. Será inevitable porque las asociaciones agrarias han convocado una gran manifestación que se acercará al barrio europeo de Bruselas, donde se juntan los líderes. Se esperan atascos monumentales, pero probablemente también algún tipo de incidente y hasta disturbios. Las recomendaciones de seguridad para periodistas y funcionarios es que intenten entrar en las instalaciones a primera hora de la mañana ,en previsión de que las manifestaciones deriven en otra cosa y se cierre completamente el perímetro.
Agencias